Steve Coleman.
Después de que mi hermana regresara de su luna de miel, tuve que partir a México por cuestiones de negocios y también porque quería ver a un gran amigo.
-Steve, vete con cuidado – dijo en modo mamá mi hermana – No demores mucho.
-No mamá – rodé los ojos.
-Cuídala bien cuñado – me despedí de James.
-Siempre y Alexandra tiene razón, cuídate Steve. Cualquier cosa que necesites llámanos.
-Gracias – me despedí de toda el clan Miller Coleman y partí.
Mi vuelo desde Italia hasta México fue bastante largo y estaba muy agotado. Descanse lo que restó de día y a la mañana siguiente salí hacer negocios, como siempre todo salió a la perfección.
Ese día regrese a mi hotel, tome una ducha, comí algo y me quede profundamente dormido. Al siguiente día no hice nada, por la noche tenía un evento en casa de mi amigo Alessandro - cosas de mafiosos – a veces esos eventos eran muy tediosos, pero no podía rechazar la invitación de mi amigo.
Hace media hora que llegue, estaba aburriéndome y las mujeres no dejaban de verme; me comían con la mirada. Los hombres, esposos de esas mujeres me miraban con odio, ignore todo y me puse a tomar champagne y platicar con otros Señores, estaba haciendo muy buenos negocios.
Las personas comenzaron a cotillear por lo bajo sobre una chica nueva que había ingresado en el salón, nadie la había visto. Una de las esposas con los que estaba haciendo negocios le dijo a otra - Mira ahí está – su voz de las Señoras era de absoluto desdén y envidia.
Todos los que estaban platicando conmigo voltearon y se quedaron embelesados. ¿Qué tanto les sorprendía?, seguramente se trataba de una chica dándose unos aires de grandeza, vestida muy vulgar como las demás. Mire hacía la chica y lo que encontré me dejo absorto.
Dios me había hecho tragarme mis palabras poniéndome tan bello Ángel frente a mis narices.
Termine de hacer mis negocios sin dejar de mirar de reojo cada movimiento de la chica. Al quedarme solo seguí mirándola desde lejos, tenía que conocerla; debía conseguir su nombre y algún dato para contactarla.
Salió de la casa rumbo al jardín seguida por sus dos escoltas, iba a ir tras ellos, pero llegó Alessandro.
-Steve, que bueno que viniste. Hace mucho tiempo no te veo.
-Alessandro – nos saludamos muy amigablemente – Ya casi un año.
-¿Cómo está tu hermana?, supe todo lo que pasó.
-Todos están muy bien, gracias.
-Cualquier cosa que necesiten no dudes en pedírmelo, recuerda que eres como un hijo para mí – en ese momento vi entrar a los dos escoltas solos.
-Claro, muchísimas gracias. Perdón que te deje Ale, pero tengo que hacer una llamada – salí rápidamente y busque a la chica como si mi vida dependiera de ello.
No la encontraba por ninguna parte hasta que escuche un grito en la cochera, fui corriendo y al llegar la escena que encontré me cabreo demasiado.
Un imbécil estaba intentando abusar de la chica, se lo quite de encima y comencé a golpearlo, por alguna razón me había molestado demasiado.
-¡A las mujeres no se les toca imbécil! – grité enfurecido soltándole más golpes. El imbécil trataba de defenderse inútilmente, seguí golpeándolo hasta dejarlo inconsciente.
-¿Estás bien? – deje el cuerpo tirado, dándome vuelta para mirarla.
-Sí, muchas gracias por haberme salvado – sus ojos aún se veían llorosos, se notaba que intentaba ocultar su llanto. El miedo y asco en su cara por lo de hace un momento era palpable, pero ni así dejaba de verse linda.
-Señorita Stone – le gritaron y se acercaron corriendo sus escoltas - ¿Se encuentra bien?, no debimos dejarla sola – se escuchaban culpables. Los mire bien y mi sorpresa fue encontrar a Taylor y Adam, si ellos eran sus escoltas seguramente ella era familiar de Alessandro.
Pobres imbéciles, jamás debieron haberla dejado sola, ahora se llevarían una gran regañiza.
-Chicos por favor no se culpen – los miro con una sonrisa cálida – Yo les pedí que fueran por mis cosas y me dejaran sola, no se preocupen, además el joven me ayudó.
Internamente estaba sorprendido, ¿quién demonios era esta mujer?, por un momento me hizo recordar a mí hermana, ambas llenas de calidez a pesar de haber estado en problemas.
Los escoltas me miraron y abrieron los ojos sorprendidos al reconocerme, inmediatamente me miraron atemorizados.
-Señor Coleman – ambos musitaron con miedo y respeto, los mire serio haciéndoles ademán de seguirme. Les di órdenes de llevarse el cuerpo y que no le dijeran a nadie lo que había pasado, yo personalmente me encargaría del asunto después, por ahora me encargaría de llevar a la chica a su casa.
-Yo te llevaré a donde tú me digas – le dije regresando junto a ella.
-Era trabajo de los chicos – respondió mirándome seria.
-Recibieron nuevas órdenes.
-No te conozco y no confió en ti – soltó de manera borde.
No pude contenerme y sonreí - Acabo de salvarte y no confías en mí – cuestione – Ven – tire de su brazo sin ejercer fuerza para no lastimarla, la subí al auto, subí su equipaje y luego subí yo.
-¿A dónde? – pregunte. Me dio la dirección del departamento, no dijo nada y solo conduje.
En el trayecto nadie hablo, era un silencio un tanto incómodo; no sabía cómo entablar una conversación sin regarla, era la primera vez que de verdad quería conocer a una persona.
Sentía su mirada sobe mí, eso me hacía sentir nervioso, la mire de reojo dispuesto a enfrentarla.
-¿Qué tanto me miras?, ¿Te gusto o qué? – sonreí socarronamente comportándome como un adolescente.
-No tienes tanta suerte – me sonrió de la misma forma.
-Que ego – reí – Me llamo Steve Coleman.
-Emma Stone – el semáforo se puso en rojo, la mire directamente a los ojos confirmando que es una chica demasiado linda.
-Es un placer Emma.
Al dejarla en el apartamento me prometí que sin importar qué pasara, la buscaría y el día que la encontrara, no la dejaría ir.
Emma Stone sería mía.
...
Mis amores, la continuación de esta historia se llama "MI INFIERNO PERFECTO" y narrará la historia de amor de Steve. Espero le den una oportunidad y la disfruten.
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El rey
RomanceJames Miller o mejor conocido como el Rey, es uno de los más grandes, poderosos, respetados y temidos mafiosos, a decir verdad es el peor. Es muy frívolo con todos y no se tienta el corazón para nada, pues es un bloque de hielo; no conoce el amor po...