33. Bajo la luz de la verdad

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Hay momentos en la vida en los que sientes que es necesario dejar de luchar, dejar de pelear contra la corriente y seguir el curso del destino, un destino que no parece tener rumbo fijo pero que su ritmo es continuo y constante. Nadie sabe qué es lo que le espera al otro lado, ni mucho menos si será bueno o malo, solamente queda esperar. Esperar, esperar y esperar.

     Yo dejé de luchar después de haberme sumergido en el agua, cuando atravesé la barrera inicial y me fui hundiendo poco a poco. Mínima diferencia hacían mis manoteos en el líquido espeso, uno que parecía tornarse cada vez más oscuro conforme me acercaba al fondo. Aunque volteé hacia arriba —quemando la retina de mis ojos con el cloro de alrededor— y vi la luz dorada que aún acariciaba la superficie, me resigné a pensar que no alcanzaría a salir de nuevo, pues sencillamente el esfuerzo requerido parecía ser demasiado y la presión en mi pecho no me permitía pensar coherentemente.

     No aspiré dentro del agua, claro, no me consideraba un suicida potencial, sin embargo, no hice nada para tratar de sobrevivir y salir de ahí, solo cerré los ojos y me dediqué a flotar; flotar sin rumbo fijo y a la deriva.

     De pronto, cuando estaba a punto de perder la consciencia por la falta de oxígeno en mi cerebro, un estruendo rompió la tensión superficial tan calma en la que residía, y un segundo después, una fuerza externa —algo que hubiera podido identificar como una mano en mis plenas facultades—, me jaló hacia la vida: la superficie.

     Todo parecía ser un borrón del tamaño del mundo, uno en mis ojos, uno en mi cabeza, y otro en mi consciencia. Apenas pude darme cuenta de que estaba fuera del agua y ya no me encontraba flotando, de que yacía sobre la orilla de la alberca y me hacían RCP, y de que alguien más tocaba mi mano con preocupación y lloraba a mi lado.

     —Respira, por favor, respira —gemía dolorosamente esa voz familiar mientras me pasaba los dedos por toda la palma de mi mano—. Por favor, Jungkook.

     La presión extra de mi pecho se detuvo en cuanto escupí el agua que se había colado —sin permiso— en mis pulmones, y me aferré tan fuerte a mi respiración que parecía como si de un recién nacido se tratase. Jalé aire con prisa y me llevé una mano al corazón.

     "Eso estuvo cerca", pensé consternado cuando por fin recuperé un poco de nitidez en mis sentidos.

     —Jeon, ¿estás bien? ¿cómo te sientes?

     La dura voz a mi lado me hizo voltear a medias y reconocer a mi salvador: el entrenador Soobin.

     Desde que lo conocí y entré al equipo, jamás lo había visto interactuar directamente con la alberca del gimnasio ni con ningún líquido que proviniese de ella, pero en ese momento se encontraba empapado de pies a cabeza y temblaba de frío debido a mí.

     —Yo... —tosí y escupí un poco más de agua; sentía la garganta envuelta en fuego ardiente—. Tengo... dificultad para respirar...

     —¿Qué más, Jeon? No te caíste al agua por nada, dime más —insistió el entrenador mirando mi mano que aún reposaba sobre mi pecho, tratando de aliviar la leve presión que todavía sentía.

     —Creo que... mi corazón... está latiendo muy rápido —confesé e inhalé aire con dificultad.

     A mi costado, Yunah —la otra voz que reconocí— se tapó la boca para no dejar escapar un sollozo. Cómo deseaba poder tener la fuerza suficiente para abrazarla y decirle que se calmara, que todo iba a estar bien. No obstante, ni yo mismo sabía el cauce al que nos llevaría aquella peligrosa situación.

     El profesor Soobin, quien aún estaba recuperando el aliento —o estaba recuperándose del susto por haber estado próximo a perder un estudiante—, dejó de mirarme por fin y miró a la chica asustada a mi lado.

Dysmorphic Charm [jjk] [jhs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora