LXXI

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La recepcionista del hotel miraba a aquella extraña mujer que estaba parada frente a ella, la dama vestía un sobre todo negro, atado con un cinturón a su cintura, botas y guantes del mismo color, un gorro estilo playero de color negro, y unos lentes también negros, la ejecutiva solo podía apreciar sus labios y pómulos, ya que el resto de su cuerpo estaba cubierto por las negras ropas.

─¿Se le ofrece algo?─ pregunto extrañada, no entendía porque la contraria la miraba sin decir una sola palabra

─¿Es cierto que hay gente francesa hospedados en este hotel?─ soltó en tono bajo y frío, como si de un secreto se tratara

─Si─ respondió tranquila ─Los únicos franceses aquí son la familia Agreste─ agrego en tono cordial

─Excelente─ musitó y se giro, yendo hacía la puerta, ante la confusa mirada de la joven recepcionista

Nathalie y Gabriel regresaban de haber estado toda la noche en el velorio de Adela; el entierro había sido en un cementerio cercano y por suerte lo realizaron temprano en la mañana; al llegar al hotel, en la puerta se encontraron con la extraña mujer antes mencionada, las dos féminas cruzaron miradas de forma rápida y continuaron con sus caminos.

─Quisiera volver a Paris─ comento la de mechón rojo mientras se adentraba en el ascensor junto a su novio

─Tus deseos son ordenes─ contesto este presionando el numero tres en la consola, las puertas se cerraron 

─Me duele estar aquí─ agrego mirando el suelo

─Lo entiendo─ la toma de las manos ─Te amo. . .y por eso iré contigo a cualquier parte─ la besa

Las puertas se abrieron, y estos salieron tomados de las manos, caminaron por el extenso pasillo y pasaron por las habitaciones, la mujer le indico a su novio que vaya a la habitación, y esta golpeó tres veces en la puerta que daba acceso al  dormitorio de las chicas.

Del otro lado una voz adormilada le dio acceso, la mujer gira el picaporte y entra en el lugar, camina por la gran habitación, y se sienta en la cama que había frente a la que la peliazul utilizaba

─Buenos dias─ saludo con tranquilidad, la chica se estira y le devuelve el saludo ─¿Dormiste sola?─ pregunto con algo de intriga, la joven asintio

─Quería estar a solas─ suspira ─Pero ya me siento bien─ agrego con una sonrisa

─¿Puedo saber que paso?─ se animo a preguntar, la de coletas suspira y baja su mirada

─Ya no tiene caso que lo oculte─ comento con algo de melancolía ─Estuve enamorada de Adrien los últimos dos años─ baja la mirada ─Y creí que era momento de decirle, usted me inspiró mucho─ Nathalie sintió su mundo caer, para nada sus intenciones eran crear falsas ilusiones en la joven, ahora se sentía culpable por ser la responsable de su tristeza ─Como pensaba solo soy una buena amiga─ concluyó sin atreverse a verla

─Es un rubio oxigenado─ bufo con notoria molestia, la chica la mira, no podía creer que ella se refiriera así de el  ─No sabe lo que se pierde─ suspira ─No estés mal, aveces los chicos suelen ser algo tontos, más a esta edad, se que se dará cuenta de lo importante que sos, y volverá como todo un perro arrepentido─ intenta reconfortarla, la chica esboza una sonrisa ─Y ahí es donde debes hacerlo sufrir para que pague por su insolencia─ se levanta y le tiende una mano, la chica la toma y se para

─Muchas gracias por sus palabras, se lo mucho que lo quiere, y no es necesario que hable así de el, lo entiendo y quiero que sea feliz aunque no sea ami lado─ desvía su mirada

─Lo quiero, pero si es un tonto lo dire─ hace una pausa ─¿Por que no te pones algo lindo, y vamos a desayunar?─ sugirió con picardia

─¿Le parece?─ pregunto confundida

Miraculous: El precio de nuestro amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora