Capitulo. 22

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Un fuerte sacudida la despertó de golpe, alterada abrió los ojos recibiendo una fuerte oleada de dolor, su cabeza pitaba de una forma espantosa mientras que su brazo parecía punzar constantemente, confundida intento llevarse una mano al brazo pero pronto descubrió que se encontraba fuertemente atada, no le quedaba m{as que boquear como un pez debido al aturdimiento.

— Estás despierta... Tranquila ya pasara. — Escucho una voz lejana que no pudo reconocer.

— ¿Que paso? — Pregunto cerrando los ojos de nuevo, estaba muy mareada.

— Aterrizamos hace unas horas, creo que estamos en Brasil. — Escucho y esta vez sí reconoció la voz, era Ruth.

Recordaba muy poco de lo sucedido, sin duda la droga que le administraron era sumamente fuerte. Aún así su cuerpo no parecía tan adormecido está vez por lo que podía sentir la vibración de un auto. Se estaban moviendo ¿Pero a dónde?

— ¿Donde están los demás? — Susurro pues ni siquiera sabía si estaban aún en manos de esos tipos.

— No lo sé, nos separaron en cuanto llegamos. — Dijo la chica.

Su corazón dio un vuelco al escucharla, se sentía tan impotente... Ni siquiera podía ver a dónde iban pues estaba tan mareada que no dudaba en que terminaría vomitando. Su familia estaba lejos de ella y no podía hacer nada por buscarlos... Esos hombres estaban bien preparados, sabían cómo manejarlos. Aprovecharon los sedantes para ponerlos a dormir en los momentos en que tenían alguna oportunidad para escapar. En cuanto el avión tocó tierra Brasileña los secuestradores actuaron enseguida, separándolos en grupos pequeños por si volvían a despertar, incluso les habían atado las manos... Para su suerte Ruth y uno de los niños fueron ubicados en el mismo auto que ella, el pequeño permanecía asustado en un rincón del auto mientras que Ruth luchaba por tranquilizarlo para que no llorara.

— ¡Hey inútiles! — Grito Irina, aun estaba mareada pero su enojo era mayor. — ¿Se puede saber a dónde vamos? — Pregunto enojada.

En la parte delantera del auto podía distinguir a dos siluetas, su visión era un caos, apenas y lograba comprender que esas siluetas era personas, uno de ellos se giró con tranquilidad sin embargo no pudo distinguir su rostro. Escucho como apretaba un botón y un vidrio que separaba los asientos delanteros del auto de ellos, bajo permitiéndole ver un poco mejor a aquel hombre.

— Tranquila niña, pronto lo sabrás — Se burlo.

"Mi mente comenzó a formular distintas teorías cada una mas paranoica que la otra. Una parte de mi me gritaba que esto podía ser obra de Sebastián y sin duda alguna era en la que mas creía pues no nos habían hecho daño... "

La rubia se mantuvo callada intentando analizar la situación mientras Ruth arrullaba al niño para que no llorara. Las calles estaban oscuras, seguramente era de madrugada y a medida que avanzaban las chicas se daban cuenta que sin duda estaban en Brasil.

Tras, tal vez, dos horas en las que solo pudieron mantenerse observando el panorama por las ventanillas del auto, el paisaje comenzó a hacérsele cada vez más conocido, el auto giró en una encrucijada perdiéndose por un camino de gravilla y piedras que recordaba perfectamente. Los recuerdos le cayeron encima envolviéndola en un huracán que le arrebata el aire a medida que el auto avanzaba. Se sintió desfallecer cuando finalmente se alzó ante ellos aquella estructura que aborrecía tanto.

— Hemos llegado chiquitas — Se burlo el conductor provocándole arcadas.

Irina se encogió en si misma sintiendo como incontables escalofríos recorrían su cuerpo convirtiéndola nuevamente en aquella pequeña niña asustadiza. No quería entrar allí. El auto se detuvo en el enorme estacionamiento y rápidamente un pequeño grupo de hombres rodeo el auto, abrieron las puertas sin cuidado alguno y no tardaron en tomarles de los brazos arrastrándolos fuera del auto. Irina no se atrevió si quiera a forcejear con ellos, de hacerlo Ruth y el niño probablemente estarían en peligro; eso sumado a la repulsión que sacudía su cuerpo la hicieron desistir de oponer cualquier resistencia. Por su parte Ruth se abrazo al niño protegiéndolo de esos gorilas mientras recibían un empujón tras otro. Cómo si de una mala película se tratase, la rubia revivió cada recuerdo de su trastornada niñez mientras las obligaban a recorrer aquel pasillo por el que tantas veces camino cargando con dinero sucio y armas en las manos...

Irina. Bienvenidos al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora