Mi padre más que agradecido ante la invitación noble de la familia Blake, en especial de parte de Matías al expresar en la carta su empeño en ser mi maestro en estas dos semanas; Claro, curioso, ya que jamás le pareció vernos juntos pero de repente parece tener un interés en mí. Seguro malinterpreta las cosas, es todo menos romántico, pero parece aliviado que alguien se fije en mí a pesar de las circunstancias.
Lo dejaré con esa idea por esta vez, si eso le tranquiliza, creó que esta bien.
Mientras sigo jugando con mis cabellos negros largos entre mis dedos absorbida en la suavidad de ellos, sin ponerle importancia a la vegetación que pasa a cada lado mío con la rapidez de los caballos que jalan de la carreta, que con amabilidad, Matías mando especialmente para mí.
Si, creó que todo esto suena romántico.
De pronto se detiene la carreta y abren la puerta por mí, extendiendo un caballero su mano para ayudarme a bajar, accediendo sonriente y con mi vestido largo mientras desciendo del transporte. Notando que otro sirviente me hace el favor de llevar mi maleta, caminando a gusto hacia la mansión de la familia Blake.
Dejando salir todo el aire retenido de mis pulmones al mirar la inmensidad de la mansión, es que es cuatro veces más grande que la de mi familia, haciéndome sentir de pronto pequeña ante todo, mi estatus, mi apellido. Al igual que los grandes jardines y los miles de sirvientes, en cada esquina de los pasillos.
Abren la puerta delante de mí y varios se inclinan por respeto, abriendo paso a un hombre con un traje que se ajusta perfectamente a su cuerpo, tan alto cómo intimidante y su camiseta de mangas largas un tanto arrugadas, viendo de pronto pequeña su cintura, pero sus piernas gruesas.
Notando su rostro familiar, sus iris azulados y su cabello negro despeinado, cayendo sobre sus cejas pobladas, descuidadamente, fijando sin expresión alguna su mirada en mí.
Trago duro y me ruborizo al verlo sin disimulo, si...es apuesto, pero la sola idea de que piense así de él me apena, quiero decir, jamás me ha pasado con nadie, pero Matías no se esmera en verse bien y seguramente cuando se levanta, su rostro debe seguir intacto.
Intactamente apuesto.
-Que dicha verle aquí señorita Stein.-Mi corazón se acojona, sonriendo de pronto a su respuesta, feliz, mordiendo mi labio inferior para reprimir mi risa.-Veo que ha aceptado mi propuesta.-Se acerca hacia mí y extiende su palma, en ofrecimiento lo acepto ya que sería muy mal educado rechazarlo, caminando junto a él.-Le enseñaré la zona de práctica, ¿Si me permite?
Asiento a su pregunta y le acompaño, sintiendo mi palma muy pequeña junto a la suya, que sin esfuerzo la toma y sin esfuerzo hace muchas cosas, pero parece siempre darle resultados maravillosos.
Sintiendo mis piernas cansarse por el largo recorrido, pasillos y pasillos, pinturas que jamás he visto colgando de ellos y adornos dorados, cómo de plata con hermosas flores. Escuchando nuestros pasos y una sirvienta que trae mi equipaje, llegando por fin al patio, con muebles de armas, con todo tipo y hasta las mínimas.
Impactando mi pobre corazón, comparado a mi hogar, esto es demasiado, es más de lo que pude imaginar. El sol logra entrar, pero no del todo por un techo transparente, con hermosas vegetaciones y arbustos en forma de manzanas y peras, Matías sonríe de lado al ver mi cara de euforia.
-Es hermoso...
-Le pediría el favor de cambiarse de ropas señorita Stein, el tiempo es oro.-Me guiña el ojo y me sobresalto, recordando que es cierto, sólo que se me ha ido el tiempo pensando en la grandeza de su hogar, tomando mi maleta y la sirvienta me guía a una habitación, para cambiarme.
-Si no has imaginado a tu enemigo o odio, puedes remplazarlo por una inspiración, algo que te motive a pelear.-Ya nos encontramos ambos en posición de batalla, frente a frente, Matías ha querido empezar por la defensa personal. Remplazando las espadas con palos largos.
-No tengo nada...
Me es imposible imaginar estar en una batalla.
-Me dijiste aquella vez que peleaste con niños, bueno, esto es parecido, pero con espadas.-Mueve de forma juguetona el palo con su muñeca, haciendo leves movimiento extraños.-Debes saber esquivar, atacar en las partes bajas y delicadas, ser perspicaz. No juegas con tu honor, sino con tu vida.
-...-Comprendo, asintiendo a su explicación.
-Pero la motivación o el incentivo, te vuelve más fuerte.
-Creó que lo tengo.-Confieso, poniendo cómo ejemplo mis padres, por ellos estoy haciendo esto, para que se alivien una vez lo tenga aprendido y por mí.
-Ataca.-Me dice y frunzo el ceño, mirando el palo entre mi mano.
-No, me pegarás.-Entrelazo los brazos.
Acaricia su ceño fruncido y suspira.
-Te esquivaré, no te pegaré, atácame todo lo que quieras, quiero evaluar tu táctica.-Sisea tan rápido como termina.-Si has aprendido algo de la calle, quiero saberlo.
-Tú ganas, pero no te quejes después.-He olvidado que en el campo de práctica, nos pusimos de acuerdo en dejar las formalidades por el momento. Aprovechando ahora para correr a su dirección, seguramente esperando mi paso, apuntando hacia él y se prepara.
Soy más de golpes, que espadas, pero supongo que de algo puede beneficiarme más al saber cómo utilizar esta arma filosa, que por el momento es un palo y es una ayuda para mí. Posiciona el arma para detener mi objetivo, quiere que le dañe, es mi meta y eso haré.
Decido resbalar a causa de la velocidad que inicié, me hago fideo para pasar entre sus piernas y el polvo sale volando, nublando su vista por lo espeso, clavando como puedo el palo en la tierra para detenerme de golpe y sobre mis pies, tirando directo el palo a su hombro, sin embargo siento algo que lo detiene, quitándose el polvo del camino para ver unos iris azulados brillantes conectados a mí.
Estremeciendo mi cuerpo por completo.
¿Cómo ha podido? Que sido tan rápida, que nadie escapa de esa.
Establece su palo contra el mío y logra de mi brazo tiemble por su brutal fuerza, posicionando mi otra mano en el palo y retrocedo, calculando otra forma, aunque mi ojo derecho tiembla por lo veloz que ha sido esquivando ese movimiento, sabiendo mi próximo golpe sin verlo.
-Nada mal Sasha Stein, pero necesitas más que eso para tocarme.-Tenso mi mandíbula, apretando entre mis dedos el palo.
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El Vil Origen del Vínculo ©
FantasyLa sociedad le imponía ser dama, ama de casa y sus padres la obligaron a ser diferente, estudiosa, que se pueda defender, sin embargo ella detestaba ser diferente, quería ser normal, sin conocer el verdadero fin que arrastra sus generaciones por el...