RELATO CORTO DE GOKU Y MILK (CAPITULO TREINTA Y OCHO, SEGUNDA TEMPORADA)

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Lazuli siempre supo que Goku no sería suyo nunca mientras existiera Milk y aunque los hijos que este había tenido con ella no le habían dado muchos problemas hasta ahora, tampoco le agradaba que continuaran formando parte de su vida.

Cuando tomó la decisión de consultar a una bruja para conseguir que el hombre del que esperaba un hijo dejara de tener dudas y la amara por fin, su estado de alerta ante una inminente caída, la había hecho estar segura de su decisión. Pero no fue hasta que se encaminó al establecimiento de Uranai cuando estuvo de verdad segura de que quería que Goku fuera suyo sin importar el modo en el que conseguiría su amor.

Era cierto que para muchos esta forma de obtener de una vez por todas el afecto de alguien era una de las maneras más bajas en las que el ser humano podría actuar pero – para ser sincera – nunca le había importado lo que la gente pensara de ella.

Entró al establecimiento ocupando un sitio en un sofá color vino con detalles tallados sobre el marco de madera. Llevaba una bolsa de mano pequeña que colocó sobre sus piernas.

Se le había pedido que trajera fotografías del hombre al que iría dirigido el trabajo, una de la esposa a la que deseaba alejar y una suya.

Había podido conseguir la de Goku, se la había tomado luego de decirle que deseaba llevarlo con ella en todo momento y aprovechó para accionar la cámara sin esperar una respuesta del guerrero. Pero con la fotografía de Milk no pudo cumplir puesto que la mujer de cabello azul, no se despegaba de ella por ningún motivo.

Pensó en la repercusión que tendría en el trabajo de magia su ineptitud para conseguir todo lo que le habían pedido pero esperaba que la hechicera pudiera hacer algo al respecto.

La sala de espera de aquel sitio tenía pintados varios rostros de criaturas extrañas y aunque que lo iluminaba era blanca, existía un halo de oscuridad cubriendo la estancia.

Cuando la penúltima consulta de Uranai salió, Lazuli se levantó de prisa, como si temiera que su turno fuera ignorado.

Se encontró de frente con la mujer que a todas luces era ya una anciana. No pudo apreciar si tenía o no dientes porque en ningún momento le habló o le dirigió una sonrisa, pero aquello no fue lo más impactante del caso, lo que vino a continuación la dejó perpleja y le provocó escalofríos.

Cuando le abrió la puerta, la figura de Uranai flotaba a varios metros del suelo pero su cuerpo se mantenía sobre una bola de cristal como si estuviera sentada. No obstante cuando le indicó con la mano que cruzara al interior, de pronto, de forma inexplicable, su figura corporal se alargó tanto que pareció convertirse en un trozo de papel doblado por la mitad pero enseguida su silueta apareció, alta y delgada, envuelta en la misma bata negra que súbito había crecido con ella y ahora la bola de cristal brillante había pasado a sus manos.

Sin poder evitar la sorpresa, la boca de la rubia se entreabrió pero volvió a cerrarse casi de inmediato.

Entró casi corriendo, pues no deseaba hacer enojar a aquella mujer.

Abrió la bolsa enseguida con manos temblorosas para entregarle la fotografía de Goku.

Uranai la tomó casi arrebatándola de sus dedos.

No necesitaba ver aquel papel porque sabía que se trataba de uno de los alumnos de su hermano Roshi pero al sujetarla no pudo evitar pensar una vez más, en como el corazón de Goku había podido desviar el rumbo y acabar emparejado con aquella joven.

-Aquí debería haber otra foto – observó la hechicera, rompiendo el silencio y sobresaltando a la florista.

-Sí – se forzó a contestar ella – no pude conseguirla.

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