CAPÍTULO 31

296 14 22
                                    

Mi primer beso me lo dio James.

Ambos teníamos 16 años.
Mi cumpleaños había pasado el mes anterior, osea que fue por Abril.
Para ese entonces ya habíamos tenido la charla de "Me gustas", así que comenzamos a salir frecuentemente.
En aquella ocasión, que guardo muy bien en mi corazón, ni siquiera nos encontrábamos en una cita.
¿Conté alguna vez que James sabe andar en skate? No era uno de sus pasatiempos favoritos, pero lo dominaba.
Así que una cosa llevó a la otra y terminamos una tarde en el parque, él intentaba enseñarme.
Me caí más veces de las que pude contar, oh, y las risas no faltaron. Dos horas después fue que decidimos darnos por vencidos, no había manera en que yo pudiera adoptar esa agilidad.

Mamá va a regañarme —le dije entre risas mientras nos tumbamos en el césped

Sí, me temo que sí

Mis dos rodillas estaban muy lastimadas, habían raspones y un mínimo de sangre, también me dolía el codo.

Soy un desastre en el skate

Vaya... Al fin encontré algo en lo que no eres brillante —comentó. Me giré para quedar sobre mi estómago y poder verlo

Hay muchas cosas que no se me dan bien —rodé los ojos

¿Como cuáles?

Maquillarme, cocinar, a veces darme cuenta de las cosas que son evidentes —eso, por alguna razón, lo hizo sonreír

¿Por qué piensas eso? —alcé las cejas

No sé cómo explicarlo, pero es verdad

Se quedó pensando.
Y yo me quedé como idiota viendo su rostro. Viendo sus labios...
Por Dios, ya nos habíamos confesado que nos gustábamos... ¿Por qué nunca intentaba besarme? Yo, sin duda, quería besarlo.

Notó mi mirada y vi las comisuras de sus labios elevarse, como si estuviese resistiendo para no sonreír.

¿Qué ocurre? —le pregunté, curiosa. Sus ojos se deslizaron por mi rostro hasta conectar nuestras miradas

Que creo que estás pensando lo mismo que yo

¿Sí? —alcé una sola ceja

Sí

Pues estoy pensando en que me duelen las rodillas

No era cierto.

Su mirada brilló con cierta determinación, sabía que mentía, e iba a hacerme caer.

Yo estaba pensando en que ya deberíamos volver a casa —dijo— La tuya está muy cerca, puedes ir sola, ¿No?

Mi ceño se frunció. James jamás me dejaba regresar a casa sola, de ningún lugar al que hubiese ido con él.

Supongo que sí —logré decir, descolocada

Por la seriedad con la que hablaba, me puse a pensar mil cosas.
Tal vez no quería besarme.
O no estaba listo.
O planeaba hacerlo en una ocasión mejor.
O se estaba arrepintiendo de confesarme sus sentimientos.
O tal vez nunca sintió nada por mí y sólo era un idiota que jugaba.
O había algo mal en mi aspecto aquel día.
O le gustaba, pero no tendríamos nunca una relación.
O...
O...
O...

Salí de mis pensamientos y lo encontré mirándome, con gracia, burla.
Esa fue la gota que derramó el vaso.
Aún con mi estúpida cara de confusión, me puse de pie y avancé a grandes zancadas con indignación.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora