Capitulo. 33

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Afortunadamente, su feroz agarre no duró mucho tiempo y tras unos segundos el hombre término por empujarla lejos, el debilitado cuerpo de Irina termino por caer sobre una pequeña mesilla que para su suerte no tenía nada.

— Pobre, necesitara muchos medicamentos ¿Sabes? Claro eso si quieres que despierte algún día. — Soltó como si nada hubiese ocurrido.

— Acepte trabajar para ti, debes ayudarlo — Replico ella bajando su tono de voz por precaución. No era Sebastián, no debía retarle.

— El trato fue que tú trabajas para mí y yo no le tocaba un pelo a tu familia. — Recalcó con una sonrisa que no le gustó nada. — Él no cuenta como familia. ¿Quieres que viva? Gánatelo. — Sentencio. Y sin dejarle responder se marcho.

"¡No, no, no, no! ¿Cómo pude ser tan tonta? Debí repasar mejor el trato, debí prever sus artimañas. Sabía muy bien que no podía darme el lujo de fallar y aún así termine cometiendo otro error. Además aquello no solo afectaba a Alexander si no también a Ruth. ¡Tonta e inocente! Por mi torpeza ahora era un ratoncillo indefenso en la cueva de los leones..."

Angustiada Irina daba vueltas de un lado a otro mientras un terrible sudor frío recorría su espalda. No podría cumplir ese trato, debía salir de allí y avisar a sus hermanos, su plan debía acelerarse si no quería vivir el terrible infierno que auguraba su experiencia. Su mente le daba vueltas a una y mil posibilidades intentando buscar una idea de la cual sujetarse, pero entonces un ligero movimiento captó su atención... Alexander estaba despierto, pudo distinguir como sus ojos inquietos recorrían la habitación para finalmente posicionarse en ella.

— Alexander... — Murmuro la chica sin saber realmente qué hacer. — No, no te muevas. — Acudió enseguida al ver que el aturdido policía intentaba sentarse.

Él la miro aún más confundido y asustado, abrió su boca pero su voz no salió; estaba demasiado débil. Irina podía entender su terror, sus últimos recuerdos correspondían a la enorme paliza... Su muerte se vio demasiado cerca, y ahora el despertar en un lugar extraño cubierto de heridas no resultaba tranquilizador en absoluto.

— Calma, se que tienes miedo pero... — Necesitaba que cooperase, mientras antes se recuperara antes podrían salir de allí. — Hi-Hice un trato, así que estarás bien. No dejare que te hagan nada. — Ni ella misma sabía qué hacer, pero no le preocuparía en vano.

Alexander la observó contrariado, sus pupilas bailaban nerviosas, tal vez en un intento de descifrar los pensamientos de Irina; pero para cuando la rubia intento explicarle un poco más la puerta volvió a abrirse dejando paso a un hombre algo mayor junto a una mujer.

El hombre apenas y le dirigió una mirada molesta a Irina y procedió a sacar de su maletín algunos implementos médicos, la mujer por su parte se acercó a ella hablándole en español. Confundida dio un paso atrás y pronto sintió como Alexander tomaba débilmente su mano.

— Debemos cambiar su vendaje, vete — Espeto de pronto el hombre al ver que no se movía.

Debía obedecer, no conocía nada de ese lugar y cualquier error podría costarle muy caro. Frustrada por no poder hacer más, miro una última vez a Alexander en un intento de tranquilizarle. El muchacho no pudo ni pronunciar una palabra pues Irina rápidamente fue sacada de la habitación, una vez fuera la puerta se cerró tras ella impidiéndole interferir en cualquier cosa que le hiciesen a Alexander. Resultaba tan frustrante toda la situación, e Irina no podía evitar culparse por hasta el más mínimo error. Hastiada termino por darle un fuerte puñetazo a la pared, pero apenas y pudo percibir el dolor cuando un estridente chillido llamo su atención.

— ¡Ay Dios mío! ¿Te lastimaste?

Confundida Irina se giró para dar con una chica, era la misma que había sido encerrada con ella. La pobre tenía el pómulo de un color oscuro y en sus brazos podían verse algunos moretones nuevos. Pero no pudo detallarla demasiado pues ella no tardó en acercarse, tomo su mano y comenzó a revisarle con cuidado.

— No hagas eso, no vale la pena. — Expreso entonces, Irina no podía entenderle pero su tristeza y preocupación le daban una idea.

Aquello no hizo más que endurecerla ¡No era tiempo para estar triste! Sus nervios iban a enloquecerla, estaba frustrada, molesta y sí también algo asustada. Su mano poco o nada importaba en ese momento.

— No me toques, ¡No me importa! — Espeto apartando su mano de mala gana — Ese imbécil va a dejarlo morir.

La chica que no tenía la culpa pero eso poco o nada le importaba. Aún así ella la miro con una compasión aplastante y suavemente volvió a tomar su mano. Ella no hablaba inglés ni ningún idioma que Irina pudiese entender, y aún así logro transmitirle lo que necesitaba.

— Estás en una situación complicada... Se inteligente. — Alcanzó a entenderle ¿Quería ayudarla?

La muchacha señaló entonces sus labios pidiéndole que guardase silencio, y rápidamente la guío hacia una de las pequeñas ventanas; desde allí podía observar claramente a la gran cantidad de hombres que se movían de un lado a otro ocupándose de sus tareas, sin duda sería casi imposible salir de allí...

— Medicina — Señaló la chica entonces.

Irina observó nuevamente al asqueroso conjunto de mercenarios y pronto comprendió lo que quería decir la chica, ellos tenían medicinas. Bueno era algo obvio, si contaban con su propio doctor debían tener un buen repertorio de medicamentos... Medicamentos que Alexander necesitaba para sanar al menos la más grave de sus heridas.

— ¿Estas sugiriendo que se las pida? Primero me cortan la cabeza. — Aunque tuviesen suficientes como para tirarlas era absurdo pensar que se las darían, tenía muy en claro que la única razón por la que ambos aún vivían era por conveniencia del jefe.

— Escucha, aquí no te darán nada sin recibir algo a cambio ¿Queres salvar a tu amigo? Ofréceles algo que valga la pena. — Sentencio la chica.

Entenderle era complicado, pero el conocer el portugués le estaba siendo bastante útil. Tras meditar un segundo sus palabras y señas, acepto que la chica tenía razón. Aquellos no eran los hombres de Sebastián que no le tocarían un pelo incluso si ella les disparaba, ahora era una prisionera y a pesar de que odiaba si quiera pensar en algo así, debía ser mas sumisa... Al menos hasta que lograran escapar. Sus pensamientos fueron rápidamente interrumpidos por la aparición de uno de esos hombres, la muchacha soltó bruscamente su mano y aunque parecía temblar como una hoja, coloco la expresión más seria posible.

—Seguime. Tenes trabajo que hacer. — Siseo endureciendo su trato.

Irina ni siquiera emitió una sola queja o expresión, conocía muy bien el infierno que debían atravesar las mujeres en ese mundo. Simplemente asintió y ambas comenzaron a caminar, al pasar junto al guardia este detuvo a la chica unos segundos; en silencio y sin alzar la mirada Irina le escucho decir un par de babosadas, pues por su tono de voz no podían sino ser eso, y apretó los dientes cuando observó como aquel esperpento le propinaba un fuerte azote en el trasero antes de continuar su camino, tristemente la chica ni se inmutó. Continuaron el camino como si nada hubiese pasado hasta que se internaron en otro pasillo, no tardó en visualizar un enorme comedor con muchas mesas de madera oscura dispuestas de forma desordenada, del lado derecho una barra de cerámica parecía dividir el espacio de la cocina, ambos lugares estaban sucios y llenos de pequeños restos de comida. Sin duda era un ambiente repugnante.

— Detrás de la barra hay trapos y todo lo que necesitas, debes limpiar todo antes del almuerzo — Explico la chica, valiéndose de una y mil señas con sus manos.

Irina no contesto, en su lugar se dedicó a repasar cada rincón de ese horrible lugar con la mirada, por lo que sin más la chica se marcho dejándola a solas.

"No imagine que me usaran para limpiar, aunque no me sorprende... Es una manera de desmoralizar, de mostrarme que aquí no tengo poder. "

No iba a caer es sus juegos de niños, podían amedrentarla cuanto quisieran. Con tranquilidad camino por el lugar y fue detrás de la barra, le daba igual que clase de "trabajos" tuviese que hacer, no se negaría a nada pues de ella dependían las vidas de las personas que quería.

Irina. Bienvenidos al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora