CAPÍTULO 59

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Era un día nublado, cuando salí del edificio en donde trabajaba, pensé que era ideal para beber una taza de chocolate con espuma en Josie's. Lamentablemente, aquel lugar estaba a miles de kilómetros.
Crucé parte del campus hasta llegar al aparcamiento, en donde estaba el auto de mi madre que últimamente era más mío. Me quité la bata y la identificación, para después arrojarlas al asiento del acompañante. Verifiqué mi teléfono y consté que tenía un texto de James.

"¿A tu hermana le gustará un reloj digital? Sirve para hacer llamadas, tiene GPS y otras cosas."

Me reí, sonaba a que quería impresionarla con un costoso regalo. No me parecía del todo correcto que ganara su aprecio con un caro obsequio, pero sabía que a Scarlett le encantaría aquel presente, era su cumpleaños y no iba a privarla de ser un poco mimada.

"Apuesto a que sí."

Se suponía que Scarlett llegaba a casa dentro de una hora, mamá la recogía en un taxi, como solía hacerlo mi tía de sus clases de ballet, ya que yo tenía el auto. Había planeado una pequeña fiesta con algunos de sus amigos, que comenzaría a eso de las 3:30.

Era buen tiempo para restar algunas preguntas del repertorio que teníamos Harrison y yo el uno para el otro.

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Normalmente ordenamos comida rápida. Creo que los empleados del Mcdonald's y KFC saben de memoria nuestro domicilio. Hay un repartidor, Darren, que incluso nos pone más sobres de ketchup y esas cosas, le caemos bien, devolvemos el favor dándole algunos tragos gratis cuando viene a Ignite —Harrison estaba leyendo las instrucciones para hornear una pizza congelada

¿Y cómo es que no estás a punto de reventar? —me reí bastante desde mi lugar, recargada en la isla

El gimnasio de la calle Buttsfrell es la razón

Ya había supuesto que seguía ejercitándose.
Lo observé abrir el empaque, mirarlo con confusión y luego inclinarse para examinar el horno.

Supongo que tu madre no está enterada de que te alimentas a base de McTríos y cubetas de pollo frito

Ni hablar —se estremeció. De nuevo reí

Cuando estábamos lejos, Sabrina y yo tampoco comíamos tan saludablemente, teníamos tranquila la conciencia gracias a que una vez por semana visitábamos un restaurante de ensaladas —volqué los ojos y arrugué la nariz— ¿Puedes creer que exista un lugar así?

Que horror

¡Eh! ¡Que llevas quince minutos en la cocina y todavía no me llega el aroma del queso mozzarella! —reclamó Connor desde la sala, en donde él, Gabe y Scott jugaban un videojuego

¡Intenta encender el horno tú, entonces! —le gritó Harrison de vuelta

Oh, Dios, es lamentable tu situación —rodeé la isla y me acerqué al horno, le quité la pizza de las manos— No creo que con una sea suficiente para cuatro chicos

Cierto —sonrió inocente y fue al frigorífico para sacar otra

Primero metes una y, cuando esté lista, la otra

Le di un pequeño curso acerca del manejo de su propio horno, Harrison me escuchó atentamente, cuando hube acabado, ambos nos recargamos en la encimera.

Un fugaz recuerdo de mí sentada sobre una, los labios de Harrison haciendo de las suyas con los míos, su cuerpo entre mis piernas, manos explorando, mi mente volando...

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora