Capitulo. 34

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Llevaba días haciendo mandados tontos, o al menos a su parecer, pues esas personas, la utilizaban para limpiar, cocinar o como recadera, por extraño que pareciese no le obligaban a realizar trabajos sexuales, no había torturas ni malos tratos excesivos, era como si realmente no supiesen que hacer con ella. Eso sí, tampoco era tontos; no le daban ningún trabajo que pudiera acercarla a las armas o la salida. Aquel trato realmente le daba ventajas, cosa que no dudo en aprovechar y día a día se dedicaba a conseguir la confianza de algunos hombres, los más jóvenes eran fáciles de manejar por lo que un trato especial, una mirada seductora o un simple favor, podrían serle de mucha utilidad. Cómo de costumbre los intervalos de tiempo en que la dejaban sola, se escabullía de regreso a la habitación de Alexander... Su herida resultó ser realmente grave, pero por suerte parecía mejorar.

— Irina. — Llamo de pronto él policía interrumpiendo su acostumbrado saludo. — ¿Podrías decirme algo sobre lo que está pasando? Cada vez que vienes solo preguntas por mi estado. — Le recriminó, sin embargo no parecía molesto sino preocupado. — Mírame, estoy bien. Pero necesito saber al menos ¿Dónde estamos? ¿Qué paso? ¿Qué trato hiciste? ¿Dónde están los demás? ¡Algo!

Su angustia era comprensible, y por mucho que intentase obviarlo sentía claramente como la ansiedad oprimía su pecho al punto de impedirle respirar. Estaban en una situación horriblemente peligrosa. Y estaba consciente que de no ser por ella, Alexander nunca se hubiese visto envuelto en tal lío, le debía al menos una explicación.

— Ellos iban a matarte — Reveló, aunque ese punto resultaba bastante obvio para ambos. — Te hirieron y supe que no sobrevivirás mucho tiempo... Así que hice un trato con el jefe de este lugar. Acepte ser su prisionera mientras te dejasen vivir y no tocaran a mi familia.

Irina intento sonar lo más tranquila posible, restándole total importancia al hecho de que ahora dependía de la órdenes de un mercenario. Pero de nada sirvió pues Alexander la observó cada vez más perplejo, el muchacho se irguió ignorando los intentos de Irina por mantenerle quieto.

— ¿Ser su prisionera? ¿Estás loca? ¿Es por eso que te comportas de esta forma? — Alexander lucía realmente molesto, y como para no estarlo pues no existía forma de que pudiese ver "normal" el ser prisionero por voluntad propia.

— Eso a ti no te incumbe. — Zanjo ella totalmente a la defensiva. — En lugar de hacer preguntas tonta, intenta recuperarte pronto para poder irnos de aquí.

— No. Sí me incumbe, es mi vida por la que estás encadenando la tuya. — Chillo este al instante. — ¿Acaso no te das cuenta? Basas tu seguridad y la de todos en ¿Qué? ¿La palabra de un asesino?

Por muchas barreras que construyese para protegerse, todas parecían derrumbarse ante el más mínimo contacto con Alexander. Quisiese o no sus palabras siempre terminaba calando demasiado profundo en su corazón... No podía seguir así, el chico se convertía lentamente en su debilidad y eso en su mundo significaba la muerte.

— La palabra de un asesino no vale nada...

Aquel susurro basto para que el muchacho entendiese su error, ambos tenían miedo de lo que pudiese suceder; estaban solos, desarmados, tenían todas las de perder en un situación así... No podía simplemente cuestionar a la única persona en la que podía confiar. Quisiesen o no, eran un equipo y debían creer uno en el otro si querían salir con vida.

— No quise decir eso. Pero no negare que temo por ti. — Susurro Alexander sorprendiéndola. — Gracias a ti estoy vivo... Irina se suponía que yo debía ser quien cuidara que nada te pasara esa noche, no estuve atento y para cuando note que algo extraño pasaba ya era tarde... — Continuo en un hilo de voz, nunca imagino que él también se sintiese culpable.

Irina. Bienvenidos al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora