Prefacio

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PREFACIO

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BERLIN, ALEMANIA.

El día no podía ser peor. El cielo estaba gris, lleno de nubes con tormenta eléctrica intensa. Había mucho viento, los pregoneros decían que era la peor tormenta que azotaba Berlín desde hacía décadas. Recomendaban que la población se mantuviera en casa, nada de salidas. El termómetro bajaba en picada e incluso había alerta de tornado.

Lisandro apresuro el paso, sosteniendo su pesado abrigo de lana color marrón y ya sin paraguas. El viento se lo había llevado, pero por alguna clase de milagro, no se lo había llevado a él. Quería ver a Monett y exigirle una explicación para tal castigo. Tal atrocidad. Ya no se podía confiar en ella.

Llego al departamento y subió las escaleras sosteniendo fuertemente el barandal para evitar su caída. Abrió la puerta que siempre permanecía abierta y la cerro detrás de sí, con un fuerte estrepito.

-Espero que tengas una buena explicación para esto Monett-gruño Lisandro mientras colgaba su abrigo en el perchero-arruinaste mi ropa y me debes un paraguas.

-Tuve un mal día-se defendió Monett con su voz de campanillas.

-¿Y solo por que Monett tuvo un mal día nosotros pagaremos las consecuencias?-pregunto sarcásticamente Lisandro- deberías tener más control de tus estudiantes Kilian.

-Es difícil-se defendió-y aun más para Monett. Ella apenas sabe de...

-Control, si, si ya lo sé-termino Lisandro-No debe ser demasiado complicado. Quizás solamente eres demasiado...blando.

Kilian se levanto de su silla, luciendo su famoso ceño fruncido.

-Escúchame Lisandro eres el menos apropiado para decir que debo hacer y que no con mis estudiantes.

-Solo estaba sugiriéndote...

-¡Silencio!-se escucho una voz femenina aguda, pero fuerte. Al momento Kilian y Lisandro se separaron y volvieron la cabeza al origen de esa voz.

Eider llego a la habitación. Y no estaba muy contenta. Siempre Lisandro y Kilian eran los que se terminaban peleando por cualquier cosa. Lisandro sabía que debía de controlarse, pero Kilian era demasiado competitivo, y demasiado arrogante. A veces deseaba bajarlo de su pedestal.

-Siéntense- ofreció Catriel, mientras él se sentaba a la cabeza de la mesa. Eider y Catriel habían llegado juntos a la mesa. No era de extrañarse. Ellos eran los más ancianos del cuarto y tenían asuntos más importantes que tratar que un simple abrigo mojado.

Lisandro se sentó lo más alejado que pudo de Kilian. No quería pelearse con el enfrente de Catriel. Su respeto por el era demasiado como para mostrar la peor faceta de si mismo frente a sus ojos. A su lado, se sentó la pequeña y dulce Opal. Que sonreía y no le afectaban para nada las peleas que había a su alrededor.

Kilian se sentó frente a él. Monett a su lado derecho seguida de Ace. Y al lado izquierdo de Kilian el callado y reservado Damian.

Eider se sentó enseguida de Catriel. Con sus tres alumnos. Percival, una feroz jovencita con una sonrisa impactante. Fedora, y su hermano Vice.

-Estamos todos-dijo Catriel con añoranza en su voz-me alegra verlos.

-Igual maestro-contestaron todos al unisonó.

-Sabemos porque estamos aquí, reunidos este día-musito mientras veía a cada uno de los presentes a los ojos-es un día importante, que pasara a la historia.

Todos asintieron.

-Lisandro, ¿estás seguro de esto?-pregunto dirigiéndose a él.

Lisandro asintió solemnemente.

-Bien-asintió Catriel-me alegra que estés seguro de tu decisión. Una vez que la tomes, no habrá vuelta atrás.

-Lo he pensado maestro-contesto Lisandro-y es lo mejor. Es la mejor decisión.

-De acuerdo-respondió Catriel- tómense de las manos. El momento ha llegado.

Todos se tomaron de las manos y cerraron los ojos. En un segundo todo lo que se escucho fue la lluvia torrencial que caía afuera y el sonido de sus respiraciones coreadas.

-Por el poder que el Universo y los Dioses me han concebido, le otorgo los siguientes dotes a Lisandro Castabella-cito en voz vieja y profunda-Dos almas consagradas que desciendan del cielo y el infierno. Una guardiana de la paz y de la vida. Un guardián de la destrucción y de la muerte. Proclamo que estas almas encuentren un cuerpo huésped hasta su edad adulta. Jamás se encontraran por ningún motivo, cumplirán con su cometido hasta el final de los tiempos en compañía de su maestro Lisandro Castabella. El destino de la humanidad está en sus manos.

Todos se soltaron de las manos y se miraron confundidos. Catriel dirigió su vista a la mesa.

Habían aparecido dos canastas. Lisandro asomo su cabeza para ver lo que contenían.

En una canasta yacía una bebe acostada. Dormía plácidamente. Era hermosa, no le cabio dudas a Lisandro. Verla incluso dolía.

-Los dioses nos han mandado a la guardiana de la vida-recito Catriel-la profecía redacta que será la criatura más hermosa y bondadosa de todo el universo. Largos cabellos del color del oro coronaran su cabeza. Ojos grandes y hermosos del color exacto del cielo. Piel blanca e inmaculada como la nieve de las montañas. Voz rítmica y melodiosa cual pajarillo.-saca algo de su bolsillo-ten pequeña guerrera, tu arma será esta. Manéjala con sabiduría y úsala con responsabilidad. Ya que vida darás, y esta perderás.

Lisandro le sonrió a la pequeña bebe, que sonreía en sueños. Sus mejillas estaban sonrojadas, del color exacto que las rosas tienen al abrirse en primavera. Sus parpados tenían un ligero matiz color lavanda. Jamás había visto una bebe más hermosa que ella. Incluso era más bonita que Opal, que parecía una deidad.

Catriel se volvió para admirar al otro bebe que yacía en la otra canasta.

-Los dioses de la muerte nos han mandado a su guardián-murmuro en voz más baja-la profecía redacta que será la criatura mas engañosa y mas incontrolable de todo el universo. No habrá persona o dios que pueda contenerlo. Nadie podrá. No sentirá amor por ninguna clase de ser viviente, seguirá sus instintos asesinos hasta el fin de los tiempos-respiro profundamente- Sus cabellos serán negros, justo como el color de la medianoche. Sus ojos de un color gris, serán el mismo de la tormenta que nos cae en este momento. Belleza infinita, para engañar a sus víctimas Piel blanca con un ligero matiz oscuro. Que representara la oscuridad que yace en su muerto corazón. -Catriel se acerco a un armario cerrado con llave. Respira profundamente y lo abre, sacando algo envuelto con un pañuelo, se lo entrega al bebe- tu arma será esta.

-¡Pero cómo te atreves!-grito Eider alarmada- ¿Cómo te atreves a darle...?

-Los mismos dioses del infierno insistieron Eider, no tengo elección.

-Alimentado de las pesadillas, los sueños y alma de cualquier ser humano que se cruce en tu camino, sobrevivirás, mas tu elección no será.

Lisandro se acerco para observar al guardián de la muerte más de cerca.

En realidad no se veía tan temible. Era un pequeño bebe hermoso como su compañera. Dormía profundamente y se movía por la cesta. Parecía inquieto. Pero solo eso, no vio algo sobrenatural como cito su maestro.

-Mandaras a estos bebes a su hogar humano cuando yo te lo diga Lisandro.le ordeno Catriel-y tráelos a mi cuando ambos hayan cumplido los 17 años. Y tráelos vivos-agrego-no olvidemos que mientras habitemos un cuerpo humano, somos mortales. Como ellos.

Lisandro asintió frenéticamente mientras le pedía a regañadientes a Kilian que lo acompañara. Tomo las cestas por su mango y los dos salieron de aquel departamento que había visto nacer, al futuro de la humanidad.

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora