Capítulo 62: Desde la ventana

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Cuando vio desde la ventana a Félix alejarse de su casa quiso seguirle, decirle que se iría con él a cualquier lugar donde él quisiera llevarla, en su lugar le siguió con la mirada hasta que desapareció por la calle, luego de eso, sintiéndose derrotada se sentó en un sillón, cuando Justin entro a la habitación su aspecto era el de una muñeca de trapo.

- ¿Cómo se encuentra señorita? – pregunto la joven sirvienta y Bridgette se incorporó.

- No lo sé ni yo misma – dijo tomando su bordado de una de las mesitas y comenzando a trabajar en silencio.

Desde muy pequeña su madre le enseño a coser, aprendió sentada frente a la chimenea, el calor del fuego era agradable y ella junto con sus hermanas movían con torpeza la aguja mientras intentaban bordar tan bien como lo hacía su madre.

Comenzó a extrañar esos viejos momentos, sin preocupaciones, cuando le hacía vestidos a sus pálidas muñecas de porcelana, cuando su madre la llevaba de la mano a la iglesia y escuchaba con devoción los canticos religiosos.

Ahora cosía con cansancio, y sentada en un sillon viendo el tiempo pasar mientras la aguja traspasaba la tela una y otra vez, el día de su boda llego. El corsé del vestido de novia apenas le dejaba respirar, Justine le colocaba el velo sobre la cabeza y ella se preguntaba que era lo que debía hacer, el casamiento era uno de los acontecimientos más importantes en la vida de toda mujer... pero no se sentía emocionada, tampoco nerviosa, el único sentimiento que le recorría el cuerpo y el alma era una indiferencia profunda, cuando pensaba en su familia y en su futuro esposo, todos parecían haberse convertido en muñecos, similares a los que aún conservaba de su niñez.

Cuando entro al altar casi deseo ver a Félix sentado en las bancas de la iglesia, aún si verle le traía una pena enorme, deseaba tener algún sentimiento abrazador que le quemase el pecho.

No sintió que firmara una condena cuando pronuncio el "Si, acepto" después de todo la decisión de esa boda se la había tomado mucho antes. Luego llego la fiesta donde termino sonriendo cuando su madre se acercó a ella para regañarla y susurrarle "¡Eres la novia más amargada que he visto! Muéstrate feliz de estar casada, no olvides que tu padre te ha conseguido un muy buen partido".

Mientras los invitados celebraban ella se recordaba que había decido poner todo de su parte para enamorarse de su esposo... pero cuando la fiesta termino y se quedó sola con su esposo, dudo si alguna vez podría quererle, pero no protesto cuando el conde la convirtió en su señora, no dijo nada... porque aparte de cierto desagrado, no sintió nada.

Y luego de la boda los días pasaron monótonos y sin sentido, Bridgette sentía que su vida se le escapaba encerrada en esa mansión, en ocasiones frustrada reñía a alguna de sus empleadas, incluso a Justin a la que antes de casarse nunca le había levantado la voz, se sentaba en la sala a coser mientras su esposo leía el periódico, en su mente comenzaba a preguntarse si tenía algún sentido vivir así... no le encontraba ninguno, por más que se repitiera las palabras que su madre le decía como verdades absolutas.

Lo único que lograba relajarla eran los caballos, cuidaba de ellos más que de su propia casa, aun ante la inconformidad de su marido ella seguía practicando equitación, al final el conde se resignó, el menos ese hobby alejaba de ella esa frialdad que siempre le mostraba.

Segura de que nunca podría amar a su marido, supo que podría soportarlo, solo tendría que acostumbrarse a él, era sencillo, ya lo estaba haciendo.

Desde su matrimonio rezaba más que nunca y en su aburrida rutina, llego incluso a encontrar divertidas las misas, paseaba seguido y se confesaba a diario, incluso cuando tenía que inventar pecados.

Salía a pasear por las tardes acompañada de su criada, compraba telas para hacerse vestidos y confeccionarle alguna prenda a su marido, poco a poco se fue acostumbrando a los sinsabores de la vida conyugal.

Secretos y omisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora