CAPÍTULO 54

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Fui al que sería mi lugar de trabajo, por primera vez, el lunes al mediodía, y conocí al hombre que me había dado la oportunidad.

El Dr. Montgomery era un hombre de unos 63 años, su barba era constituída por canas únicamente, al igual que su cabello, usaba unas gafas de montura negra y circulares, era alto y delgado, usaba una bata blanca larga y debajo un traje marrón acompañado de una corbata con estampado de rombos coloridos; Tenía un rostro amable y con arrugas, sus movimientos eran algo lentos, propios de su edad, pero tenía la certeza de que sabía exactamente lo que hacía y no había perdido ni un ápice de la gran inteligencia que su colega, el profesor Horowitz, había halagado en mi presencia, lo sabía por la manera en que hablaba, con alta sabiduría, evocando la experiencia.

Me atendió en su estudio personal, situado en el gran laboratorio de investigación, en uno de los edificios de Thoulstain. Era un lugar excelentemente iluminado, con una pared entera de cristal y una vista perfecta del campus, un par de escritorios rebosantes de papeleos y artefactos, un sillón, un librero lleno de tomos de pasta dura bien cuidados, las paredes exhibían fotos familiares, diplomas, reconocimientos, fotos del propietario mucho más joven en distintos lugares a los que había viajado, además de él acompañado de amigos, había una pizarra transparente con muchas anotaciones en ella, hechas con rotuladores de distintos colores, una porción de pared también estaba dedicada a un gran mapa mental o algo así, en el que conectaba diversas imágenes con frases que no alcancé a leer, habían dos archiveros en una esquina, con un globo terráqueo encima y un microscopio viejo, el escritorio principal estaba notablemente más despejado, con un par de fotografías en marcos, una computadora, una pila de carpetas, una taza de café humeante, un reloj digital y un calendario, la silla detrás parecía cómoda y con ruedas para moverse por todo el sitio; Él se sentó allí y yo en una de las dos situadas para las visitas, en frente.
Admiré el lugar con ojos grandes y pensé "Algún día tendré un estudio como éste", ¡Pues era genial!

Me entrevistó muy sencillamente acerca de mis estudios, su deseo mayor era saber cuáles eran mis aspiraciones y qué tantas ganas tenía de trabajar en un lugar como ese, dedicado a la investigación. Me habló un poco sobre cómo se manejaban ahí y que el número de personas no era muy elevado, salimos del estudio y me dio un recorrido por el laboratorio, habían personas trabajando en distintas cosas, pero no pude prestar mucha atención debido a que me decía los horarios. Obligatoriamente debía cumplir de lunes a viernes toda la mañana hasta la 1:00, aunque claro, era libre de visitar el lugar los fines de semana y en mis horas no laborales, eran flexibles y el ambiente, me aseguró, era estimulante y amistoso. Me contó sobre los descubrimientos que se habían hecho en esa instalación y del trabajo actual, me mostró el instrumental y la alta tecnología, también los reglamentos y las medidas preventivas, ya que se trabajaba continuamente con químicos.

Yo estaba maravillada con todo y no podía esperar un segundo más para comenzar a explorar a fondo ese lugar.
Al final, regresamos a su oficina y firmé el contrato oficial, me dio una semana más para instalarme en la ciudad y que se tramitara mi tarjeta de identificación y acceso, así como mi indumentaria, es decir, mis batas con el logo de la institución y mi nombre inscrito, además de la cuenta bancaria a la que se harían los depósitos del sueldo.
Le estreché la mano y le di las gracias efusivamente. Cuando caminaba hasta el estacionamiento, por el campus, tenía ganas de gritar y brincar con emoción.

¡Mi primer empleo era genial y mucho mejor de lo que había imaginado!

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Pasé los días siguientes acostumbrándome a mi casa una vez más, porque ya no era la misma rutina a la que estaba habituada años atrás. Scarlett había iniciado un nuevo año escolar un par de semanas atrás, así que se iba al instituto, mamá y yo salíamos a desayunar, pasamos juntas las mañanas, a excepción del miércoles, que fue a la editorial.
Descubrí que tenía mucho tiempo libre por lo pronto, así que pasé las tardes con mi hermana, visité a mis amigos y vagué por la ciudad, un día incluso lo dediqué a buscar departamentos y ubiqué un par de buenas opciones que sin duda visitaría pronto. No pude pasar mucho tiempo con James ya que estaba ocupado con una demanda de la empresa, hablamos todos los días por teléfono y fue a casa a cenar el jueves.
Se llegó el sábado por la noche y, con ello, nuestra visita al famoso nuevo club.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora