CAPÍTULO 70

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Me sentía como si estuviera viviendo cada momento en cuenta regresiva... Cuatro días.

Veía por la ventana del taxi la ciudad pasar con rapidez, mordiendo mi labio por la ansiedad y apretando con mis dedos un pedazo de papel, no tanto como para llegar a arruinarlo, no, su contenido era valioso.

"Harrison y yo nos hicimos amigos hace poco en Facebook, así que de allí saqué esto..." seguido de eso, un número telefónico, cortesía de mi hermana menor.
Scarlett dejó aquella hoja en la mesa de la cocina, en mi apartamento, antes de irse por la mañana aquel día que se quedó.

Y, aunque no lo había llamado (Porque el asunto no estaba terminado) era como un ancla a la cual aferrarme, un faro de esperanza.
Apenas estuviera librada del compromiso... Sacaría ese papel, lo llamaría y se lo diría. Iría a verlo, le daría un gran abrazo, vería sus ojos... Y... Sí, eso haría.

Céntrate, Violet.

Sacudí la cabeza y recordé en qué estaba pensando antes: la conversación que planeaba tener con James.
Mi mandíbula se tensó en respuesta al ligero enojo que sentí al pensar en él.

Mi prometido se estaba escondiendo de mí.
¿Cuál era la razón por la que no había dado respuesta a mis llamados cinco días atrás? Estaba en un misterioso viaje de negocios, uno que su padre le encomendó de último momento. Se fue, simplemente tomó un vuelo sin avisarme y sin decirme de antemano que estaría inmensamente ocupado día y noche, que no podría responder ni un texto.
Me parecía totalmente ridículo y fuera de razón, James nunca haría eso. Sin embargo, así fue, tuve que enterarme por Sabrina y Alex.
Creo que no había que dar muchas vueltas al asunto para saber que había algo más a fondo en sus motivos para dejarme en segundo plano.

Me sentí terriblemente estúpida cuando me dijeron que no estaba en la ciudad y, por supuesto, enfurecí.
Acosé a Alex todo el día anterior por teléfono para que me dijera cuál era su paradero, y sólo lo dejé en paz hasta que me informó que, por la noche, volvería a casa.
Y aún así, James seguía sin darme señales de vida.

Sin perder tiempo, esa mañana pedí permiso al Dr. Montgomery para marcharme temprano y tomé un taxi para ir a la empresa de los White, seguro estaría ahí. ¿Por qué en un taxi? Porque mis malestares se incrementaban cada día, esa sensación rara en el estómago no me dejaba en paz y de pronto me sentía cansada tras haber hecho casi nada, no tenía ganas de estar tras el volante de mi auto.

Me sentía frustrada, no podía maquinar en mi mente qué era lo que le diría, el enojo interfería.

Al llegar, le pagué al chófer y le di las gracias. Las puertas de cristal se abrieron automáticamente y el aire acondicionado me hizo estremecer. Caminé a uno de los dos mostradores en donde habían recepcionistas.

Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?

Buenos días —forcé una sonrisa— Vengo a ver a... Mi prometido, James White

La mujer me inspeccionó de manera poco disimulada, vi el justo momento en que se dio cuenta de que, evidentemente, yo era la chica que aparecía en todos esos artículos con su jefe.

Claro, claro —me sonrió más extensamente

¿En qué planta está su oficina?

Se encuentra en el quinto piso, señorita

Muchas gracias

¿Quiere que le avise...?

No es necesario

Caminé al elevador y marqué la planta de mi destino, en el trascurso, varias personas entraron en el ascensor, la mayoría abogados con trajes y corbata, llevando documentos en mano.
Al llegar al quinto piso salí e intenté ubicarme.
Habían tres oficinas con puertas cerradas, las paredes eran de vidrio pero dos tenían las persianas abajo para mantener privacidad, la tercera se hallaba solitaria y con la luz apagada. Varias personas caminando de aquí a allá sacando fotocopias o buscando carpetas en archiveros, y un escritorio con una secretaria tras él.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora