Capitulo. 38

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Una vez las sirenas se alejaron por completo sacaron a Michael del auto, el chico estaba lleno de sangre e inconsciente. Alexander abrió su ropa y descubrieron una herida de bala en un costado bajo sus costillas y otra en su hombro.

— No, no, no. Michael no podes morir. — Se lamento el hombre.

— Medicinas. — Ordeno la rubia a su rehén, Michael no era precisamente su mejor amigo, pero sin duda dejarle morir les causaría más problemas.

El pobre dueño del lugar temblaba como una hoja, Irina le apunto con el arma y le obligo a moverse, no le sería fácil comunicarse con él, pero de una forma u otra obtendría lo que necesitaban. Necesitaban curar al moreno, comida, agua y refugio mientras pensaban que hacer. Irina y el hombre desaparecieron tras una puerta mientras Alexander y el otro hombre se quedaban con Michael.

— Tranquilo, aun respira. Haremos lo que podamos — Le hablo Alexander. — Es alguien importante para usted ¿Verdad? — Pregunto al verle tan preocupado.

— Es mi sobrino... Soy Nicolás ¿Y ustedes? ¿Qué hacían unos extranjeros en medio de tal lio? — Cuestiono el hombre sumamente confundido pues si ya era extraño la aparición de ambos chicos en el puerto, el hecho de que hablasen ingles y además los ayudaran era sumamente extraño.

— Puede confiar en nosotros... — Fue todo lo que respondió Alexander, no era tan tonto como para darle información que podía perjudicarlos.

Nicolás pareció meditarlo unos segundos, estaban solos; sus hombres había caído y era gracias a Irina y Alexander que lograron salir con vida de tal desastre. Quisiese o no debía confiar en sus palabras.

— Gracias por ayudarnos. — Susurro sin apartar la mirada del moreno. — ¿Cómo te llamas?

— Alexander, y no hay de que agradecer. — Le contesto el chico.

Mientras tanto, Irina se internaba por un angosto pasillo, una vez salieron de él se encontró en una casa de colores alegres, las luces estaban apagadas y el hombre sin encenderlas la guio hasta la cocina.

— Allí está el botiquín... Es todo lo que tenemos. — Aseguro el hombre.

Irina lo aparto y saco el botiquín de la alacena. Pero de pronto las luces se encendieron elevando el ritmo cardiaco de Irina, llena de una adrenalina incontrolable se giro dispuesta a someter al hombre a como diera lugar. Sin sin quiera asimilar lo que sus ojos veían Irina apunto el arma encontrándose con una mujer que no tardo en comenzar a temblar y sollozar.

— ¡No! Por favor no le hagas nada... — Rogó el hombre en segundos interponiéndose entre el arma y la mujer.

— ¡¿Otros?! — Exigió saber presa de sus nervios.

— Los niños... — Sollozo la mujer. — Por favor no nos lastimes. — Irina hizo oídos sordos a sus ruegos pues apenas y le entendía, sin embargo el hecho de que hubiesen niños en la casa no le gustaba nada.

— Búsquenlos ¡Ahora! —- Ordeno ella.

El hombre arrastro a la mujer que no paraba de llorar, escaleras arriba. Si no tenia cuidado la situación podía salírsele de las manos en cuestión de segundos y no tendría más opción que causar un daño que no quería. Irina los seguía de cerca asegurándose que no intentaran nada y cuando de una habitación salieron con dos pequeños adormilados los hizo bajar y regresar al taller. En cuanto entraron Alexander la miro horrorizado, pero con una mirada la chica le indico lo peligroso de la situación. No quería hacerlo, pero no tenía más opción. Alexander observo a la aterrada familia lleno de culpa, sabía que la chica no los lastimaría pero aun así sus rostros aterrorizados le partían el corazón.

Irina. Bienvenidos al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora