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La luna no parece ser un impedimento para mí, ya que su luz apenas llega a alumbrar las zonas necesarias, sin embargo mi entusiasmo no se rinde, esta vez sintiendo mis extremidades pesadas y con muy pocas fuerzas, haciendo la misma práctica por horas, notando el rastro de sangre entre mis dedos, al reventar las ampollas. 

Mi cabello esta tieso de tanto sudar y el olor de mi sudor es opacado por el aroma de las flores, sintiendo una gran frustración en mi interior por lograr tan poco en ocho horas seguidas y apretando la espada entre mis dedos y las gotas de sangre resbalar por la espada, sin afectarme si quiera la herida, porque mi esfuerzo con el tiempo no van de la mano.

Esa es mi mayor afectación.

¿Por qué no puedo hacer una cortada profunda? Lo intento, en serio lo intento pero no funciona, poso todo mi peso en la espada, desgastada y con el aliento afligido, sólo para tirarme a la cama y dormir, pero sin antes lograr mi objetivo, pero estoy igual como comencé, nada parece funcionar.

-¿Nada funciona señorita Stein?

Me sacudo, sintiendo los vellos de mi cuerpo alterarse al escuchar una voz familiar y profunda, sintiendo su aliento rozar mi oído, tirando de su cuerpo cuando me doy la vuelta, teniendo cómo espectáculo una linda sonrisa de sus labios, pero no de diversión...¿Malicia?

Vestido de ropas negras pero igual de elegantes cómo la primera vez que le vi, no las mismas, claro y su cabello negro revuelto cayendo cómo brisa sobre sus cejas espesas, brillando con más intensidad el azul de sus iris posados en mí, más pálido, pero extrañamente atrayente bajo la luna.

-¿Cómo has entrado, cómo tú?-Las palabras salen abruptamente, olvidando mis modales, pero para empezar jamás debió acercarse así a mí.

De primero echa un ojo a mis ropas, sin expresión significante que me diga algo de acuerdo a su forma de pensar, sino con la misma línea recta de seriedad que lo caracteriza, terminando por mis manos y abre sus ojos en asombro por las heridas, lamiendo su labio inferior y sin querer, oculto mis manos, al igual que la espada.

-Dígame ha que venido caballero Blake y así le aviso a una sirvienta para que lo acompañe, ya sea a la entrada o a la salida.-Intento mantener mi seriedad, ¿Cómo no me enterado de su llegada? Padre siempre me avisa de todo.

-No he venido en busca de su padre.

Retrocedo cuando sus pasos me acechan, sintiendo mis nervios sucumbir y mi vergüenza que me vea más fea, además de apestosa si se acerca. ¿De qué me estoy preocupando ahora? Debo estar enloqueciendo, bufo, luego de todo el arduo trabajo. 

Parece que he perdido los estribos.

Si nos miran juntos y él sin el permiso requerido, porque por nada del mundo estaría bien que me viera alguien a tan altas horas de la noche con un hombre en el jardín de mi casa, los rumores me aplastarían aún más de los que circulan sobre mí.

-Entonces llamaré a una sirvienta para que lo acompañe a la salida.-Me apresuro a decir, así cómo camino tan rápido para encontrar alguna señorita con mi vista, girando mi cabeza con nerviosismo, jamás he estado a solas así con un hombre y menos de noche, no sólo los rumores me afectarían, mi reputación, mi apellido.

Sin embargo su mano me detiene de pronto, tomando con suficiente fuerza para detenerme, pero no más de la necesaria para no lastimarme. Sorprendida por su atrevido movimiento, ¿Cree que puede tratarme así? Ya van varias veces que me ha faltado el respeto. 

Me sacudo, apartando mi brazo de su mano con puro rechazo, posando mi mirada seria hacia él. 

¿Entonces vino por mí?

-No le permito que me trate de forma tan deliberada caballero Blake, comprendo que hemos tenido un comienzo nada agradable, pero le pediría el favor de olvidarlo.-Me alejo, necesitando de mi espacio personal y él, en cambio, tragando levemente, apartando su mirada nada disimulada sobre mí.-Cómo verá, sigo siendo una Stein y no una sirvienta cualquiera.

-Me disculpo sinceramente si ha llegado a pensar...

-No lo he llegado a pensar,-Carraspeo.-caballero Blake, ¿Necesito enseñarle los modales básicos?

Nota que estoy a la defensiva, pero no me parece nada correcto lo que esta haciendo y sólo dios sabe qué clase de persona me debe considerar por mis rumores y al verme en mis peores momentos, pero eso no le da derecho a tratarme cómo una más de sus sirvientas. 

No ha sido el primero en querer faltarme el respeto, han pasado peores sobre mí.

Lo que he aprendido, es que hay que pararlos desde el inicio, no darle tiempo al sufrimiento, ni al agobio, lo que se enfrenta, los problemas parecen inexistentes.

-Increíble señorita Stein,-Frunzo el ceño al ver su sonrisa socarrona adornar sus labios y se rasca la nuca, con vista profunda hacia el árbol que tanto empeño le he puesto.-supongo que me faltan modales,-Me sobresalto al sentir su mirada de nuevo en mí.-¿Tendré el honor de su presencia, enseñarme?

¿Qué? ¿A qué diablos cree que esta jugando?

-Aunque me esfuerce en olvidar el pasado, ese inicio me dejo con la curiosidad persistiendo en mi mente,-Me ruborizo, mordiendo mi labio inferior con furor.-después de dejarle tal propuesta y aceptar, he venido por su respuesta.

Algo me decía que era eso, pero al verme con estas ropas y la espada entre mi mano, seguro debe tener mayor curiosidad.

-Haré la cita para responder a su pregunta, una reunión formal.

-No, ya he venido hasta aquí.-Su seguridad es intocable, posando sus manos en sus bolsillos.-No es necesario una cita señorita Stein.

-¿Con quién cree que habla caballero Blake?-No me dejo intimidar por su estatura, sacándome de mis cabales cuando decido ser yo quién asecha su espacio, tremendo idiota, me trata cómo sirvienta o más bajo que ellas, no me tiene el mínimo respeto. 

Alguien con mi posición, hacerle una cita es un honor. Es más, si quisiera, lo echaría de aquí cómo el usurpador que es y negaría cualquier invitación que me hiciere.

Nuestro ojos son cuchillas filosas, comiéndose entre sí. Sacando mi pecho y parándome sobre la punta de mis dedos de mis pies para alcanzarle, empuñando la espada entre mi mano con rabia contenida, si le he pateado el trasero a hombres, este no debe ser mayor problema.

-Lo mismo me pregunto señorita Stein, ¿Tiene una idea de quién soy?-Su frívola voz por poco me hace retroceder, pero no cedo, reuniendo mi valentía.

-Ni el estatus, ni su vida o quién sea, dejaré que me falte el respeto.

Alargando mi mano a la altura de su cara.

El Vil Origen del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora