4. ¿Ella?

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- ¿Sabes qué necesito justo ahora? –Pregunta Alexa a la mujer que la observa tranquila, luego de la orden de buscarle una nueva asistente.

- ¿Un trago? –Pregunta Amanda, cree saber que esa es la forma en que Alexa libera sus frustraciones y los malos tragos que pasa con su padre y el resto de la junta directiva.

- ¿Recuerdas ese night club que visitamos cuando supe que mi padre había elegido a David como su sucesor? –La mujer lo recuerda perfectamente, todas esas miradas sobre una Alexa que no había visto en mucho tiempo, haciéndose dueña de la pista de baile, moviéndose entre los hombres y abandonándolos al segundo de estar con ellos.

- Como olvidarlo –despierta de la memoria y sonríe–. Vayamos –dice finalmente.

- ¿Qué haría sin ti? –Pregunta Alexa con ternura y Amanda se sonríe, pensando que no habla con seriedad, una mujer como Alexa no necesita a nadie más que a sí misma. En el fondo se equivoca, Alexa la aprecia como la primera persona en esa empresa que logró traspasar su dura burbuja personal y se volvió, no indispensable como empleada, pero definitivamente necesaria como su apoyo moral, emocional y como amiga.

- ¿Esta noche? –Pregunta antes de salir de la oficina.

- Por supuesto –le sonríe Alexa–. Antes debes venir conmigo a mi apartamento, morirás por mi nueva adquisición Gucci –Amanda ríe y se retira, no sin antes asegurarle que se verán en su apartamento.

A pesar de su aparente tranquilidad, las únicas cosas que rondan la mente de Alexa es la manera en que reaccionó su padre ante su leve ataque en contra de su hermano, se reconoce culpable, pero es algo que él mismo le enseñó– te extraño tanto, –susurra, mirando la foto de su madre y tomando el pequeño marco que siempre la acompaña sobre su perfectamente ordenado escritorio– a pesar de lo sumisa que fuiste siempre con papá, eras la única que notaba cuando me estaba desmoronando, la única a la que nunca le importo lo que había entre mis piernas para valorar todo mi esfuerzo –saca aire lentamente y nota que no hay lágrimas, eso es cosa de muchos años atrás.

Una llamada entra a su móvil personal– ¿Jerome? –Suelta desconcertada al leer el nombre en la pantalla.

- No digas nada, -suelta con ese sexi acento francés que la vuelve loca– estoy demasiado tomado ahora y sé que me arrepentiré de esto en cuanto el efecto del alcohol pase...

- Jerome Domènech –suelta en un susurro y una sonrisa melancólica se dibuja en su rostro.

- No debí llamar, -la sonrisa desaparece del rostro de Alexa y por decepción se obliga a recordar que es mejor alejarse de las debilidades– pero no cambiaría nada después de escucharte nombrarme –el ebrio francés se sienta en una pequeña banca, rodeado de soledad, mientras sus amigos recorren el lugar para encontrarlo.

- No solías tomar hasta embriagarte –comenta ella y él juega los dedos sobre la banca, sonríe un poco y ahoga las intensas ganas de decirle que la extraña, que hay un hueco en su vida que no ha podido llenar ni con las mujeres más hermosas, ni con las mejores fiestas y ahora ha tenido que intentar con el alcohol.

- ¿Sigues siendo tan hermosa Alexa Koch? –Ella niega levente y la sonrisa boba aparece nuevamente en su rostro.

- Tan sólo han pasado dos años... tal vez tenga un par de arrugas, quizá haya perdido peso y mis ojeras sean más pronunciadas por las mañanas, en otros aspectos todo sigue igual –Jerome evita decirle que lo sabía, simplemente mira a su grupo de amigos acercarse y la piensa, la imagina en silencio.

- Perdón –suelta finalmente y ella presiona su mano contra un porta plumas antiguo, regalo de su madre, haciéndose daño, intentando no quebrarse.

¿Quién es el jefe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora