Capitulo. 7

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Irina se encontraba de rodillas en el suelo de esa horrible habitación que apestaba a orina y humedad. Miro alrededor topándose con una litera metálica bastante sucia y desarreglada, paredes de bloques grises y una pequeña ventana a ras del techo. Comenzó a respirar con dificultad siendo atacada por la claustrofobia y su mente comenzó a volar entre las distintas cosas que esas personas podrían hacerle.

No quería estar allí...

Su mejilla ardía horriblemente producto del golpe, recordándole a cada segundo que ese hombre no era de fiar, aunque le hubiera dicho que estaba de su lado no confiaba en él en lo absoluto.

Un quejido lastimero casi inaudible llamo su atención, no estaba sola allí. Fijo su vista en un rincón que no había visto y logro distinguir una figura pequeña y ovillada, una niña de piel morena y cabello negro, estaba desnuda al igual que ella y abrazaba sus piernas con fuerza intentando hacerse más pequeña. Tenía moretones en todo el cuerpo e incluso algunos sangraban levemente.

Su aspecto era horrible pero sus quejidos habían logrado oprimir tanto su corazón que todo su miedo desapareció bajo una inmensa preocupación.

— ¿Estás bien? — Pregunto.

Qué ironía, ella tenía un ataque de pánico y aun así se preocupaba por la otra chica.

La morena sacudió la cabeza de lado a lado antes de empezar a llorar. Irina la miro con lastima, seguramente la pobre ya había pasado por los horrores que ella solo podía imaginar, mordió su labio sin saber qué hacer y en un impulso termino abrazándola, la rodeo cuidadosamente con sus delgados brazos intentando darle calor a su frío y maltrecho cuerpo. La morena se quedo quieta y comenzó a respirar con dificultad. Comprendía su reacción, estaba aterrorizada y difícilmente volvería a confiar en alguien. Había visto esa expresión muchas veces en los rostros de las personas que Sebastian secuestraba y torturaba...

— Tranquila, yo no te haré daño. — Hablo Irina con toda la calma que tenía para no asustarla aún más.

La chica levanto el rostro y por primera vez aquellos ojitos acuosos se encontraron con los suyos, Irina aun tenía el cuerpo de una niña y su blanca piel resaltaba en cualquier lugar, pero lo que más le llamo la atención a la morena era que no tenía moretones o mordiscos, ni ninguna marca de que la hubieran tocado.

— ¿Quién eres? ¿Eres nueva? — Pregunto la chica, Irina la miro con pesar como si esa situación para la chica ya fuera normal.

— Soy Irina Bach — Respondió separándose de la chica.

La morena no parecía para nada una niña, su cuerpo parecía el de una chica de dieciséis o dieciocho años, era algo robusta a diferencia de ella que con el pasar de los años había adelgazado bastante.

— Yo soy Ruth... Ruth Adaro — El apellido de la chica resonó en la cabeza de Irina. No pensó que de verdad aquel hombre siguiera las instrucciones de sus hermanos.

— ¿Eres la hija del ministro? — Pregunto para asegurarse y Ruth algo confundida por su reciente alegría, asintió. — Genial, esto me facilita las cosas. Saldremos muy pronto de aquí. — Zanjó recobrando sus esperanzas.

Ruth la miro confundida, no sabía quién era aquella chica ni por qué parecía conocerla, pero de lo que estaba segura era que era demasiado optimista, ella llevaba encerrada en ese infierno semanas y ya toda gota de esperanza se había agotado en ella.

— ¿Por qué dices eso? Estamos encerradas no hay forma de salir de aquí... Ya lo intente todo — Susurro la chica mostrándole sus heridas producto de sus múltiples intentos de huir.

— Me enviaron para sacarte de aquí. — Explico Irina y la chica la miro estupefacta. Para ella la rubia estaba loca y solo intentaba hallar una forma de salir.

Irina. Bienvenidos al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora