- Vamos, dame tu mano –pide Jerome cuando ella ignora su mano tendida, esperando ser tomada para apoyarla al bajar los escalones. Con un poco de mala gana Alexa la toma y posteriormente él le ofrece su brazo para caminar así por la playa–. No cambias –comenta el hombre, sonriendo tranquilamente y recordando lo difícil que es Alexa.
- No, sigo creyendo que puedo bajar escalones y caminar por mi cuenta –ambos ríen, nadie lograba comprender qué vieron el uno en el otro si son tan opuestos.
Jerome es tan pulcro y caballeroso, antes de Alexa nunca permitió que una mujer pagara una cuenta, siempre las trata como delicadas flores que merecen toda su atención y es algo que ellas no pueden evitar notar y amar de él. Nunca su intención ha sido demeritar las capacidades de la mujer, ni mucho menos negar la igualdad que como seres humanos merecen, simplemente ha sido educado de esa manera en la que por caballerosidad abre la puerta para ellas y les permite entrar delante de él, escribe notas cada mañana y no pierde oportunidad para halagarlas con cualquier pequeño detalle.
- ¿Recuerdas? –Pregunta Jerome, esperando a que ella tome asiento en la tumbona para poder sentarse él.
- Me gustaría no hacerlo –se sincera Alexa, observándolo tomar asiento y perder la mirada en el mar, ante su dura respuesta.
- A mí me gusta recordar... la primera vez que te vi, estaba demasiado nervioso porque era la primera clase que daba en mi vida, nadie confiaba en el inexperto francés de modales ingleses –ella no puede evitar sonreír–. Entraste de golpe al salón y me miraste por unos segundos, te miré como al resto, no voy a mentir, no quería arruinar mi naciente carrera como profesor...
- Yo también te miré como al resto... hasta que abriste la boca y tu acento francés enamoró a toda la clase...
- ¿Vas a negar que a ti también? –Alexa niega divertida, no puede negar que le provocaba bastantes revoluciones hormonales pensarle.
- No, ahora puedo ser honesta. Intenté odiarte porque todas te amaban y te sonreían enredándose el cabello entre los dedos, cuando era momento de tu clase iban mejor peinadas que nunca y se colocaban el más bonito pintalabios de su colección...
- Pero tú no, Alexa Koch, la morena de la segunda fila, que me miraba buscando el menor desperfecto para atacar mi falta de experiencia, la que se vivía discutiendo sobre sus ideales feministas y evitando a cualquier costo parecer la damisela en apuros –Alexa presiente que si lo mira en este momento revivirá el pasado y no puede... no debe permitírselo.
- Profesor Doménech, necesito bases sólidas para comprender la lectura final ¿Le molestaría recomendarme algún otro libro? –Recita Alexa y Jerome no puede evitar situarse en esa escena del pasado en la que Alexa se acercó a él después de clases, casi finalizando el primer semestre, ya la había notado y se sentía tan aliviado de que pronto dejaría de ser su alumna.
- ¿Por qué no me acompaña a la biblioteca? Podría apoyarla con toda una montaña de libros, la conozco, con uno no le será suficiente –a ella le sorprende que recuerde las palabras exactas que utilizó esa tarde, en la que se le revolvieron las entrañas por la idea de estar a solas con él.
- Buena charla, varios cafés con la excusa de ayudarme a redactar cientos de ensayos y tu apartamento esa tarde lluviosa –mientras habla, finalmente lo mira, lo descubre con la mirada fija en ella, como intentando transmitirle la sinceridad de cada una de sus palabras.
- Tu sonrisa, los mejores argumentos para debatir cualquier cosa que estuvieras en contra o a favor, tu cabello mojado y ese costoso vestido ceñido a tu cuerpo por el agua helada que recorría nuestros temblorosos cuerpos –completa él y ella asiente, con una expresión fría en el rostro, no comprende por qué con él sólo es capaz de recordar los mejores tiempos– ¿recuerdas cuando te recomendé estudiar literatura?
- ¿Aún lo crees? –Jerome le señala que desea seguir caminando y sin cuestionamientos ella toma su brazo nuevamente y se dirigen a la orilla de la playa.
- ¿Eres feliz haciendo lo que haces? –Alexa pierde la mirada unos segundos en las pequeñas olas que amenazan con tocar sus pies y duda la respuesta, todo sería perfecto si su padre reconociera lo buena líder que es.
- La mayor parte del tiempo –responde finalmente y Jerome acaricia la delicada mano que se encuentra sobre su antebrazo.
- ¿Recuerdas lo que me dijiste aquel día? –Ella sonríe y él también.
- Me reí de ti y te dije que me verías a la cabeza de un gran imperio –él asiente, algo animado y muy sonriente.
- Siempre cumples tus metas, Alexa Koch –ella mira a sus pies, pensando en lo cerca que está de cumplir aquella meta que se planteó desde pequeña.
- ¿Sabes qué más recuerdo? –Decide cambiar de tema– el rumor: "Doménech está con una alumna" –él no puede evitar soltar una sonora carcajada.
- Y no cualquier alumna, la mejor, ¿sabes qué es lo peor? –Alexa niega– que muchos no supieron que eras tú hasta... bueno tú entiendes –ella suelta el brazo de Jerome y él la mira, alejarse unos centímetros de su costado, no está seguro si sigue siendo dolor, por lo menos en el caso de ella, porque a él aún le lastima.
- Recuerdo a mi padre preguntando "¿Quién ese tal Jerome Doménech que ha puesto patas arriba a la Universidad?" –Ríen– mi respuesta fue simple y directa "para de escuchar rumores sobre simples escritores", vaya sorpresa se llevó cuando conoció al gran Jerome Doménech que no sólo había puesto patas arriba la Universidad, sino que estaba adueñándose de una de las empresas energéticas más importantes de Europa –ambos ríen.
- No me negó nada desde entonces...
- Claro, hombre, ¿lo has visto negarse a los buenos negocios? –Ríen de nuevo.
Recorren otro tramo de la costa, recordando cada pequeño buen detalle de aquellos años en los que se veían en secreto en el pequeño y nada ostentoso apartamento de Jerome, tiempo en el que se cruzaban por los pasillos de la universidad y se dedicaban miradas cómplices, las pequeñas notas que ella encontraba en su casillero algunas mañanas... vuelven al hotel sin reales ganas de separarse, pero con la razón y el deber como sus guías.
- ¿Por qué no cenamos juntos mañana? –Pregunta él, cuando ella está a punto de entrar al elevador.
- ¿No saldrás de paseo con el resto? –Niega.
- Sólo vine por la reunión final –se abstiene de confesar que lo único que deseaba era verla de nuevo, sentir su aroma único cerca de él e intentar confirmar que ya no siente nada por ella.
- Bien, cenemos –dice ella, mientras las puertas del elevador se cierran y luego sonríe.
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¿Quién es el jefe?
Storie d'amoreAlexa Koch y Daven Jankovic, son un par de empresarios que cruzan sus caminos por azares del destino. Destino que ella maldice. porque él se ve obligado a colocarse a la cabeza del negocio al que ella le ha invertido su vida entera. ¿Será posible qu...