Solitario, Harry | drarry

♡; El Callejon Diagon⋆

Capítulo 4

Harry miraba el pequeño lugar en el que se encontraban, estaba algo confundido ¿Iban a comprar las cosas allí? Pasaron entre la gente y Remus saludó a un par más hasta que llegaron al fondo a un patio. Su tío saco la varita y tras unos cuantos toques la pared comenzó a abrirse dejando ver un pasadizo con muchas tiendas. Era mágico, bueno... Harry estaba fascinado, tenía la boca abierta y no estaba seguro de poder cerrarla. Miraba todo a su alrededor con entusiasmo.

—Bienvenido Harry, este es el Callejón Diagon

—Wow, ¡Esto es genial! —Remus rió divertido por la reacción de Harry pero algo triste también, se supone que Harry debería haber vivido está experiencia con sus padres y ya conocer el lugar como cualquier persona con padres magos.

—Primero, debemos ir a Gringotts a sacar el dinero de la bóveda

—¿Gringotts? ¿El Banco verdad?

—Así es

—He leído sobre él, es un banco controlado por duendes

—Siempre sabes todo, ¿No es así?

—Lo leí en una revista que tenía un apartado de la historia de Gringotts, aunque no es muy interesante —Remus sonrió. Sin duda Harry era un niño inteligente, se preguntaba a que casa iría.

Al entrar, Harry giraba su cabeza una y otra vez. El lugar era gigante, todo era de mármol y cada cubículo había un duende trabajando. Harry miraba todo fascinado, sin duda había que estar loco para intentar robar en ese lugar. Pues bien habían entrado había un cartel en la inscripción de Gringotts que terminaba con la palabras escritas: "Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado de encontrar aquí algo más que un tesoro." Harry no tenía dudas, el lugar era asombroso. Habían viajado por un carro que los llevaron a su tío y él a una de las bóvedas de su padre. Después de eso había salido del banco.

Harry desdobló el papel que tenía en su pantalón en el que había una lista con todo el material que necesitaría ese día.

Lo que le daba más ansias de comprar era la varita, eso significaba que podía hacer magia. A parte, de poder comenzar a experimentar con pociones y comprar todo lo necesario. Y obvio, los libros que necesitaría ese año que eran ocho y que bien los comprará los iba a devorar. No podía evitarlo, su tío Remus siempre se quejaba de que los libros nuevos no le duraban cerca de un mes.

—Vamos a empezar por el uniforme, allá está Madame Malkin, no hay lugar mejor

—Entonces vamos —Remus se sintió aliviado de que Harry no se viera incómodo en ningún momento. Por lo general, los lugares con mucha gente asustaban o ponían de los nervios a Harry, pero este parecía tan sumergido en el mundo mágico que ni se dio cuenta de que estaba caminando entre tantas personas. Y eso hizo sonreír a Remus.