Capitulo. 50

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Y ahora allí estaba Alexander confesándosele como si fuera un adolescente, y lo peor. Ella no sabía cómo reaccionar, no podía negar que esa confesión había encendido algo en ella. Pero no, no debía ser tan estúpida como para permitirse sentir algo por él. Ciertamente mentiría si dijese que no sintió nada, pues por un segundo creyó sentir esa sensación de la que Ruth tantas veces le había hablado. Irina jamás había experimentado un romance, a sus veintiún años era completamente ajena al tema del amor; sin embargo allí estaba negándose a admitir que las sensaciones que envolvían su cuerpo cada vez que se acercaba a él, era eso. Ella no era una romanticona débil. No podía simplemente permitirse caer en aquello, así que obviando las miles de voces que gritaban en su cabeza; se aparto del chico.

—Alexander... Los enamoramientos no van conmigo. — Susurro sintiendo como si las palabras le quemaran. — Lo mejor será que te alejes de mí, abócate a tu trabajo y luego olvídate de mí. Regresa a tu vida...

No podía... No podía encadenarle a ella por amor.

Podía sentir el pulso acelerado y sus piernas temblar en cuanto dio un par de pasos lejos de él, debía salir al exterior... Tomar algo de aire fresco antes de que su cuerpo le hiciese caso a sus instintos más primitivos y terminase arrepintiéndose de todo. Salió de la habitación lo más rápido que pudo e ignorando la mirada extrañada de su hermano, corrió fuera internándose en el pasillo del hotel hasta meterse en el ascensor, necesitaba desaparecer por un momento.

Axel quien parecía ser el único despierto y había presenciado toda la situación dejo la laptop a un lado y observo a Alexander.

— ¿Qué? — Escupió Alexander aun molesto

— Creo que en estos momentos Lucas diría que te has enamorado de un demonio. — Se burlo restándole importancia al asunto cosa que solo consiguió enojar aun más a Alexander. — Sabes cuando era solo un muchacho tonto bajo las ordenes de Sebastián, también llegue a pesar que todos éramos demonios a nuestra forma... Pero ella, esa niña es la más fuerte de todo nosotros. Lo supe desde el día que la vi desafiar a nuestro padre. En cierto modo todos lo sabíamos... Ella seria quien llevaría al infierno a todos esos imbéciles que tanto daño nos han hecho.

— No tiene por que cargar con todo eso. La culpa de todo esto no la tiene ella, ni tú, ni Liam ¡Ni nadie! — Se quejo Alexander.

— Te equivocas Alexander, es cierto todos fuimos peones... Pero en cuanto se nos dio el poder para tomar decisiones ¿Crees que nos echamos atrás? ¿Qué dijimos "Esto no es correcto"? No. — Le escucho murmurar aumentando su impotencia. — Todos cargaremos por siempre con nuestras culpas y eso ni tu ni nadie puede cambiarlo.

— Tal vez no pueda eliminar su pasado, pero Irina merece ser feliz...

— Y tú quieres estar allí ¿Verdad? — Interrumpió Axel. — Con eso me lo confirmas muchacho. — Se burlo amargamente dirigiendo una mirada culpable hacia la habitación donde descansaba su familia. — Supongo que los polos opuestos se atraen... Y vaya que ustedes son polos opuestos.

— Pues enamorado o no, tal parece que ella solo me ve como un peón en su juego. — Revelo Alexander, tal vez su mayor temor. — Puede que al final tenga razón. Yo... no podría seguir con esto. No puedo acostumbrarme a vivir como ustedes, a asesinar... A hacer lo necesario.

— Y ella nunca podrá tener una vida completamente normal. — Alexander lo observo con pesimismo, tenía razón. — ¿Y eso es todo? ¿Qué harás ahora que lograste comprender tu tonto corazón? ¿Dejaras que se vaya?

— Ten algo de valor policía. — Susurro de pronto Liam, quien a pesar de que parecía dormir profundamente en el sofá, estuvo escuchando la conversación durante todo ese tiempo.

Irina. Bienvenidos al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora