Una semana había pasado desde que aquel roce de labios mágico había acontecido, sin embargo, la calidez en mi pecho, el brillo en mis ojos, y el temblor de mis manos aún no desaparecía, así como tampoco la presencia de Yunah en mi mente constantemente.
Me sentía capaz de proclamarme conocedor de la verdadera felicidad, aunque solo fuera un pedacito de ella. Finalmente me había encontrado un lugar en aquel rompecabezas enorme que simbolizaba la vida y sencillamente no tenía palabras para describir mis niveles de jovialidad. Incluso en casa, con mi madre, se notaba el cambio, pues las cosas parecían fluir con la pericia del aceite mismo, y pensaba aferrarme a ese sentimiento el mayor tiempo posible.
El único detalle que no me permitía hundirme en mis fantasías del todo era la situación con Hoseok y mi padre. Siempre me pasaba evitando al segundo —aunque viviéramos bajo el mismo techo y compartiéramos el mismo oxígeno por las noches—, por lo que la tensión en nuestra relación podría decirse que seguía siendo la misma, pero con Hobi-hyung era diferente, porque tenía miedo de decepcionarlo a él también.
Desde el momento en el que nos descubrió a Yunah y a mí hablando tan cerca el uno del otro en mi sala, supe que por nada del mundo querría volver a ver esa mirada de dolor en su rostro y que mucho menos lo traicionaría, no obstante la encrucijada en la que me encontraba era aún más grande. No solamente él había confiado lo suficiente en mí como para decirme que Yunah era su vida y su todo, sino que también había dado por sentado que yo le ayudaría a conquistarla, cuando la realidad era otra completamente distinta: yo también estaba babeando por ella y no planeaba echarme para atrás tan fácilmente. Esa era la verdadera razón del por qué, al igual que mi padre, lo había estado evitando los últimos días. Fuera de las prácticas de natación, me había dado a la tarea de encontrar miles de razones para escapar de su escrutadora mirada y de cualquier plan que se le ocurriera en aquel momento. Claro que me dolía, Hoseok se había convertido en un verdadero amigo a través de los meses más que cualquier otro conocido con el que me hubiera amistado nunca en Busan, y claro que me arrepentía de mis encuentros con Yunah a sus espaldas, pero era la culpa la que no me permitía mirarlo a los ojos y admitir que estaba enamorado de la misma chica que él.
Con Yunah las cosas eran diferentes, muy diferentes. Desde el momento en el que atravesaba las puertas del gimnasio hasta que nos despedíamos frente a la escuela, mis mañanas se habían vuelto mi refugio y mi placer, uno del cual esperaba todavía quedara mucho camino por recorrer. Me sentía tan lleno y tan rebosante de alegría que comenzaba a tener miedo de perderlo todo y de echarlo a perder, como si no fuera merecedor de tanta felicidad o simplemente estuviera condenado al fracaso en todas mis aspiraciones. Ella era mi sol al amanecer, mi luna por la noche, y las estrellas en mi galaxia mental, por lo que cada que la realidad me golpeaba de lleno —y pensaba en Hoseok— trataba de solo concentrarme en la bella sonrisa de Yunah, y toda preocupación desaparecía instantáneamente.
"Ignora, ignora, ignora", había sido mi mantra más usado recientemente y esperaba poder llegar a cambiarlo por un simple "quiérela, quiérela, quiérela".
Ese jueves por la mañana no iba a ser la excepción de pasar un mágico momento con ella en el gimnasio, así que en cuanto mi despertador sonó, salté de la cama y corrí al baño. Desde que había cambiado mi horario extremo en las madrugadas, mis ojeras se habían reducido en buena medida y mis músculos agradecían infinitamente sus horas de descanso extra. Además, salir de la cama nunca había sido tan sencillo, como si en realidad la idea de ver a Yunah fuera un tipo de descarga de adrenalina directo a mi sistema nervioso. En otras palabras, la sensación de empezar un nuevo día era refrescante.
Me lavé la cara tan rápido que un poco de jabón me entró al ojo y lo irritó, haciendo que soltara unas cuantas lágrimas en el proceso, pero lo ignoré como pude y terminé de enfundarme en mi "uniforme" para el gimnasio, el cual consistía en un pants holgado, tenis fila y una camiseta negra; nada nuevo en mi estilo del diario. Tomé mi mochila de una sola asa y salí despedido por las escaleras. Mi cabello seguía siendo un desastre, pero esperaba que Yunah no lo notara así y que en su lugar lo asociara con algún tipo de tendencia actual, algo así como un "look sin esfuerzo".
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Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]
Fanfic❝La comida simbolizaba para mí lo que una manzana del Edén, atracción, seducción, pero siempre tenía el mismo final: la condena.❞ ➥Novel.