Francisco Palmer.
-Señor, la Señorita April acaba de entrar en la propiedad. Tal parece ocurrió algo, pues viene conduciendo muy rápido - solté un bufido de frustración, seguramente se metió en problemas cuando claramente le advertí se mantuviera quieta.
-Gracias Fernández, dile que me espere en la sala.
-Como usted diga Señor - el chico salió de mi oficina.
Diez minutos después fui a la sala, April me esperaba de espaldas, taconeando.
-¿Qué quieres esta vez? - pregunte sin un atisbo de interés, puede que sea mi hija, pero no me interesa en absoluto lo que le pase y sé, el sentimiento es mutuo. Mientras cumpla sus caprichos ella no molestará.
Volteo a verme y lo que vi me dejo estupefacto - ¿Qué te pasó?
-Esa tipeja me golpeo - chillo quejándose - La perra Coleman me dejo la cara así - señaló su rostro hinchado.
Los moretones empezaban a notarse, otro poco más y le desfigura la cara. Su vestido azul claro estaba manchado de sangre y su cara evidenciaba molestia porque al fin alguien la haya puesto en su lugar.
-Era algo de esperarse, además tú has de haber hecho algo para molestarla - respondí sin importancia sirviéndome un vaso de whisky - ¿O me equivoco... - le di un trago - y solo te pegó por gusto? - se acercó enojada arrebatándome la copa.
-A ti qué te pasa
-¿Me pasa de qué?
-En lugar de estar planeando el siguiente ataque para acabar de una vez por todas con Alexandra, estás muy tranquilo y aparte, cuando te dije lo que me hizo ni siquiera mostraste interés.
-Pues porque, no me interesa lo que te pase y si esa niña te golpeo fue porque ya te lo habías buscado. Que no sepas defenderte no es mi problema.
Te pedí mantenerte calmada, que no buscaras problemas por unos días y ¡es lo primero que haces! - Dije visiblemente molesto por no seguir la indicación - Lo diré una vez más April... Quiero que dejes a Alexandra tranquila y más te vale obedecerme, ¡entendiste! - el vaso de whisky en sus manos fue estrellado contra el suelo.
-Primero ella me restriega en la cara que "es la reina" y tú, en lugar de defenderme, ME PIDES QUE LA DEJE TRANQUILA - gritó enojada - No sé por qué estas defendiéndola, esa perra no es nada tuyo, yo sí, ¡SOY TU HIJA!
-¡Suficiente!, lo que suceda contigo me importa un bledo. Si no te sabes defender no es mi problema y si es la reina de la mafia es porque ella sí, es inteligente - añadí irritado - No me hagas repetir las cosas dos veces y mejor grábate esto en la cabeza... Tú jamás, serás la reina de la mafia, es un título que te queda demasiado largo y no estás a la altura. Mejor admite que ese título le queda perfecto a Alexandra.
-Te vas arrepentir, Palmer - amenazó. Reí burlón levantándome del sillón y agarrándola fuertemente del brazo.
-A mí no me estés amenazando, no olvides que puedo quitarte todo en este momento.
-Te odio - jalo su brazo.
-El sentimiento hija mía, es mutuo - la solté bruscamente haciéndola retroceder algunos pasos. Dio vuelta, sin decir nada caminó a la salida - No olvides lo que dije - salió refunfuñando, iba más enojada que como llego.
Se supone que debo quererla, pero no siento absolutamente nada por la que es mi hija. Nunca fui un hombre abierto a demostrar y expresar sentimientos, toda mi vida fui frívolo.
A los doce años me adentre en esta vida y me gusto; me gusto hacer y deshacer las cosas a mi antojo, podía tener lo que quería en el momento que quisiera y me fascinaba, para qué querer amor si estaba rodeado de lujos, dinero y cuanta perra quisiera. Si deseaba tener dos putas las tenía, después de todo, quién iba decirle no al dinero; ya sea por necesidad o avaricia. Tampoco era hombre de amigos, solo había dos personas a quiénes consideraba mis allegados y esos eran Mark Coleman y David Miller.
Ellos han estado conmigo desde que tengo memoria.
Tener una doble vida hasta cierto punto era divertida, mantenía oculto todo lo sucio que hacía con una empresa que levanté en ese entonces. También asistía a la escuela para mezclarme con gente de mi edad, en fin, mi vida estaba perfecta porque era feliz siendo un hijo de puta hasta que la conocí a ella... La chica más hermosa que había visto en mi vida.
Era tan dulce, tierna e inocente, con un carisma encantador, por lo que no tarde en enamorarme de ella. No éramos novios, pero a mí me gustaba mucho y solo esperaba el momento indicado para confesarle mis sentimientos; obviamente no contaba con que todo daría un giro inesperado.
Jueves once de Marzo, quedé en reunirme con los chicos, decidí invitarle y ella gustosa acepto acompañarme. Los chicos quedaron instantáneamente impactados con la belleza de la chica, se me hizo normal puesto que realmente era una mujer Italiana muy bella y no le tome tanta importancia. Días después decidí que ya era el momento, así que fui a buscarla a su instituto con la intención de invitarla a comer.
La vi salir de la escuela, se despidió de sus amigas y salió corriendo con una enorme sonrisa hacia una persona a la cual envolvió en un gran abrazo. Se separaron porque el pareció decirle algo, ella lo soltó mirándolo directamente a los ojos y luego le plantó un beso en los labios.
Ese beso y darme cuenta quién era aquella persona, me destrozaron completamente.
Mi amigo, Mark Coleman y la chica que amaba, Juliet Rinaldi, estaban besándose. Entonces entendí que en esa vida, nadie tiene amigos.
Puse distancia de ambos, descuide mis negocios, Mark y ella me pidieron disculpas, trataron de arreglar las cosas conmigo, pero yo no quería saber nada de ellos, eran unos traicioneros; unos mentirosos. Me ocultaron su relación y de no haber sido porque los vi, jamás me lo hubieran dicho, de eso estoy seguro.
Por otra parte, David se aprovechó de la situación; se aprovechó de lo descuidado que tenía mis negocios y me tendió una trampa, quitándome todo lo que tenía y dejándome al borde de la muerte. Cuando desperté ya habían pasado quince años, no tenía nada por culpa de ese bastardo más que una pequeña fortuna enterrada en lugar escondido.
Jure vengarme. No obstante, David ya no existía y ahora el que estaba en el poder era su hijo James Miller, aleas "el Rey".
Ese engendro no era nada parecido a su padre y aunque sabía que él no tenía la culpa, mi sed de venganza era inmensa. No me importó quién es, me las cobraría y recuperaría lo que era mío.
-Señor, ¿me mandó llamar?
-Si Ottavio, quiero que busquen a April, síganla sin que se dé cuenta; vigílenla y asegúrense de que no cometa ninguna tontería. Siguen siendo las mismas órdenes.
-Si la Señorita April se acerca a la Señorita Coleman...
-No debe acercársele, no quiero que lastime a la princesa Coleman. Así tengan que traerla arrastrando de los cabellos, amarrada o con un balazo en la cabeza, la traen. A Coleman nadie la toca si yo no lo ordeno, ¿entendido? - aseveré molesto.
-Como ordene Señor - salió corriendo.
Ya no estoy muy seguro de querer dañar a la hija de la mujer que amé. Además, la veo y no cabe duda que esa niña heredó todo el físico de su madre - Es tremendamente hermosa - se parecen demasiado.
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El rey
RomanceJames Miller o mejor conocido como el Rey, es uno de los más grandes, poderosos, respetados y temidos mafiosos, a decir verdad es el peor. Es muy frívolo con todos y no se tienta el corazón para nada, pues es un bloque de hielo; no conoce el amor po...