Capitulo 76

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James Miller.

Salí de viaje a Italia excusándome con trabajar, aunque la realidad es otra. Fui a cerciorarme que la nueva casa que compre estuviera lista para ser habitada.

Desde la mitad del embarazo de mi reina decidí que lo mejor sería mudarnos y compré una nueva mansión en Italia, especialmente para nosotros cuatro como familia. Hasta hace apenas dos días terminaron de hacer la remodelación porque fui específicamente puntilloso con la decoración de toda la mansión y sobre todo, con las habitaciones de mis hijos.

Hace ya unos meses que quiero proponerle matrimonio a mi reina, quería casarme con ella bien y esta vez no solo por un pretexto. Quería "comenzar" de nuevo, quiero vivir con ella y mis hijos lejos del bullicio de la ciudad de California y no porque no me gustará, realmente me gusta vivir en California. Pero no hay nada comparado con mi bello Verona.

Si bien no tuve la mejor infancia, ya que había sido una auténtica mierda, me gustaría que mis hijos tuvieran la mejor infancia; me gustaría que disfrutarán y amaran esa ciudad tanto como yo. Quiero que crezcan allí con todo el amor que su madre y yo les tenemos.

Sé que Alexandra los ama y ni se diga de mí, ellos son el centro de mi universo. Desde que nacieron mi miedo por ser con ellos como mi padre era conmigo y con mis hermanos fue gigantesco, pero me prometí a mí mismo que antes muerto, a convertirme en un maldito hijo de puta como él. A mis hijos jamás les faltará amor y seré el mejor padre que pueda existir para ellos, eso lo juro.

-¡James, dónde tienes la cabeza! - gritó Henderson sacándome de mis pensamientos. Le había dicho que por tantos años de amistad y lealtad que tenía hacía mí, podía llamarme por mi nombre; claro está que nunca lo hacía por el respeto que me tiene.

-Dime.

-Te estoy hablando desde hace cinco minutos - espeto serio, había preocupación en su mirada - Tu celular estaba sonando y no atendías tampoco - hizo una pausa - Patrón, su hermano me llamó. Su esposa sufrió un ataque como distracción para poder entrar en su casa, ahí también hubo un ataque.

Me levante exaltado - ¡Qué! - la noticia me pegó como un balde de agua helada.

Estaba embobado en mis pensamientos que no estuve al pendiente de mi mujer y mis hijos - ¡JODIDO HOMBRE TIENE! - me recrimine mentalmente.

-Vamos al aeropuerto - agarre mis cosas y salí a montarme en la camioneta, en el camino llamaría para que se apuren alistar el jet - ¿Cómo se encuentran? - pregunté.

-Solo informó su hermano que están bien, no dijo más - asentí esperando que sea verdad, jamás me perdonaría si les pasa algo.

Todo el maldito vuelo estuve llamándole a Alexandra y no me respondía. Estaba muy angustiado, no tenía idea de nada de lo que ocurría, solo quería que me contestara mi mujer y no lo hacía.

Llegando a la mansión, todavía ni detenía el auto Henderson cuando salte y corrí adentro buscando a mi mujer, a mis hijos. Pase por la sala ignorando a todos y subí a la habitación principal.

Entré sigilosamente, no quería hacer ruido por si los bebés dormían y al visualizarla sentada en la cama solté todo el aire contenido.

-Qué bueno que llegaste - musito sin mirarme - Acaban de quedarse dormidos - dijo refiriéndose a los bebés. Se levantó de la cama dándose vuelta, antes que se pusiera su bata pude ver algo sospechoso en su brazo. No dije nada, me acerque hasta ella y comprobé que era una gasa, obviamente no necesite preguntarle la razón, sabía lo que significaba.

Di media vuelta y salí de la habitación yendo a mi despacho, necesitaba calmarme o de lo contrario explotaría.

-Amor - entró Alex detrás de mí, cerrando la puerta - Fue un descuido de mi parte, lo siento - se disculpó con voz aniñada.

El reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora