8. Seres queridos

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—¿Qué rima con control-v? —preguntó Yoongi.

     —Pregúntale a Namjoon, él es el que sabe inglés —respondí y lo señalé—. Sigo preguntándome cómo es que lo aprendió a hablar en cuatro meses.

     —Usé algo llamado fuerza de voluntad, Hobi. —El chico rió—. Además de complementarlo viendo series americanas todo el día.

     —Soy plenamente consciente de eso —respondió Yoongi con gesto amargo—. Que si Rachel y Ross volvieron, que si Phoebe cantaba sobre un gato apestoso, que si Monica estaba gorda... ¡Nunca veías tus capítulos con audífonos y te la pasabas jodiéndome toda la noche! ¡Incluso cuando teníamos prácticas en el estudio al día siguiente!

     —Ah... la vida de universitarios —suspiré—. Desearía estar con ustedes y desvelarme todas las noches por las mismas cosas, o componiendo música y creando coreografías nuevas. 

     Todavía me dolía saber que había perdido la oportunidad de seguir mis sueños. Mis amigos habían aplicado para una universidad especializada en artes, a la que entraron más por méritos vocacionales que académicos, pero aun así habían encontrado su lugar. Puede que no hubieran necesitado repetir el año —como yo— para enderezarse, pero la pasión que corría por sus pechos estaba haciéndolo. 

     Aún así, siempre dudé de la verdadera capacidad de Nam. No porque tuviera malas notas, todo lo contrario, era el chico más letrado y culto que conocía, pero dentro de mí sabía que él odiaba las pruebas y los exámenes, por lo que cada que tenía uno lo reprobaba a propósito. Quería rebelarse contra el sistema o algo parecido; cuando me lo explicó en aquel entonces no lo entendí. En conclusión, Yoongi y yo éramos los únicos que sí batallábamos con las materias. Quien diría que el desgraciado se las arreglaría para tener dos décimas más que yo en el promedio final de nuestro último año.  

     Namjoon, que le había propinado un empujón al enano apenas este había expresado su queja, se acercó a mí y me pasó un brazo por los hombros. En su boca jugueteaba con un palito de paleta que ya no tenía caramelo. 

     —Lo estarás, solo aplica el año que viene y, aunque estemos desfasados, volveremos a estar juntos. 

     —Déjense de romanticismos —exclamó Yoongi— y ayúdenme a encontrar algo que rime con control-v.

     —¿Por qué te decidiste por ese concepto, de todas maneras? —le pregunté—. Seguro es un rap de programación y el bit está hecho con sonidos de pixeles y esas cosas.

     Namjoon soltó una carcajada, de esas agudas que solo reserva para cuando algo realmente le da gracia.

     —¡Cállate, Hoseok! Sé útil por una vez en tu vida y dame un maldito acrónimo. 

     —Es más, hasta podrías cambiar tu nombre de Agust D a Agust CD —propuse y me uní a las risas de Namjoon.

     —Par de idiotas, yo me largo. —Y comenzó a caminar dando zancadas más largas, si es que su tamaño se lo permitía. 

     Nam y yo tardamos un rato en reponernos y dejar de reírnos, solo hasta ese momento nos limpiamos las lágrimas de las mejillas y despejamos nuestras miradas. Poco a poco, nos íbamos acercando al edificio donde yo vivía, el cual Yoongi ignoró y pasó de largo. 

     —Creo que es hora de despedirnos —comenté y solté un largo suspiro. Ese día habíamos quedado de vernos en nuestro antiguo escondite: el salón de ballet abandonado. Con todos sus espejos y su duela aún barnizada, representaba un oasis en comparación con los lugares donde antes nos reuníamos, como parques, azoteas y estacionamientos. Cantamos y bailamos un poco con los otros chicos de la pandilla a la que ya no pertenecíamos; Namjoon y Yoongi porque las tareas de la universidad los consumían, y yo porque entre tantas asesorías y visitas a la academia terminaba muerto cada que llegaba a casa. A veces sí encontraba tiempo para ir e iba a estirar los músculos y a mantener mi condición de bailarín, pero eran tan esporádicas esas ocasiones que incluso las podía contar con los dedos de las manos.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora