69. Te amo

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- Revise que sus cosas estén completas –suelta el oficial al tenderle una bolsa plástica con sus pertenencias.

- Gracias –es la respuesta de Alexa y después de firmar se encamina a la enorme y fría puerta de metal.

La luz del sol la ciega por varios segundos y siente un par de brazos rodeándola, avanza sin realmente darse cuenta de lo que sucede, simplemente camina hacia donde la guían.

- ¿Estás bien?

- Sí, es que aún no puedo creerlo –susurra.

- Todo fue muy repentino, incluso Fernández está desconcertado –Alexa asiente.

- ¿En qué momento decidió Ramos decir la verdad? –Jerome abre la puerta del auto para ella y eleva los hombros en señal de desconocimiento.

- Debió ser Jankovic –Alexa niega.

- Debiste ver cómo me miró cuando le confesé lo de Joyce, ese hombre me odia –Jerome rodea el auto y al subir al lugar del copiloto la observa, está mucho más delgada de lo normal, su piel no brilla en lo absoluto y sus ojos siguen opacos por la tristeza.

- Vayamos a tu apartamento, antes de ver a tu familia –pide y ella asiente.

- ¿Tan mal me veo? –Cuestiona, intentando sonreír.

- Necesitas un baño y un pote de esa crema costosa que siempre usas –bromea y ella sonríe, mirando su perfil, mientras él conduce.

No puede creer que sea Jerome, su Jerome, el hombre con el que bailo a la luz de una vela en aquel pequeño apartamento cercano a la facultad, el Jerome con quien soñaba pasar el resto de su vida, el que la vio en sus peores momentos y supo cómo sacarla de ahí.

- ¿Qué? –Pregunta Jerome, al notar lo que hace– ¿tengo algo? –Se mira en el espejo y ella niega.

- No puedo creerlo –él la mira, esperando una explicación– que a pesar de todo, sigas aquí –Jerome sonríe.

- Al, –dice y se queda callado después, creando expectativa en ella– creerás que soy un idiota, –continúa– pero nunca dejé de amarte –dice después, sin mirarla a la cara, no por temor a su expresión, sino por la idea de verla sonreír y no poder evitar detener el auto a media carretera, para besarla.

- Idiota –susurra Alexa, con una sonrisa tonta y las mejillas sonrojadas.

- ¿Creíste que no volverías a verme? –Cuestiona, mirando a los lados, para incorporarse a la autopista.

- ¡Oh no, claro que volvería a verte! –Es la respuesta de la mujer– En 20 años, serías la primera persona a la que llamaría al salir de la prisión –bromea.

- Yo creí que no volvería a verte –confiesa Jerome, con un toque de melancolía en la voz.

- No te librarás de mí tan fácil, no esta vez, Jerome Domènec –dice ella, mirándolo fijamente.

- ¿Quieres emborracharte un poco antes de ver a tu padre? –Ofrece Jerome, recordando que lleva una botella de tequila en el asiento trasero. Alexa sonríe.

- Sí –responde y él señala que tome la botella. Alexa bebe directamente, sintiendo como el alcohol recorre su garganta– Dios –susurra– lo necesitaba.

Llegan al apartamento y Alexa está algo mareada, lo suficiente para colgarse del brazo de Jerome en todo el trayecto del elevador.

- Jerome –lo llama desde la habitación, Jerome detiene lo que hacía en el baño y se asoma para verla– tú... -duda y él espera– ¿tú sabes dónde está su tumba o que hicieron con él? –pregunta después, intentando no llorar.

¿Quién es el jefe?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora