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La verdadera máscara de las personas no se conoce a simple vista, muchas veces cuando hablamos con ellos, fingen sonreír, reír cuando pueden estar tristes, furiosos por dentro, muy dentro de ellos. Algo que el mismo dios y ellos conocen, sus fines al aceptar y medir objetivos.

¿Cuál es el mío?

Formo mis manos en puños, al enterrarlos sin querer en el suave suelo, manchando mis dedos pálidos e inclinando mi espalda, perdida en cualquier cosa en frente mía.

Supuse conocer a Matías, supuse que realmente era bueno y al reaccionar mis padres ante su mención, era exageración, sin embargo lo he comprobado con mis propios ojos a la prueba de su traición, de su descarada felicidad al matarlos a sangre fría, a pesar de dar mi vida por ellos, su mirada tenebrosa que penetro mi alma hasta helar cada fibra de mi ser.

Me demostró lo ruin, cruel y despiadado que puede llegar a ser.

Tanto que petrifica mi cuerpo de tan solo el recuerdo...abrazando con mis brazos este débil cuerpo ante la mención de su nombre y la idea sola que estuve con él sola tantas veces, temblando en medio de este frío bosque, arriesgando mi vida, entendiendo por completo la preocupación de mis padres.

La desagradable idea de casarme con él.

Elevo mi mirada hacia mi sencilla devoción o lo que no llegaron a tener mis padres, recogiendo entre todo el bosque diferentes flores para reposarlas en dos puños para cada uno, las favoritas de mamá, las rosas rojas que me fueron difíciles encontrarlas y para mi papá, las flores azules, dejando de ellas y segura que desde el cielo me estarán mirando.

Velando por mi felicidad, mi seguridad.

Sin embargo mi cuerpo se sobresalta al sentir la primer gota caer sobre mí, con las demás y muchas más, cayendo de improviso sobre las flores de mis padres y bajando mi mirada, mordiendo mi labio inferior con furor, temblando ante la impotencia, ante la poca devoción que puedo llegarles a hacer escondida, como una fugitiva que fue maldecida al nacer.

Limitada de gastos, apenas recogiendo unas flores para ellos.

-Lo lamento papá, mamá...-Murmuro cerrando mis ojos fuertemente, uniendo mis lágrimas con el agua del cielo, sintiendo el ardor de mi garganta al aguantar llorar sin frutos a mi esfuerzo, gimiendo a lo bajo e insertar mis uñas en mi piel, llegando a mi mente imágenes de los ojos frívolos azules y oscuros de Matías, penetrando hasta lo más profundo de mi ser.

Una rabia indescriptible se apodera de mí, queriendo destruir todo recuerdo de él, cada momento que pase a su lado, regresar al pasado y no confiar en nadie más que mis padres, haberles hecho caso en cada cosa por muy estricta que fuera y jamás dejarme fluir por mis impulsos.

Me hubiera evitado tantas desgracias, les hubiera evitado mi destino.

Sus muertes.

-¡Ahh....!-Sollozo gritando hasta lo más alto hasta irritar mi garganta, tragando todo dolor, experimentando el deseo tortuoso de sufrir por mi desdicha.-¡No...!-Pego mis piernas a mi pecho y me abrazo, ocultando mi rostro al llorar con libertad, hundiéndome en la tristeza, dejando que esta me aprisione hasta secar mis ojos de tanto llorar.

Taladrando mi corazón con miles de acuchilladas, tan asfixiantes como las reales, sintiendo el calor suprimir mis sentidos y un extraño fenómeno me aturde cuando la irritación de un calor se consume en cada extremidad de mi cuerpo y me retuerzo, sintiendo el fuego en mi cuerpo, una llama, quemar mi piel.

¿Qué me esta sucediendo, he tocado una planta que no debía tocar?

La desesperación angustiante me alerta cada punzada insoportable de esta y bajo la lluvia, no alivia mi mal estar, sino lo empeora, rascando mi cuerpo y al abrir mis parpados confusa, mis manos las veo como las nubes del cielo, tan blancas que las venas se pueden ver muy bien.

Jadeo impresionada.

Siempre he sido blanca, muy blanca, pero esta vez supera mis límites, aturdida de cómo pudo suceder en tan poco tiempo, me cuestiono si es alguna enfermedad o algo dentro de mí.

Logro ponerme sobre mis pies y corro al lago que mis ojos logran ver, cayendo se rodillas abruptamente a la orilla y me detengo toscamente cuando observo mi reflejo en el agua, faltando el aire en mis pulmones cuando veo...es imposible de creer.

Olvido como respirar por segundos, mirando mi reflejo sin emitir sonido.

Trago duro, frunciendo mi ceño y mi lengua se traba, perpleja, asustada por lo que observo, tocando con sumo cuidado mi rostro blanco tan blanco como mis manos y mis pupilas, ya no del color que acostumbraban a estar, sino una buena parte blanca consumida; Dejando un pequeño pedazo celeste, apenas visible e insignificante.

Mis lágrimas descienden sin petición a cascadas, confirmando las palabras de mi padre.

Chillo del horror y retrocedo de salto, zafando mi gorro de mi cabeza del movimiento, mirando de este antes de recogerlo y ponerlo de nuevo en mi coronilla, sin embargo la curiosidad ataca mi mente, ladeando mi vista hacia el lago, queriendo confirmar si lo que he visto ha sido una ilusión mía por todas las cosas que he sufrido.

Debe serlo, no puede ser verdad, toda mi vida me he sentido normal, me he visto normal.

Aproximando mi cuerpo cuando admiro la mayor parte de mi cabello se ha puesto blanco, abriendo mis parpados asustada, tocando de este con mis palmas temblorosas de cómo pudo suceder esto, por qué, negando con mi cabeza confusa, negando muchas veces y tocando con fuerza mi cabello, queriendo regresar como era, antes de toda esta basura, no ser lo que mis padre me dijeron que era antes de morir.

¡No!

Doy un manotazo al agua y me levanto de esta, tomando de la gorra y salgo corriendo de ahí, bajo la lluvia, infestada de emociones negativas atacar mi ser, un amargo sabor que baja desde mi paladar hasta mi entrañas de la sola idea de no ser normal.

¡No, por qué, no puede ser!




El Vil Origen del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora