Capítulo 8: Maestro Fu

2.2K 187 6
                                    

El templo estaba en llamas, él no sabía a donde debería correr, el enemigo estaba por todos lados, por alguna casualidad del destino entro en el santuario de la caja de los prodigios, nunca antes había entrado allí, aun no era un guardián por lo tanto no podía ver aquel preciado tesoro.

Fuera los gritos inundaban el ambiente, el calor del fuego lo hacía sudar y sabía que miles de sus compañeros estaban muriendo en ese mismo instante. Él era un cobarde, era su culpa que el templo estuviera siendo destruido... su culpa por ser tan confiado, debería quedarse en el frente de batalla, debería morir protegiendo el templo, pero cuando sus superiores le dijeron que todavía no tenía la fuerza para luchar y debía marcharse, les hiso caso.

Se deslumbro por la majestuosidad de la recámara, por un momento el caos que lo rodeaba desapareció. Luego de ese corto periodo de tranquilidad sus tormentos volvieron, no debía estar allí, no era digno de estar en esa recamara, era su culpa que toda esa majestuosidad fuera destruida.

-Fu – llamo una voz ahogada.

-Maestro – dijo el joven acercándose al viejo hombre -. ¿Cómo se encuentra? ¡Qué digo! No soy digno de estar aquí, perdone mi impertinencia, debo marcharme.

-Espera muchacho – dijo en anciano -. Ellos quieren esta caja, llevan buscando esto desde la guerra, no pueden permitir que tengamos en nuestro poder algo tan peligroso para ellos.

-Lo siento maestro – se disculpó el joven -. Ha sido mi culpa, yo les dije dónde estaba el templo, ellos... ellos dijeron que necesitaban nuestra ayuda.

-No ha sido culpa tuya solamente – dijo el anciano poniéndole la mano en el hombro del joven que lloraba desconsolado -. Todos tenemos algo de culpa.

-No tanto como yo.

-Soy un hombre viejo, tengo que poner la caja de los miraculous lejos de su alcance – el anciano tocio a causa del humo -. Yo no puedo huir con ella, necesito que lo hagas tú.

-Pero maestro, he traicionado a nuestra orden – dijo el joven sollozando -. No merezco que se me de tal responsabilidad.

-Quizá no, pero eres el único que puede hacerlo, si esta caja cae en manos enemigas ellos tendrán un poder inconmensurable, se adueñaran del mundo, estos miraculous junto a la caja que ya poseen los harán invencibles, pronto habrán colonizado y conquistado todo. Sé que quizá hayas cometido un terrible error, para reivindicarte, toma la caja y el libro, y huye de aquí, márchate lejos, a un lugar donde nunca puedan alcanzarte, encomienda tu vida a que estos miraculous no caigan en manos codiciosas y vive solo para resguardar que sean usados para el bien.

-¿A dónde debería ir?

-Ve a Francia, antes incluso de que tu nacieras vinieron un par de chicos a devolver los miraculous de la creación y la destrucción, pertenecientes a la hermandad que custodia la caja de Sri Yantra, me parecieron personas muy confiables sus nombres eran Agrapart y Fayolle.

-Si maestro – dijo el muchacho mientras tomaba la caja y el libro.

-Este es mi prodigio – dijo el maestro entregándole una pulsera -. Es el prodigio de la tortuga y otorga protección. Da sabios consejos, no cometas los mismos errores que yo, escucha siempre lo que te diga.

-Si maestro.

-Vete ya, antes de que esos extranjeros lleguen hasta nosotros – dijo el anciano, el joven disipulo abrazo con fuerza ambos tesoros, salió de la lujosa habitación y corrió lejos del templo que durante dos años había sido su hogar, no paro hasta que las llamas del templo se perdieron de vista y el alba le ilumino el rostro, entonces se desvaneció de cansancio sobre la nieve helada.

Pero uno de sus enemigos se había dado cuenta de su huida, aprovechando que el muchacho se desplomo exhausto y se acercó a él con sigilo.

El joven aprendiz de monje utilizo todas las fuerzas que le quedaban para apartarse de esa persona, aquel hombre se rio de él.

-Crees acaso que tienes alguna oportunidad contra mi, asqueroso monje – le dijo burlón.

-Hablas chino – susurro Fu.

-Claro que sí, he pasado mucho tiempo en estas tierras buscando su patético templo – dijo el hombre era un portador de miraculous, usaba el miraculous de halcón. El monje tenía firmemente agarrada en su puño la pulsera que le dio su maestro, se la coloco -. Si me das la caja y ese libro te dejare con vida.

-No – dijo el joven mientras una luz verde anunciaba la presencia de un Kwami.
- No entiendo esa determinación por el sacrificio de los chinos...

-Wayzz transformación.

-Maldita sea – grito el portador del halcón cuando Fu extendió a su alrededor un campo de fuerza.

Haciendo uso de fuerzas que no tenía corrió lo más rápido que pudo, el halcón lo seguía de cerca. No sabía hacia donde corría y el paisaje ya no le resultaba familiar, no vio el precipicio delante de él, solo reparo de su presencia cuando se encontró cayendo, hubiera muerto de no estar usando un prodigio.

Durante la caída soltó sus dos preciados tesoros, el libro desapareció entre unas rocas y la caja se abrió por el duro golpe que se dio al chocar contra el suelo. Fu recupero la conciencia unos segundo después y logro salvar con las justas la caja de las manos del halcón.

Sin salidas y ya sin fuerzas, el joven monje solo vio una alternativa posible, salto a las heladas aguas del rio que había junto a él, sujeto con fuerza la caja.

El halcón le perseguiría pero una bala le destrozo la cabeza antes de que pudiera hacerlo, Fu logro distinguir a otro de los monjes de su orden, sostenía un arma pero también estaba muy mal herido.

Fu despertó en la casa de un campesino, quienes lo habían rescatado del rio, la caja estaba junto a él, intacta, descubrió con horror cuando la caja se abrió por la caída dos miraculous se habían perdido, el de la mariposa y del pavo real, junto con el libro.

Ahora mientras le enseñaba a Marinette sus pocos conocimientos aun sentía culpa por lo que había pasado hace 170 años, si él no hubiera guiado a los extranjeros a su templo seguro que la orden seguiría todavía en pie.

Fu desconoce por completo que fue lo que paso luego de que se marchara, era muy arriesgado regresar, incluso cuando habían pasado más de cien años no pudo volver.

Desconoce también que ese monje que lo había salvado estaba herido de muerte, que apenas logro esconder los dos miraculous que se habían caído junto al libro y taparlos a ambos con piedras antes de morir.

De allí en adelante el tiempo hizo su trabajo, manteniendo los prodigios protegidos de los invasores extranjeros durante mucho tiempo hasta que una joven pareja que celebraba su luna de miel los encontró por casualidad.

Secretos y omisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora