52. Tregua

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—Déjame ver si entendí —exclamó mi hermana, cerrando los ojos exasperada y haciendo aspavientos con la mano que sostenía su popote—: ¿Yunah aún sigue sin perdonarte ni hablarte después de dos semanas y la última vez que cruzaste palabra con Jungkook fue antes de abandonarlo en un barrio que él no conocía después de haberle roto el corazón?

     Quise responder que no, que nada de aquello era cierto, que la mala racha que estaba pasado era una ilusión o un muy mal sueño, pero no pude obligarme a hacerlo. JiWoo solo me observaba con clara incredulidad en el rostro al tiempo que olvidaba su bebida sobre la mesa y esperaba una respuesta de mi parte.

     Al final, tuve que dársela.

     —¡Sí! —gemí frustrado, llevándome las manos a la cara para luego alborotarme el cabello todo el camino hasta la nuca—. Básicamente sí, a eso se reduce el "embrollo" en el que estoy metido. —Hice comillas con mis dedos.

     —Oh my God, debes estar bromeado —se quejó ella azotando fuertemente su popote de metal contra la mesa.

     Su específica elección de palabras me hizo soltar un bufido.

     —Y tú debes dejar de usar anglicismos, te estás volviendo molesta —comenté, rodando los ojos.

     —¡Oye! —se quejó JiWoo, alcanzándome sobre la mesa y dándome un pellizco en el hombro. Un claro ejemplo de madurez a sus 26 años de edad—. La culpa la tiene Steve por obligarme a hablar inglés con él cuando estamos solos.

     Steve, Steve, Steve. El chico que se había robado el corazón de mi hermana alguna vez en Estados Unidos y el que actualmente era su prometido, ya que había decidido seguir a su chica hasta Corea del Sur después de titularse. Seguía sin tener nada en contra del tipo, incluso me caía bien, pues había sobrevivido a todas las pruebas que le hicimos los Jung cuando decidió ir en serio con JiWoo y era realmente paciente y amoroso con ella, pero me molestaba que mi hermana se estuviera convirtiendo en ese tipo de mujer adulta que se emulaba a su pareja, dejando casi nada de su antiguo yo para recordar.

     Qué podía decir si Steve era igual, amoldándose a las sesiones de belleza de mi hermana —que incluían saunas, mascarillas y cremas— y compartiendo su cuenta de Instagram para subir contenido de parejas felices e interraciales. Todavía no podía creer que mi hermana se hubiera convertido en una influencer y se hubiera vuelto famosa antes que yo, no era justo.

     —¡Pero tiene que acostumbrarse a hablar coreano, no puede depender de ti todo el tiempo, JiWoo! —me quejé yo.

     Sí, estaba un poco celoso porque Steve me había quitado de alguna manera a mi hermana —aunque no la hubiera convencido de quedarse en Estados Unidos y ejercer allá para alejarla de mí por siempre—; y sí, había días en los que odiaba que ella y yo ya no fuéramos un equipo tan unido como lo habíamos sido de adolescentes —ya que ahora el equipo de salidas y pláticas reveladoras incluía al estadounidense rubio de cálida sonrisa—, pero al mismo tiempo no podía evitar sentirme completamente orgulloso de mi hermana; por encontrar su sitio en los brazos de alguien que la amaba y por lograr sacar el crédito de un departamento precioso a las orillas del Río Han, el mismo en el que estábamos conversando en ese instante. Mientras ella fuera feliz, sonriera a todas horas y se sintiera exitosa en su trabajo —así como en su ambiente, que era Corea—, yo podía estar tranquilo.

     —¡Se está esforzando! —exclamó ella de vuelta, defendiendo a su prometido y comenzando a subir la voz, como siempre pasaba cuando ella y yo platicábamos acaloradamente—. No puedes quejarte de él cuando tú vienes hasta mi casa para pedirme consejos. ¡No estás en posición de quejarte de nada! En ese caso hubieras ido con papá y mamá para que ambos te atiborraran de información sobre retiros y no te dejaran salir del conjunto sin haber aumentado al menos tres kilos.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora