OCHO.

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Habíamos quedado de acuerdo para vernos.
Esta sería la ocasión en la que conocería por fin, al autor de las misteriosas notas.
Me sentía emocionada por encontrarme con él, pero también un poco nerviosa por escabullirme de casa sin decirle nada a alguno de mis hijos.
Desde el momento en el que acudí a aquella tienda de lencería para comprar atuendos íntimos, tuve la impresión de que dejé de ser la madre abnegada que fui durante años.
Si me ponía a razonarlo, no entendía del todo este cambio.
Porque una parte de mí, seguía luchando para hacerme entender lo mal que estaba actuando. Pero la otra, me hacía sentir la libertad y la locura de estar viviendo algo nuevo por completo.
Cuando Goku y yo debíamos sentarnos a comer con nuestros hijos, tratábamos de reconstruir para ellos las escenas felices de un matrimonio enamorado pero en ocasiones sentía que nosotros dos, no éramos los únicos que sabíamos que todo era una farsa.
A veces en el dormitorio, las cosas solían ponerse bastante más incomodas que de costumbre.
No solo porque Goku olvidaba que ya no éramos el matrimonio de antes y por ello, solía salir sin ropa después de ducharse cuando sus hijos no estaban en casa. Sino también porque a veces me sorprendía abrazándome por la espalda u olfateando mi cuello de manera cariñosa.
Como tendría una tarde en la que estaría fuera de casa, decidí levantarme muy temprano en la mañana para cumplir con mis deberes.
Les preparé el desayuno a mis hijos y los levanté para que no fueran a faltar a la escuela. Cosa que querían hacer muy a menudo ahora que su padre estaba en casa.
Una vez que mis hijos se retiraron del hogar, salí en busca de una nueva nota. Y ahí estaba.
Dándome el lugar y la hora exactos para encontrarnos, así como algunas palabras en referencia al entusiasmo que sentía por estar proporcionándome ya, la confirmación de nuestro encuentro.
Goku salió de casa mucho más temprano que mis hijos.
De acuerdo a sus costumbres, lo más probable era que se encontrara entrenando cerca del lago al que solía llevar a Gohan a jugar y pescar cuando era pequeño.
...
Las artes marciales ayudaban a olvidar problemas. Y francamente, había dejado de entrenar como era debido. Aunque todos mis amigos sabían esto, ninguno me sugería retomar estas actividades, puesto que siempre supieron que el entrenamiento era causa de diferencias con Milk.
Ahora que tenía problemas, todos estaban siendo solidarios.
Hasta Pikkoro que no era capaz de entender emociones como el amor, se había dado a la tarea de analizar el comportamiento de los humanos en este ámbito.
-Tal vez sea solo una etapa, Goku – fue el comentario que me hizo aquella mañana en el templo de Kamisama – he observado que las mujeres cambian de humor constantemente. Les buscan problemas a esos sujetos a los que besan y después de hacerlos enojar, buscan contentarlos de nuevo.
Varias veces presencié el carácter fuerte de tu mujer y probablemente sea cuestión de unas semanas para que todo vuelva a ser como antes.
Goku sonrió, pero la tristeza se manifestó en su mirada tan pronto como su rostro se puso serio.
-No lo creo Pikkoro. Milk no solía enojarse por tanto tiempo.
-Tal vez solo necesite un poco de "acción en privado" – sugirió Yamcha, coloreando sus mejillas de rojo involuntariamente – sabes a lo que me refiero, ¿no, Goku?
El saiyayin se rascó la nariz de manera breve antes de responder.
-Sí Yamcha, tuvimos algo de eso ya varios días atrás pero no funcionó.
Milk está cada día más extraña.
Se hizo un largo silencio después de aquella revelación.
Hasta que Krilin decidió romper el silencio.
-Tal vez necesitas recurrir a los detalles.
-¿Detalles? – inquirió Goku sin tener idea de a lo que su amigo se refería.
-Así es.
Con Marron siempre funciona.
Tal vez deberías comprarle rosas, chocolates, un perfume o algo que sepas que le gusta.
-Pues... para ser sincero nunca he hablado con Milk de esos temas pero creo que sería buena idea intentar.
-Eso es – convino Krilin entusiasmado – probemos primero con las rosas.
-Estoy de acuerdo muchachos – agregó Yamcha – pero para eso se necesita dinero... ¿Alguno de ustedes tiene?
Aquella era una cuestión que a nadie se le había ocurrido y cuando Yamcha la mencionó, todos estuvieron a punto de caer hacia atrás.
-Vayamos con el maestro Roshi – sugirió Tenshinhan – tal vez él tenga unas monedas.
Como aquella fue una buena sugerencia, decidieron ir en grupo a Kame House. En donde encontraron al viejo Roshi, mirando el programa de ejercicios matutinos dirigidos por chicas en atuendos entallados, que se transmitía por televisión.
-Maestro – comenzó diciendo Krilin, algo apenado – tenemos una emergencia y necesitamos unas monedas para resolver un problema, ¿podría prestarnos algunas?
Si lo hace, le prometemos conseguirle una cita con una chica bonita.
Una sonrisa ancha apareció en el rostro de Roshi, antes de que empezara a buscar su cartera en las bolsas de sus pantalones.
-De acuerdo – dijo entregándoles varias monedas – pero si no cumplen sus promesas, los golpearé a todos.
Valía la pena asumir el riesgo.
-Hecho – contestó el grupo, que luego de dar las gracias, se marchó.
Lo siguiente en el plan era buscar una florería.
Así que todos pusieron manos a la obra caminando por la ciudad, como el resto de las personas. Pero poco a poco, fueron dispersándose por si alguno encontraba un mejor obsequio.
Al llegar a la florería, Goku fue recibido por una hermosa mujer rubia.
Lazuli, era el nombre que ponía su gafete.
-Buenos días, caballero – saludo - ¿puedo ayudarlo en algo?
-Buenos días, sí – contestó Goku – vengo a comprar unas flores para mi esposa.
-Muy bien – una linda sonrisa hizo acto de presencia en el rostro de la joven - ¿Qué tipo de flores le gustaría comprar?
Goku se rascó la cabeza al tiempo que contestaba.
-La verdad es que no lo sé. Es la primera vez que vengo a comprar flores, ¿sabe? Mi mujer parece estar enfadada conmigo y quisiera que ya no lo este.
Los ojos de la empleada brillaron como diamantes.
-Ya veo – contestó - ¿de cuánto dinero dispone?
Goku abrió la palma de la mano derecha y ella contó las monedas.
-Está de suerte – le dijo – le alcanza para un buen ramo de rosas.
-Me lo llevo – dijo Goku, alegre.
-Se lo elaboraré entonces.
Goku se quedó de pie, mirando como la joven hacia el arreglo con delicadeza.
Al terminar, le entregó el dinero.
-Tu nombre es Lazuli ¿cierto?
-Sí, así es – respondió ella, deseando que su sonrojo no fuera notorio.
-Quiero darte las gracias. Me has sido de mucha ayuda. Ojala pudiera encontrar la forma.
Ambos inclinaron la cabeza en agradecimiento y Goku comenzó a caminar alejándose. Pero cuando estaba a punto de perderle de vista, Lazuli gritó:
-¡Caballero!
Goku se dio la vuelta de inmediato y caminó de regreso a ella.
-Hay una forma – dijo Lazuli, entregándole un papel en el que había escrito su dirección- venga a mi casa cuando tenga problemas. Encontraré una forma de ayudarlo.
...
Las horas transcurrían y Goku no arribaba a casa aun, lo que era una suerte para mí.
Con algo de prisa abrí un bolso, de esos que me había comprado por si salía alguna vez en familia como el resto de la gente.
Con cuidado metí mis atuendos de alcoba y me alisé el cabello una vez más. Sin olvidarme de retocar mi maquillaje.
Caminé con alegría hasta la puerta de entrada y al salir, me llevé una sorpresa.
De pie, justo a mi frente, se encontraba Goku con un ramo de rosas.
.Son para ti, Milk. Espero te gusten.
La bolsa – por fortuna bien cerrada – cayó al suelo haciendo un ruido sordo.

RELATO CORTO DE GOKU Y MILK #Wattys2019 #Wattys2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora