CAPÍTULO 12

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El hecho de que el instituto estuviera repleto de decoraciones con corazones, chocolates, flores y osos de peluche sólo podía indicar una cosa.

San Valentín.

O bien, el Día del Amor y la Amistad.

Las personas mostraban un extraño buen humor (Aunque aún faltasen tres días). Habían chicas que destilaban arcoiris esperando que su chico especial al fin se les declarara, habían muchachos muy nerviosos por no poder encontrar el regalo perfecto para sus novias, o la manera perfecta para declararse y no ser rechazados, y claro, parejas cariñosas por todas partes.
Aunque, por otro lado, sí habían personas no tan alegres, aquellas que no tenían con quien pasar el día, o bien, la fecha les desagradaba, punto.

En la cafetería ya habían empezado a vender el famoso "Cupido Smoothie", una bebida de fresa, con crema batida y corazoncitos comestibles encima, que estaría disponible todo el mes, como cada año. Lo mejor era que los vasos desechables tenían escritas frases lindas y conmemorativas a la fecha, casi siempre te topabas con una nueva.
En la biblioteca ya estaba situado el "Buzón del Amor y la Amistad", la típica caja adornada en la que introduces cartas de manera anónima o no, para que se la entreguen a cierta persona.
Habían campañas encargadas de vender y distribuir regalos, de nuevo, remitentes anónimos o no, regalos que venden como rosas, ramos, cajas de chocolates, peluches, etcétera, o regalos que tú les entregues. Compras cualquier cosa, les dices el destinatario y ese día ellos reparten todo.

En fin, por mi parte, la fecha no era algo súper icónico, creo que si sales con alguien cualquier día es bueno como para darle algún detalle, o hacer algo romántico. Aunque no podía negar que resultaba lindo hasta cierto punto aquel día, literalmente, el amor estaba en el aire.

—“Si lo encuentras, no lo dejes ir” —leyó Dylan la inscripción en su vaso de Cupido, luego bufó— ¿Y qué rayos significa eso?

El mío dice... No le des lo mejor del mundo, dale lo mejor de ti” —habló James, luego me dedicó una mirada y una sonrisa

Nos encontrábamos en la hora de receso aquel lunes, James nos había comprado los smoothies como un extra al desayuno que ya habíamos tomado por la mañana.

“Confía en la magia de los nuevos comienzos” —recitó Stella sacándole una foto al vaso, seguramente para Instagram, o Twitter

Guarda tus latidos para la persona indicada” —dijo Alex. Sabrina se acurrucó con él

“Si es amor, se detendrá el tiempo. Los relojes pararán sólo para admirarlos” —suspiró ella

“La persona perfecta para ti no debe tener todo lo que te gusta, debe tener tu corazón, con eso basta” —sonrió Emma

“El amor es un secreto que los ojos no saben guardar” —leyó Hailey

Vaya, que cierta era esa frase. Y su portadora era el ejemplo más indicado. Ella lo supo, lo supo porque se sonrojó, lo supo porque bajó la mirada. Entonces entendí que evitaba mirar a Dylan.

¿Qué dice el tuyo, Violet? —me preguntó subiendo la mirada. Guié mis ojos al smoothie

Conoce a alguien cuyos ojos no puedas dejar de mirar”

Y de pronto la sonrisa se me borró.
Porque no fueron los ojos, ni fue el nombre de mi novio lo que se me vino a la mente.

⚫~•⚫•~⚫

En la última hora del día evitaba lo más posible mirar esos ojos.

Harrison.

Harrison.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora