SEGUNDA TEMPORADA, CAPITULO VEINTE.

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  RELATO CORTO DE GOKU Y MILK

-Si basas esa declaración en el hecho de que tus hijos han crecido y se han hecho más fuertes, sí, tienes algo de razón. Pero al igual que tus hijos, ninguno de los que pertenece a la raza saiyajin se queda estancado en su progreso.
Así que no me asustas al lanzarme una amenaza como esa, sino todo lo contrario, me llenas de curiosidad por saber qué tanto de sus habilidades desconozco.
-No gastes energías. Recuerda que si quieres llegar al final como un villano memorable, debes al menos tener la fuerza para pronunciar tus últimas palabras.
Que por cierto, ya que hablamos de eso ¿Las has pensado alguna vez?
-Sí - contestó Raditz con una malintencionada sonrisa y un tono de voz más sombrío de lo normal.
Milk fijó los ojos en los suyos, indicándole así que continuara.
-Si yo muero, tú mueres conmigo, zorra maldita.
Milk aplaudió con entusiasmo.
-¡Ingeniosa oración! Sin embargo, mucho me temo que tu deseo se quedará en eso, un sueño no realizado.
-No conozco el futuro, Milk. Pero pocas veces me equívoco.
-Es una lástima que todas tus equivocaciones sucedan cuando te enfrentas a Goku.
El comentario golpeó en sobremanera el ego del sayajin. Pero aun así, él no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.
-Puedo asegurarte que esta vez será diferente.
Tengo a una de sus posesiones más valiosas de mi lado y si mi plan llegase a fallar, te usaré como escudo. Así, tu marido no se atreverá a atacarme.
Milk ladeó la cabeza, analizando la acción que Raditz había dicho que ejecutaría en caso de emergencia.
-Me gustaría creer en que tu estrategia para no morir va a funcionar. Pero no puedo ser hipócrita contigo.
Esta mañana, tu hermano trajo a mis hijos y los colocó justo en mi acera para que se pusieran a gritar sus reclamos a los cuatro vientos.
Ellos saben ya, que estoy embarazada y también que me convertí en la prometida de su tío.
Si Goku fue capaz de contarle todo a mis hijos para ponerlos en contra mía, entonces dudo que quedé el mínimo afecto positivo por mí, en su ser.
-Meditas muy bien lo que vas a decir antes de lanzarlo. Pero te diré un pequeño secreto que quizás no lo sea tanto.
No necesito haber amado a alguien para darme cuenta de que las emociones de Kakaroto, continúan siendo afectadas con violencia por lo que digas o hagas.
Aun así, reconozco que juegas muy bien tus cartas. No obstante, hoy no es tu día.
Y en cuanto a tus hijos...tengo todo un ejército para agotarlos antes de darles el golpe final.
Dando media vuelta, Raditz se encaminó a la puerta.
-No voy a cumplir lo que me pides así los mates – aseveró Milk – si quieres esa información, entonces ve por Goku y pídesela.
Puedes llevar si quieres, a esos hombres que te protegen, para que te sientas seguro.
Buena falta te harán aunque estoy segura de que no te servirán para nada.
-Estas cruzando una peligrosa frontera con tus palabras – lanzó Raditz.
-Pues tú la has cruzado con tus exigencias.
-Creo que has olvidado algo fundamental – hubo un pequeño silencio, antes de que Raditz continuara – yo soy quien mueve los hilos aquí. Tú te encargas de seguir mis órdenes.
-Por si lo has olvidado, te recuerdo que somos aliados y en todo caso, quien tiene el poder para destruirte soy yo – contestó Milk echando por tierra el argumento con que el villano pretendía intimidarla.
La guerra de poderes era algo que siempre salía a relucir en cada discusión que estos dos mantenían.
-Puede que tengas razón, pero tu estas pasando por alto que ahora te encuentras pisando mi terreno y contigo sí que podría acabar antes si quiera de que grites.
-Adelante, echa toda tu misión por la borda – lo retó ella.
El hombre tembló de ira.
Sabía que ella tenía razón y debería contener su rabia si quería que la operación siguiera adelante.
Milk sonrió victoriosa.
-Voy a borrar esa sonrisa de tu cara.
Tus faltas van a costarte lágrimas de sangre.
En el rostro de Raditz se dibujó una sonrisa todavía más orgullosa que la de Milk.
-Me largo de aquí. Tengo asuntos pendientes.
Sabiendo enseguida a lo que se refería, Milk lo enfrentó, dándole una bofetada.
-Si lo que quieres es sacar tu rabia por el fracaso de tu estúpido experimento, entonces aquí me tienes.
Raditz respiró, fingiendo cansancio.
-Querida, no me hagas perder el tiempo. Con esta bofetada logré voltearte el rostro, con un próximo golpe podrías acabar muerta.
Además estoy cansado de tu presunción.
Es cierto que me eres útil para lograr mis objetivos. Sin embargo ahora mismo no eres tan necesaria como crees, tu marido ha traído a tus hijos para ponerlos en tu contra así que por lo que veo me servirías más a la distancia.
Milk no tenía idea de lo que el saiyajin hablaba. Pero no estaba dispuesta a mostrarse confusa.
Un solo minuto de desconcierto, podría significar la ruina tratándose de un ser como Raditz.
El infame sujeto, ladeó la cabeza y a su lado apareció entonces, uno de sus hombres.
-Nuestra Milk va a tomar unas vacaciones – dijo Raditz con la mirada puesta en la mujer.
Sáquenla de aquí.
Dicho esto, el malvado guerrero chasqueó los dedos y dos hombres que aparecieron por su espalda, se dieron a la tarea de someter a la fémina, que luchaba con todas sus fuerzas por liberarse del agarre de sus enemigos.
Los hombres la arrastraron hasta el pasillo, mientras un tercero se unía a aquel dúo como el encargado de cubrirle la boca. Pero revelándose, su víctima lo mordió con todas sus fuerzas.
El varón soltó un aullido de dolor.
-Señor – dijo después, pidiendo de manera implícita permiso a Raditz para silenciar a Milk.
Su jefe asintió. Y en respuesta el empleado propinó un fuerte golpe en el estómago a la madre de Gohan y Goten.
Ya inconsciente fue mucho más fácil arrastrarla a la nave. Pero todavía no tenían permiso de despegar, adentro estaba el individuo que recibiría el resto de las indicaciones de lo que aquel grupo tendría que hacer de manera exacta con Milk.
Llévatela de este lugar e intérnala en el psiquiátrico más cercano.
Paga el alquiler de un pabellón entero por lo pronto; No quiero que existan enfermos mentales a su alrededor.
Aunque a su achichincle le costó entender la postura de su señor primero, continuo escuchando el resto.
-Si hubieran todo tipo de enfermos dando vueltas en el mismo sitio, esta mujer se desequilibraría en mayor medida de lo que ya está y si eso pasa, no me servirá de nada. Solo quiero darle un escarmiento y espero tengo pensada ya la estrategia con la que haré que obtenga la información de mi hermano, que necesito.
Planeo que su estancia en ese sitio no dure mucho tiempo, solo estará ahí hasta que haya cumplido con lo que le ordeno.
El subordinado asintió. Pero continuó pensando que el comportamiento de su mandamás era extraño, incluso compasivo.
Las actitudes de violencia extrema parecían haber bajado de intensidad en los últimos días.
Entendía que desde que aquel plan se había metido en la cabeza del saiyajin, tuviera que estar en constante contacto con aquella mujer. Pero también era cierto que Raditz habia complicado por completo su estrategia desde que se le ocurrió la idea de tratar de conquistar a Milk, en lugar de obligarla a cumplir con todo lo que le decía sin más.
Poco después dejó de darle vueltas al asunto, pensando en que Raditz tendría una razón por la que estaba actuando de esa manera.
Lo único que era capaz de dilucidar era que esa mujer debía tener una suprema influencia sobre Kakaroto, así como también una envidiada habilidad para la negociación puesto que su señor admitía y quizá hasta exaltaba aunque con sarcasmo, su inteligencia.
El hombre se había quedado tan inmerso en sus pensamientos que olvidó que había detenido el paso justo antes de entrar a la nave.
-¿Pasa algo? – inquirió Raditz en un tono que evocaba a una fiera enojada.
El súbdito volvió el rostro en dirección a su señor.
-No señor mío – contestó – disculpe mi aturdimiento.
-Es mejor que despejes la mente de lo que sea que te encuentres pensando, porque si fallas en esta operación, será con tu cabeza con lo que me pagaras.
Sin perder tiempo, el varón montó la nave y partió enseguida.
Raditz se mantuvo un buen rato mirando como aquella nave se alejaba.
Miraba a través del vidrio circular el rostro afligido –aunque inconsciente – de la mujer.
Frunció el entrecejo al tiempo que cerraba el puño izquierdo con rabia.
Aquella decisión era la correcta.
Esa sería la manera de recordarle a la ex mujer de su hermano que las únicas reglas a obedecer eran las que él instauraba y por lo tanto, las órdenes que diera debían cumplirse sin protestar. Además, aquella presencia femenina empezaba a incomodarlo, no solo por sus constantes rebeldías. Sino también porque cuando la miraba, no podía evitar recordar a su madre.
Si Kakaroto se había convertido en un blandengue a tal extremo que terminó por enamorarse de una humana ese era su problema. Pero para él, las cosas no funcionaban así, y no comenzarían a hacerlo ahora.
Encerrarla en un psiquiátrico le daría tiempo para pensar en una nueva estrategia que le permitiera acabar con su hermano sin que la ayuda de Milk fuera necesaria.
No permitiría que convivir con una fémina de tan sucia especie, lo contaminara.
Cerró la puerta tras su espalda y se echó en el sillón a la espera de la llamada de sus empleados.
Esperaba que fueran lo suficientemente listos como para encontrar una clínica psiquiátrica en la ciudad o fuera de ella. Y también esperaba que si Milk despertaba en el transcurso del viaje, no fueran a dejarse engañar por ella porque eso los conduciría a la muerte. Tal y como había sucedido con quienes fueran los encargados de custodiar las afueras de su habitación en el planeta Vegeta.
Cuando fuera confirmado el éxito de la primera parte de la operación, Raditz se encargaría de hacerle saber a su hermano que Milk se encontraba internada en una institución mental.
La noticia sin duda provocaría un fuerte impacto en Kakaroto. No importaba lo que Milk dijera, pues la noche de la cena Raditz había tenido ocasión de confirmar que Goku seguía sintiendo afecto por su mujer.
Un suspiro cansado brotó de los labios del malvado guerrero, quien recargó el brazo en uno de los apoyos del sillón para concentrarse en como ejecutaría sus siguientes movimientos.  

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