*2*

3 0 0
                                    


-¿Qué haces aquí Sasha Stein? Sabes que mi madre me mataría por relacionarme con una niña tan caprichosa cómo tú.-Me dice Carlo con el ceño fruncido al ver mis ropas, jalando de ellas pero forcejeo, quitando sus sucias manos de la ropa que lave y planche, cómo una buena futura esposa.-Dame mis ropas, ladrona.

Bufo perpleja al querer insultarme.

¿A mí?

-¿Sabes con quién estás hablando crío?

-Eso mismo te estoy diciendo, la niña caprichosa que hace su voluntad.-Acomoda las hojas con las que estaba escribiendo, con un libro abierto a su lado, poniendo atención al contenido de las hojas mientras me habla, aunque su atención principal es en ese aburrido libro con números.-No quiero problemas Sasha y justamente vienen de ti.

Juego con mi flequillo liso, acechando su espacio y él se pone a la defensiva, poniendo cómo escudo sus escuálidos brazos, rodando mis ojos por su infantil posición, mirando con más detalle lo que hace, mirando diferentes fórmulas, junto al problema que esta resolviendo.

Olvide que sólo los hombres pueden ir a las escuelas y estudiar, libremente, siguiendo lo que sus padres quieren que haga, sin contar que sólo pueden ser hombres con apellidos nobles. En cambio yo no puedo, sin embargo mi padre comparte sus libros viejos y ahorra para comprarme actualizados, desde pequeña he estudiado y a regañadientes acepte.

Porque no me queda de otra, al menos ese fue el secreto fácil de ocultar, sin embargo lo que quiere que haga mi padre ahora se salió de control y no sé cómo diablos todo el maldito pueblo se enteró en cuestión de segundos, mi padre estaba tan emocionado de enseñarme, tal vez porque soy su única hija.

Si, estudiaba por la noche, pero aprendía a cocer y cocinar, limpiar por la mañana y tarde. Estoy preparada para cuando me nombren dama y me case, no para quedarme solterona toda mi vida.

-La respuesta es cero.

Abre sus ojos impactado y vuelve a ver su hoja, el problema ni lo ha resuelto y comienza a hacerlo en lo cual le llevo unos minutos terminarlo con ayuda de sus notas, jadeando sin poder creerlo, mirando mi cara perplejo. 

-¿Cómo lo hiciste sin papel y notas?

Río con gracia, moviendo mi palma para restarle importancia al asunto, pero él mira a todos lados sin poder creerlo, levantándose de su lugar y me mueve levemente de la ventana para cerrar las cortinas, mientras le pone seguro a su puerta.

Olvide agregar que su madre le tiene prohibido volver a hablarme.

-Dices que te dedicas a esto todos los días, pero no soy idiota Carlo.-Le explico, apuntando a su pecho acusadora.-No tienes quién este a tu lado para ver que lo hagas, sino juegas toda la tarde para excusarte.

Quito la hoja de cálculo y debajo de ella encuentro dibujos bien diseñados, varios, demasiados con detalles tan mínimos cómo los arboles, con personas y el mercado que se ve igual a cuando uno camina a verlo desde su ventana, no nací ayer, sé que a Carlo le encanta dibujar, el arte.

No nació para ser el heredo de los negocios de su padre.

Me arrebata las hojas perplejo y con nerviosismo las mete en unas cajas, frustrado, sudando y sus manos tiemblan, perdiendo su mirada por segundos en la caja donde guarda las hojas que con tanto aprecio dibujo, arrugando de ellas cuando forma puños, subiendo y bajando su pecho.

 Me sobresalto cuando su mirada se detiene en mí.

-Mi madre tiene razón, eres la definición de problemas Sasha Stein.-Se levanta, abriendo de las cortinas y me empuja, obligando a mi cuerpo a salir por donde entre y me forcejeo, jadeando del dolor por sus bruscas manos, ¿Qué diablos le pasa, qué he hecho? 

Sin embargo me quedo helada cuando sus hombros tiemblan y la fuerza cesa, admirando su rostro contraído de la tristeza y ahora golpea mi pecho, molesto, tomo con delicadeza sus delgadas muñecas y le me miro, enarcando una ceja, confusa, ¿De furioso a triste?

Se queda quieto y eleva su mirada hacia mí, lo sabe y sabe que lo sé.

-Supongo que te enteraste que practicaré cosas masculinas.-Suelto de sus muñecas y él queda en silencio mientras observa que camino por su pequeño cuarto, intento relajar el ambiente tenso que se había hecho siempre con soltar mis palabras sin cuidado, mis acciones, detesto a veces no ser precavida.

-...

-No quiero, no debo y temo quedarme solterona toda la vida.-Se ríe levemente y le fulmino con la mirada por su risa, eso no es gracioso, al menos no para mí.-Pero no mando yo y peor aún por ser mujer, mis posibilidades de negarme son nulas.

-¿No quieres ser diferente?

Bajo mi mirada, pensativa, ¿Diferente? Eso suena mejor que anormal.

-Buena pregunta.-Sonrío con pesar.-Estoy orgullosa de ser mujer y que me convierta en dama algún día para tener a mi marido, hacer comida y poner en práctica todo lo que me ha enseñado mamá.-Regreso a la ventana, cerca de él, suspirando.-Pero, ¿Qué seré cuando sea diferente? Nada y peor aún, ¡Nadie me querrá Carlo!-Me tono sale de preocupación genuina, tomando de sus hombros, alterada.

Hace una señal de silencio, mirando a todos lados, asustado.

Ah si, su madre.

-Yo te seguiré queriendo Sasha.-Sonríe achinando sus ojos al momento de decirlo y retrocedo, sintiendo una punzada en mi corazón, extraña.-A pesar que seas una mala influencia.

Le saco la lengua.

-Es fácil decirlo, pero cuando me crezca el bigote y me salgan músculos no dirás lo mismo,-Hace una mueca de asco ante la mención y río.-yo quiero un marido, no un amigo Carlo y no me gustas, ni un poco.

Se aleja de mí, mirando mis ropas con detalle y niega con su cabeza.

-Mi esposa jamás se robaría mis ropas y menos se pondría en su vida ropa de hombre para escaparse.-Abro mis labios impactada y lamo mis labios, con poca paciencia.-Además eres fea, para nada mi tipo.

Le iba a dar un consejo con respecto a mi problema, pero se fue al diablo cuando saco esas palabras tan bruscas de su boca, rodeando mis ojos y bufando sin poder creer lo que ha dicho, tremendo idiota.

Trueno mis dedos, formando puños con mis palmas y su mirada baja a mis manos, viendo leves gotas de sudor en su frente que desciende con querer adentrarse a sus iris azuladas, pero sus pestañas repletas de pelos hacia arriba no le permite entrar, lastima.

Sin esperarse que mi puño justo ahora arremata contra su cara.



El Vil Origen del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora