Capitulo. 16

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Irina se encontraba sola en la habitación del hospital, luego de horas en que su hermano se negara a apartarse de su lado Ruth finalmente lo convenció de ir a casa a descansar... Ella estaba bien y Eva también necesitaba cuidados. Por supuesto ninguno tardó en regañarle, Ruth quería ahorcarla por imprudente; pero su imprudencia había salvado a Eva y a esos niños así que poco o nada le importaban sus regaños... Ahora finalmente después de horas confinada en esa fría habitación, tenía un poco de tranquilidad y podía limitarse a ver en la televisión lo sucedido.

Al parece el Monster Truck, como era de esperarse, era solo una distracción; esas personas iban tras los niños. Según los reporteros, querían negociar mucho dinero por la vida de los niños... Quien sabe que les hubieran hecho a los niños si no obtenían el dinero. También hablaban de ella, la retrataban como una mujer misteriosa que en medio de "Una gran hazaña" logro impedir que tocaran a un grupo de niños protagonizando una lucha de película hasta que llegara la policía.

Cómo siempre un reportaje amarillista y exagerado.

— Sí claro, cuando esos inútiles llegaron ya todos estaban en el suelo ¡Claro! Ahora se lleva el crédito, imbéciles. — Se quejo la chica apagando la tv.

No quería protagonismo por supuesto, no le convenía. Pero no podía negar que le enervaba la sangre saber que la policía se llevaría de nuevo el crédito cuando era ella la que tenía que lidiar con las heridas.

— Hey sin insultos. Que gracias a nosotros estas viva.

Estaba tan perdida en su retahíla de quejas que obvio por completo el momento en que la puerta de su habitación fue abierta, un chico vestido de policía se mantenía recargado del marco de la misma con esa sonrisa de superioridad que parecían tener todos los policías creídos de esa zona. Irina lo analizo en segundos, era alto y de cabello castaño, a juego con sus ojos amielados; el uniforme impecable y un reluciente cinturón dónde llevaba la típica arma reglamentaria.

Novato.

— No pretenderás que les agradezca por solo esposar a esos tipos, yo hice todo el trabajo duro — Se quejo agitando su mano vendada.

No era nada agradable recibir una quemadura de ese tipo y mucho menos una bala, si ese hombre hubiese querido matarla probablemente lo hubiese conseguido sin problemas... La leve carcajada del chico la hizo salir de sus pensamientos, su enojo disminuyó lentamente; en cierto modo la situación si era algo graciosa, y la risa del chico no tardó en contagiarla. Era lindo... Lástima que tenía prohibido liarse con policías.

— Bien, señorita Bach... — Manteniendo su impecable sonrisa el policía se sentó en un sillón junto a la cama donde estaba y abrió la libreta.

— Adivino, vas a preguntarme muchas cosas... — Se quejo, odiaba esas situaciones. — Te lo hago fácil, Soy Irina Bach, inmigrante totalmente legal y ahora ciudadana de los Estados Unidos, soy tía de Eva Bach, es una de las niñas que estudia en ese colegio. No tengo antecedentes... Solo algunas multas por velocidad — Relato su discurso preparado restándole importancia.

El chico volvió a reír y ella se maldijo internamente por no poder coquetearle... Tal vez si lo hacía saldría de esa mas rápido.

— Como sea, se artes marciales desde pequeña y las use para defender a mi sobrina... No sé de armas solo jale el gatillo. — Explicó encogiéndose de hombros.

Estaba segura de que su discurso era bastante creíble y considerando que solo necesitaban una declaración de un testigo para darla a la televisión y luego dejarla en un archivo polvoriento, era más que suficiente.

— Para no saber de armas le hiciste una herida limpia en el pecho a ese hombre, ni siquiera rozaste su corazón. — Puntuó el chico.

Vaya error.

"Me encontraba en el suelo apuntándole el arma a la cabeza de uno de esos brutos.

— Se te acabo el juego cariño. — Dije con sorna, aquel musculoso y bravo hombre que se atrevió a poner las manos sobre Eva elevó sus brazos ante mi en señal de rendición.

— Tranquila linda... Podemos hacer un trato. — Intento negociar. Vaya cobarde. — Te dejaremos ir tranquilamente a ti y a la niña... Tal vez puedas trabajar para nosotros luego. — Continúo guiñándome un ojo.

¡Pero sería descarado!

— No estoy tan loca como para aceptar eso, gracias. — Me burle apretando el arma en la cabeza del chico que temblaba como una hoja.

De pronto un estruendo sonó en la puerta y antes de darme cuenta entraron al menos unos cinco policías con las armas apuntando a todas partes.

— ¡Quietos! — Grito uno y rápidamente solté el arma y comencé a temblar voluntariamente dejándome caer en el suelo.

Ahora estábamos a salvó, por lo que ya no debía luchar. Ocultarme ante la vista de todos era lo más sensato.

— Saquen a los niños de aquí. — Ordenó en un grito, desde el suelo observé a los policías hacer su trabajo y no me quedo más opción que resignarme a permanecer oculta.

No quería que alejaran a Eva de mí, da igual si eran los tipos buenos o malos. Y por supuesto me hervía la sangre al saber que esos cerdos no obtendrían su merecido... Quería acabar con sus vidas.

Cuando uno de los policías se acercó a mi debí tragarme aquel nudo de emociones para poder actuar bien mi papel, el hombre de unos cuarenta tal vez, inmovilizo al chico que antes tenía atrapado. Y cuando finalmente se deshizo de él paso a prestarme toda su atención.

— ¿Puedes caminar? — Pregunto y yo asentí a duras penas, con su brazo me levanto y lo paso por mi cintura ayudándome a caminar. No negare que si necesitaba esa ayuda. — Parece que diste pelea chica — Se burlo mirándome.

Si él supiera... Pero al menos ya todo había acabado.

Pero de pronto en un fracción de segundo un grito histérico resonó en el lugar; el musculoso, en un arrebato logro soltarse de uno de los policías. Apenas y alcance a verlo, venia hacia mí. Sin pensarlo mi cuerpo actuó por si solo... Tantos años de continuas lecciones y entrenamientos condicionaron mi cuerpo y mente como si de una máquina se tratase. Ni siquiera me di cuenta cuando mis manos se deslizaron con rapidez hacia el cinturón del policía y sin dudarlo le saque el arma que llevaba. Para cuando pude reaccionar ya mis dedos tiraban con fuerza del gatillo...

Aquel hombre cayó frente a nosotros al tiempo en que mi cuerpo incapaz de mantenerse un segundo más en pie, azotaba con fuerza el suelo... En algún punto de mi vida las armas se volvieron una parte de mi cuerpo, fallar me es simplemente imposible. El agujero a un costado de su corazón me lo confirmó."

— Entonces, rubia ¿Me dirás la verdad? — Pregunto el chico con una sonrisa ladina.

Irina. Bienvenidos al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora