Secretos y omisiones

Capítulo 59: Templo.

Claude recorría el templo siempre curioso, muchas veces se ganó regaños por parte de los monjes que se sentían incómodos por la presencia de un extranjero, aun si pertenecía a una hermandad con la que tenían un pacto de amistad no permitirían que hurgaran demasiado en asuntos que no les correspondían, los reclamos consiguieron llamar aún mas la atención de Claude y como siempre, despertó su curiosidad, en casa nunca había visto la casa de Sri Yantra, que era resguardada en una habitación bajo llave pero que aunque se les entrenara para custodiarla, la hermandad no centraba su funcionamiento en el cuidado de esa caja como si parecían hacerlo en esta orden.

Cada día que pasaba, Claude se entusiasmaba más con ver esa caja, solo quería verla, había escuchado que de las cuatro cajas esa era la más poderosa, que si se sabía usarla tenía el poder de cambiar de la realidad, todas esas clases, a las que apenas presto atención en su momento, regresaron a su mente.

Cuando se les entrego los prodigios de la mariquita para que lo devolvieran, el duque había dicho algo muy interesante que ahora le rondaba la cabeza frecuentemente "Esos aretes tienen una contraparte, un compañero que lucha junto a la heroína, pero debido al inmenso poder que tiene juntar esos miraculous, muy pocas veces la orden que los resguarda los entrega juntos, por seguridad".

Había visto los aretes, ahora cada vez más deseaba ver el anillo. Esa ansia despertó en él un sentimiento casi de codicia, ver esa caja comenzaba a dejar de ser una simple curiosidad para convertirse en una necesidad imperante.

Félix por otra parte, fascinado y curioso con la cultura de China, intentaba desviar sus pensamientos de que cuando volviera Bridgette ya no estaría allí. Por curiosidad les preguntaba cosas a los monjes, charlaba horas con ellos, la mayoría de veces solo escuchándoles porque nunca había sido muy partidario de hablar. Quería entender su cultura, comprender sus motivaciones, saber porque esa orden era tan diferente a la suya si en esencia se dedicaban a lo mismo.

Comenzó por conseguir que le revelaran detalles secretos, luego se las arregló para descifrar la escritura que tan celosamente esas personas guardaban, no tenía ningún propósito real para esos conocimientos pero eran una buena forma de mantener su cabeza ocupada ahora que pasaban una tranquila estadía en ese lugar, Félix temía que los pensamientos sobre Bridgette regresaran, que fueran incluso más fuertes de lo que habían sido cunado estuvieron en la ciudad prohibida...

La curiosidad de Félix llamo la atención del anciano jefe de la orden incluso más que las excursiones de Claude por todo el templo, cada día que los chicos pasaban allí el líder deseaba más que se apresurara el día de su marcha, llego incluso a prohibir a sus compañeros revelar cualquier cosa, por más pequeña que sea, a cualquiera de los dos extranjeros. Poco le sirvió esta medida al anciano líder, pues aun así uno de los jóvenes guardianes le tradujo un poema a Félix.

-Es para su hermana, un recuerdo – se excusó el joven discípulo cuando la noticia llego a oídos del líder, el anciano apretó la mandíbula, si no recordaba mal, a diferencia de los guardianes de su templo, que eran traídos de las aldeas vecinas he incluso, por orden del emperador, de todas partes de China, los guardianes de la caja Sri Yantra eran escogidos entre los huérfanos, al igual que en China ninguna familia noble enviaría a sus hijos a resguardar la caja, pero al ser un secreto de estado en Francia, no tenían la ventaja de que las familias pobres o creyentes les enviasen a sus hijos.

-Te ha mentido – le dijo el anciano -. Todos los miembros de la hermandad son huérfanos.

El discípulo agacho la cabeza sintiéndose culpable de haber sido tan tonto y el anciano ordeno que le trajeran a Félix. El joven entro con su aspecto elegante de siempre, no parecía nervioso, su cabello rubio había sido cortado desde su llegada y ahora le llegaba hasta la mandíbula, el anciano no terminaba de entender porque esos dos jovencitos no querían cortarse el cabello completamente, como lo hacían todos los discípulos de su templo.