RELATO CORTO DE GOKU Y MILK (CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS, SEGUNDA TEMPORADA)

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Lazuli no había protestado de ninguna forma cuando Krilin la tomó en brazos y volaron los cielos hasta llegar a su vivienda.
La rubia prefirió escapar de la presencia de Goku, antes que soportar que él la mirara con desprecio o lo que era aún peor, que sólo la observará con desdén, haciéndole saber hasta el último momento que - de no haber sido por obra de la magia - no le habría importado jamás.
En cambio, fue ella la que volvió a salir herida cuando escuchó a Goku admitir que seguía amando a su esposa.
Sabía que Krilin había formulado esa pregunta a su antiguo amigo con una doble intención. La cual era que ella se diera cuenta de su realidad, que aceptara de una vez por todas que no tendría un futuro con el saiyajin y qué - en caso de tenerlo - no sería feliz.
Pero a ella poco le importaba este aspecto, porque su mayor deseo era tenerlo a su lado, aún sabiendo que su corazón jamás llegaría a pertenecerle.
De primer momento, cuando huyó por los aires abrazada al cuerpo de Krilin, la rubia no conseguía pensar en nada. Su mente se había quedado en blanco y sólo podía confirmar que su existencia era real, porque podía sentir el gélido viento arremeter contra su cuerpo, al tiempo que sus dientes castañeaban.
En cuanto estuvieron al interior de la casa, el hombre de baja estatura se disculpó con ella por ni siquiera haberle dado tiempo para vestirse cuando la sacó de ahí, pero ella no respondió.
Él la condujo a la cama y le colocó una manta encima mientras le pedía que esperara un momento para brindarle algo de ropa.
Ella solo se abrazó las rodillas y lo observó abriendo su guardarropa, mismo del que extrajo unos cómodos pantalones y una camisa de manga larga para cubrirla del frío antes de que pescara un resfriado.
Lazuli tenía la mirada perdida y se dejó manejar como si fuera una muñeca cuando Krilin se dio a la tarea de vestirla cuando vio que ella no tenia ni la menor intención de hacerlo.
Cuando terminó, ella se metió entre las cobijas sin dirigirle la palabra y se durmió.
Él suspiró cansado, deseando que pronto, su rubia se repusiera del golpe del desamor. Pero sus plegarias no fueron escuchadas, pues Lazuli continuaba comportándose como una joven sin vida.
Durante los días siguientes, ella sólo se levantaba de la cama para vomitar por culpa de su embarazo y alimentarse había dejado de ser una tarea que le importara cumplir.
Advirtiendo este comportamiento, era Krilin quien le daba de comer como si fuera un bebé, y ella dejaba pasar el alimento quizá para no tener conflictos con él.
Odiaba oírlo hablar y detestaba la hora en que él volvía del trabajo.
Durante la estancia de Krilin en el laburo, ella solo había salido de casa una vez para dirigirse a la florería donde hasta entonces fungía como empleada. Pero sólo se presentó para renunciar.
Su mejor amiga trató de que reconsiderara su decisión y por supuesto, no sacó a colación el tema de lo sucedido en su celebración, puesto que la notaba extraña, deprimida.
No quiso esperar a que la dueña de la florería se apersonara para entregarle la renuncia de manera personal, solo pronunció un débil "gracias" y se marchó.
Aquella tarde, cuando Krilin volvió a casa, ella abandonó el dormitorio que ambos compartían y ocupó sitio en una de las mesas del comedor.
Se colocó el cabello tras las orejas y fijando la mirada en el muchacho, declaro:
-Ya no tengo trabajo.
Krilin solo cerró la puerta tras sí y avanzó hacia ella.
-Comprendo - comentó, creyendo que la habían despedido debido a sus inasistencias.
No iba a decirle nada más.
No quería recriminarle nada.
Suficiente debía estar teniendo ella con la tristeza que atravesaba. Sin embargo la rubia no sería tan condescendiente con él.
Con el humor destrozado e irritable a la minima provocación, Lazuli buscaba que Krilin la abandonara por fin.
No tenía intención de llevar una vida familiar con él. Más bien aspiraba a que el varón se marchara de su vivienda pero la convirtiera al mismo tiempo en la única propietaria de ella.
Esperaba que lo hiciera por el hijo que ella le daría. Sin embargo Krilin sólo parecía esforzarse cada vez más en lugar de querer abandonar.
No transcurrió mucho tiempo para que Lazuli recibiera la noticia que la sacaría por completo de sus casillas.
Ocurrió un día que el peleador de artes marciales también hubiera preferido no vivir.
Cómo Lazuli había escapado de su propia casa sin tiempo a llevarse nada, Krilin decidió que era hora de ir al sitio para recuperar sus pertenencias. Pero no contaba con que, en el lugar, se encontraría con alguien inesperado en una de las habitaciones del segundo piso de la casa.
-¿Goku? - pronunció con el ceño fruncido pero sin pizca de enojo en la voz - ¿Qué estás haciendo aquí?
El guerrero que estaba sentado en la cama que Milk alguna vez llegó a ocupar, levantó la vista y despegó la nariz de sus manos unidas.
-Hola Krilin - contestó el otro con la voz desprovista de entusiasmo.
El recién llegado se quedó plantado en el marco de la puerta de aquella habitación ante la duda de que sucedería si se acercaba.
Y el silencio llenó el espacio entre aquellos dos, hasta que Goku se atrevió a romperlo.
-No sé si estabas enterado pero Milk llegó a ocupar esta cama, aunque por un período muy corto de tiempo, ella... reposó aquí.
Krilin se percató de que Goku Parecía estar muerto en vida pero no quiso decir nada. Por el contrario esperó a que su segunda pregunta fuera contestada.
-Pero ya no más, Krilin.
Ella no volverá a ocupar esta cama. Y nunca tendré oportunidad de verla dormir otra vez.
-Goku ¿de qué estás hablando?
¿Le sucedió algo a Milk?
-Nada malo para ella. Pero sí para mí.
Porque ella... ella... va a casarse con Raditz.
-¿¡Qué!?
Aunque la amistad entre ellos habia sufrido una fractura, Krilin no pudo ocultar impresionarse por lo que Goku acababa de confiarle.
-Pero... ¿Qué harás tú?
¿Vas a Recuperarla, cierto?
Goku negó con la cabeza.
-No puedo interponerme en sus deseos.
Si ella no me eligió, entonces sus razones tiene.
Si quiero hacer algo bueno por ella,  entonces debo dejarla ser feliz. De eso se trata el verdadero amor.
Aquella declaración llevó a la otra persona dentro de la casa a pensar en la situación en la que Lazuli y él vivían.
"Dejar ir lo que se ama."
Aquella era una lección que ni sonaba, ni era fácil.
Krilin había intentado varias veces abandonar la esperanza de que la rubia lo amara pero no conseguía dejarla tranquila.
No quería perderla y por lo tanto, se imaginaba el gran dolor al que Goku estaba siendo sometido ahora que se veía obligado a perder a quién había sido su esposa durante tantos años.
-Esta cama - se escuchó a Goku decir - es lo único que guarda su esencia.
Este lugar es el único que me permite estar más cerca de ella antes de que la pierda de forma definitiva. Pero comprendo que esta propiedad no me pertenece, así que ahora mismo salgo de aquí.
-No es necesario Goku.
Solo vine por las prendas de vestir de Lazuli. Pero puedes quedarte aquí si quieres.
Si ella llega a decirme que quiere regresar a esta casa, entonces volveré para avisarte.
-Gracias - dijo Goku y continuó pensando, con el rostro cargado de congoja.
Sin decir una palabra más, Krilin pasó a la habitación contigua para empacar en una maleta
las vestimentas de la rubia y apenas terminar, se retiró sin despedirse.
Llegó a casa sintiendo como la tristeza del saiyajin hacía mella en él.
Goku le había dicho una gran verdad respecto al amor y ahora no podía dejar de pensar en sí también debía ponerla en práctica por más complicado que le resultara.
Se asomó al cuarto apenas, solo para contemplar a Lazuli de cara a la pared, con los ojos bien abiertos pero sin expresión alguna en el rostro.
El cabello se le veía sucio y enmarañado y la mujer ni siquiera le prestó atención cuando lo escuchó acomodar varios ganchos en el guardarropa.
-¿Cómo te sientes hoy? - preguntó Krilin.
Pero Lazuli no respondió.
Por fortuna, el muchacho calvo ya se había acostumbrado a que todo fuera de esa manera.
-¿Comiste ya?
De nuevo no hubo respuesta.
-Conozco algo que podría animarte.
Se acercó a ella  y extendió la mano para hacerle una leve caricia en los pies pero ella enseguida rehuyo su contacto.
-Si quieres que coma contigo solo tienes que decirlo.
Esta fue la forma en la que Lazuli hizo saber a Krilin que no deseaba que la tocara.
La rubia se levantó con desgano y abandonó la habitación para sentarse al comedor.
Su compañero era quién se encargaba de preparar la comida.
De hecho, se encargaba de todo en la casa.
Ocupando su lugar en la cocina, Krilin sacó del refrigerador algunas verduras para luego colocarlas en un recipiente con agua y líquido para desinfectar alimentos.
Enseguida extrajo carne de cerdo del congelador y la coloco bajo el chorro de agua para descongelarla y después picarla en trozos.
Ni siquiera cuando la comida inundó la cocina y la sala con un aroma delicioso, Lazuli hizo un comentario.
Krilin sirvió dos platos para luego ocupar un lugar frente a la rubia.
-¿Recuerdas a Milk? - inquirió él para iniciar conversación.
A cambio, ella lo miró como si estuviera a punto de asesinarlo.
-Sí - contestó apretando los dientes - ¿por qué?
-Ella va a casarse con el hermano de Goku.
El tenedor cayó de las manos de Lazuli, provocando un sonido  al estrellarse con el plato.
-¿Y Goku?
¿Qué hará ahora?
Por primera vez en largo tiempo, la rubia tenía los ojos fijos en su compañero de cena, esperando por una respuesta.
Krilin sintió una punzada en el pecho.
"Sus sentimientos nunca cambiaran" - pensó.
-No lo sé - le contestó al fin.
-¿¡No lo sabes?!
-No.
-¡Pues averigualo! - le ordenó a gritos.
-¿Pará qué? - la voz del chico sonó ahogada.
-Eso es algo que no te incumbe.
Pero tendrás que enterarte de sus intenciones.
-Eso no es asunto mío.
-Claro que lo es.
-No - agotado, él habló con voz firme - y tuyo tampoco.
Tendrás que olvidarte de él.
¡Estas esperando un hijo, cuyo padre soy yo, no él!
Lazuli soltó una carcajada.
-Seré madre de un hijo que ni siquiera quiero.
De haber sabido que mis planes fallarian, me hubiera deshecho de esta cosa.
Dicho esto, la mujer se golpeó el abultado vientre.
Sin pensarlo, Krilin alargó la mano y la abofeteo.
Ella se tocó la mejilla y entrecerró los ojos, airada.
-Podré tener a tu hijo. Pero tú lo criaras sólo - sentenció ella.
Enseguida se levantó y se metió al cuarto de baño.
El hombre que la amaba la siguió.
-¿Vas a salir? -  inquirió incrédulo.
-Sí.
-¿A dónde?
-¡A conseguir la información que tú no pudiste!

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