38. Blanca Navidad

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I'm dreaming of a white Christmas

La Navidad era una fecha para salir con amigos, para pasear en pareja y ver las decoraciones infinitas en cada calle de la capital, para comer mucho pastel —de ese tipo que era decorado excesivamente—, y para estar en familia. Quizá la Navidad de oriente no se celebraba como pintaba el mundo del cine en América, ni mucho menos como en Europa, pero en todo el mundo seguía siendo una fecha sumamente especial y cálida. 

Just like the ones I used to know

Meditaba aquello mientras escuchaba el disco de villancicos que mi madre me había regalado hacía unos años, al mismo tiempo que caminaba —abrigada a más no poder— hacia la esquina más cercana de mi casa, donde se suponía que me recogería mi progenitor para irnos juntos al destino de esa noche: el hospital. Aún no quería hacerme a la idea de lo que nos esperaba.

Where the treetops glisten and children listen

La suave voz de Taylor Swift cantando White Christmas llegaba a mis oídos como una caricia en medio de la fría velada y me obligaba a seguirle el ritmo; el resultado eran los vocablos que salían de mi boca en un aliento, los mismos que vaporizaban el gélido ambiente. 

     Nuestra calle en ese momento era callada, muy tranquila y poco problemática, cualidad que en días hábiles me habría parecido óptima, pero entonces se me hizo demasiado aburrida, demasiada ajena al ajetreo y alegría que anhelaba mi utópico corazón. Yo quería oír el barullo de las grandes avenidas, las canciones navideñas en los escaparates de las tiendas, los hombres vestidos de rojo caminando por las aceras, los niños disfrazados de duendes y las luces de colores cegando mis ojos. Hubiera sido feliz de nacer en un país anglosajón, donde dicha fecha se celebraba en cantidades exorbitantes, desparramando dinero en rebajas navideñas, boletos de avión para reunirse con la familia, entre otras cosas. Puede que incluso hubiera tenido apetito para comerme tres pavos enteros y dulces empalagosos, pero no era mi caso, en Corea las cosas eran un poco diferentes.

To hear sleigh bells in the snow

Mi mano derecha sostenía el regalo envuelto que llevaba para papá, una corbata con renos bastante bonita y llamativa que había encontrado en una tienda de curiosidades días atrás —la misma que había escondido en las profundidades de mi cuarto—, y en la otra mano llevaba los guantes favoritos de mamá, los que —ilusamente— le llevaba para que no tuviera frío en aquella habitación tan solitaria de hospital. No había reunido el valor para comprarle un regalo de verdad y dejárselo a un lado en su camilla sabiendo que no iba a moverse ni un milímetro por la sorpresa, mucho menos a sonreírme como siempre hacía cada Navidad o darme un abrazo asfixiante. Era demasiado difícil y doloroso imaginar esa situación. 

     Porque aquella sería mi primera Navidad sin ella, la primera Navidad de muchas.

With every Christmas card I write

Me limpié la lágrima intrusa que acababa de resbalarse por mi mejilla y cambié el rumbo de mis pensamientos tan deliberadamente como pude antes de que me soltara a llorar como una idiota en medio de la calle. Ese día no iba a pensar negativamente, ese día iba a ser un momento para disfrutar en familia. Todo saldría bien, todo tenía que salir bien.

     Afortunadamente —y antes de que terminara la canción en mi iPod—, llegué entera a la esquina e inmediatamente divisé la camioneta de papá. Él bajó la ventana al verme y me sonrió, invitándome a unirme a él, fingiendo tan bien como yo el hecho de que esa salida era completamente normal, que no era una salida dolorosa ni melancólica, sino un simple paseo en víspera de Navidad. 

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora