-¡Yo puedo bañarme solo!-Forcejo y me cubro como puedo, pero las damas jalan de mi ropas casi rompiendo de ellas para despojarlas de mí, con ordenes estrictas de bañarme, pero no tiene idea que soy mujer y no estoy en los planes que lo sepan, mucho menos mi cabello.-¡Basta, suelten!
-Niño, no podemos permitirnos dejarte hacer tal cosa.-Responde una de ellas.-Mi amo se enojará con nosotras y nos castigará.
-No tiene porqué enterarse.-Respondo al segundo, apretando las ropas a mi cuerpo, como si pudiesen pegarse a mi piel.-Le diré que fueron ustedes y de aquí no sale.
-Menos trabajo madre.-Sonríe la chica a la señora y esta, en vez de sonreír de regreso golpea a su hija estruendosa, amargando su expresión por la idea de su hija.-Vamos madre, lo ha dicho y lo hará.
-Mentirle a nuestro amo no es opción.
Poso mi mano en el hombro de la señora y pongo mi mejor cara para convencerla, atrayendo su atención.
-Yo seré quién mienta señora y ustedes no tendrán que hacer más que callar.-Le aseguro, relajando más su expresión de pocos amigos.-Prefiero mantener mi intimidad y hacerlo yo mismo.
-Esta bien, vamos hija.-Ambas salen de la pequeña habitación y suspiro relajada, despojándome de mis ropas para darme una ducha rápida antes que alguien sospeche. No quisiera que me descubrieran para nada, sin embargo hace mucho que no me tomo el tiempo de rociarme el agua y alejarme de esta suciedad.
Relajada y agradecida de este regalo, extrañando lo que era tan común e insignificante para mí, volviendo esto una prioridad y mayor regalo.
Cuando salgo de baño, ya secando mi cuerpo, me percato de las ropas nuevas y finas, de hombre claro, en la silla y trago duro, sabiendo de sobra qué son para mí, pero ¿Por qué, por qué este trato especial, si antes me secuestro y cuando me tomo, me tiro al suelo?
Casi lo mato y él a mí.
Trago duro, ya sin opción a rechinar, necesito ropa y no planeo quedarme con la vieja, esta que casi se cae a pedazos si vuelvo a ponérmela, aunque llamaría mucho la atención con estas ropas, hasta las botas son de cuero puro y el pantalón negro elegante, junto al camisón de mangas largas blancas.
No puedo aceptar tanto.
-¿Qué sucede ahí dentro, ya has terminado?
Trago duro.
-¡Pronto!
Tomo de mis ropas viejas y me las pongo, con seguridad de primero mi gorro para no levantar sospecha y me siento más segura, no cómoda, con estas ropas viejas, tampoco aceptaría favores así de fácil de una persona que no me da mucha confianza, ni siquiera la mínima.
Abro la puerta y los guardias aparecen de primero para tomarme de mis hombros y con el mismo fin de arrastrarme, pero forcejeo con mayor fuerza logrando que me suelten e intentan hacer lo mismo, pasando mi paciencia por encima.
-¡Yo puedo caminar por sí solo!
Acatan sin ánimo a insistir, caminando por los pasillos hasta que por fin, luego de varios minutos llegar a la tan dichosa sala del comedor. Llevando con mi sorpresa la largura de esta hasta el otro extremo, muchos metros de largo como ancho, jadeando por las delicias de platos hechos sobre la mesa, sin espacio de un plato de comida más.
Mi estomago gruñe en demanda y mis mejillas enrojecen de lo lamentable que me debo de ver, como para que un noble quiera siquiera compartir su comida conmigo.
-¿No te apetece?-Cuestiona, sin siquiera tocar su plato, repleto de diferentes manjares, mi madre solía hacer, ella siempre prefirió limpiar y cocinar por sí sola en vez de una sirvienta, lo cual mi padre siempre estuvo desacuerdo, sin embargo a este hombre le hacen todo.-Toma asiento.
-Yo...-Murmuro ya no segura de que soltar, mirando la comida sobre la mesa, con gran hambre, sino me mata con una espada, puede ser con la comida. Gruñendo mi estomago sollozando por un pedazo de pollo. Aprieto mis manos contra la silla al jalarla y posar mi peso sobre ella.-me gustaría saber a qué se debe mi presencia aquí.
-Qué pésimos modales.-Elevo mi mirada abruptamente cuando él suelta esas palabras y sonríe con burla, bajando su mirada a mi comida luego a mí.-¿Crees que te mataría con la comida? ¿Así de fácil y aburrido?-Chasquea su lengua y retrocedo cuando se pone sobre sus pies y saca su espada, admirando de esta cuando pasa sus dedos por su filosa curva.
¿Pero qué mierd...?
-¡No por favor, yo no he querido decir...!
Mi corazón late con frenesí y el temor me sucumbe.
-De primero, permitiría escuchar tus súplicas y lamentos, luego cortaría pedazo por pedazo de tu piel para verte retorcer del dolor y sollozar sobre tus desgracias.-Sisea con cinismo mientras admira su espada reflejando su rostro en ella y su sonrisa se esfuma al instante al detenerse en medio camino.-Matar gente con la comida,-Bufa sin gracia.-eso déjaselo a las mujeres.
Vuelve a poner la espada en su funda y reposa sus glúteos en la mesa, arrancando una pierna del pavo y marcando su mordida, mientras come de esta, fijando sus ojos en mí, mientras mastica y trago duro, esquivando su penetrante mirada.
-¿A qué me ha traído?
-De primero come y agradece adecuadamente,-Me riñe con mal genio.-me estalla la gente mal educada.
Aprieto mis puños sobre la mesa y reúno valor, fijando mi mirada sobre él.
-No confío en usted, ¿Acaso no lo ha notado? Y yo tampoco debería estar aquí, aunque muera de hambre, me es imposible tomar un sólo bocado, aunque no este envenenado.-Eleva una ceja y hace una señal a una de las sirvientas, caminando esta apresuradamente y come de mi comida, probando de esta y luego se separa, arqueando una ceja confusa.-¿Por qué ella...?
-No esta envenenada y si dices una palabra más, no dudaré en matare aquí mismo.
Decido callar ahora mismo cualquier queja.
Termina ahí mismo su pierna y tira de ella al suelo de mal humor, tomando la servilleta para limpiarse y así retirarse del salón, cerrando con fuerza la puerta.
¿Qué sucede con ese tipo?
ESTÁS LEYENDO
El Vil Origen del Vínculo ©
FantasyLa sociedad le imponía ser dama, ama de casa y sus padres la obligaron a ser diferente, estudiosa, que se pueda defender, sin embargo ella detestaba ser diferente, quería ser normal, sin conocer el verdadero fin que arrastra sus generaciones por el...