14. Canciones grises

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—¡Sí, así se hace, hijo! —sonó una voz familiar, rebosante de ternura y orgullo—. Muy bien, muy bien.

     —¡Pero tengo miedo de que se vaya de lado! —le respondí. Mis pies apenas alcanzaban bien los pedales y mis manos controlaban el manubrio con dificultad, pero mis piernas se encontraban en un frenético esfuerzo por mantener la velocidad de la nueva bicicleta.

     —Solo no dejes de pedalear y no te vayas muy lejos que sino no podré alcanzarte —gritó de vuelta, tratando de seguirme el ritmo con sus propios pies. Pronto escuché el incremento en su respiración.

     Quizá fue eso lo que me distrajo.

     —Y recuerda bajar la velocidad cuando... ¡JUNGKOOK!

     Una violenta sacudida del manubrio y un parpadeo después, me encontré de cara al piso, con las palmas y las rodillas raspadas y ensangrentadas. Mi llanto no tardó en llegar y empaparme la cara.

     La figura de mi padre se hizo más clara en cuanto llegó corriendo a mi lado y solo hasta ese momento pude enfocarlo decentemente. Mis ojos eran los culpables, pues estaban tan repletos de lágrimas saladas que me era imposible ver bien.

     Como cualquier niño pequeño, en cuanto llegó mi salvador, solté a llorar incluso más fuerte, sintiéndome de inmediato seguro entre sus brazos al acunarme en su pecho.

     —Ay, pequeño. ¿Qué voy a hacer contigo?

     Me cargó como si pesara lo que una pluma y yo me dejé llevar sabiendo que podía confiar en él. Mi padre aún era mi héroe sin capa.

     —La-a bicicleta-ta... —dije, preocupado de repente, y la señalé tirada e inútil mientras papá me acomodaba en su espalda y comenzaba a caminar de vuelta a casa. Me había costado un montón decirlo por los hipidos que me estaban arremetiendo.

     —No te preocupes, regresaré al rato por ella —respondió calmado y le dio un apretón a mi pierna, teniendo cuidado de no lastimarme.

     —Pero e-es nueva.

     —No importa, nadie de este vecindario la tomará —refutó—. Estará bien. Todo estará bien.

     Entonces desperté.

[🦋]

Fue la primera vez en meses que me permití dormir más tiempo, que aplacé la alarma y retocé en mi cama tan calientito como mi colcha me lo permitía.

     Desde que me acosté tuve un solo pensamiento en mente: encontrarme con Yunah en el gimnasio. Puede que ella hubiera establecido un nuevo horario para huir de mí, pero eso ya no lo permitiría, y mi plan era llegar más tarde al recinto para que fuera imposible no encontrarnos y charlar un rato. Aunque quizá estaba exagerando.

     "No importa", me dije, "oficialmente estamos bien, así que no lo voy a echar a perder otra vez".

     Como si mi cama fuera una cápsula de bronceado pero en lugar de dispersar el tinte de la piel, dispersara una pócima rejuvenecedora, me levanté como resorte del colchón.

     La luz tenue del alba —que normalmente no estaba acostumbrado a ver porque me levantaba a las 3:30 de la mañana— me acompañó desde que me cambié hasta que bajé a la cocina y me tomé mi "nutritivo" licuado.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora