*34*

2 0 0
                                    

-Eres hombre muerto.-Cuando me pongo sobre mis pies caigo de golpe al suelo, gimiendo a lo alto por las punzadas aterradoras que siento en mi tobillo, esta vez si llorando, incapaz de controlar el dolor que me advierte que perderé la pierna.

Eleva una ceja confuso por mi situación y mira a los lados, tratando de ver que sea el único en este inmenso bosque, si él anda por aquí, quiere decir que hay un pueblo cerca. Sin embargo estoy concentrada en como partirle la cara con sólo una pierna en pie.

-¿Hombre muerto?-Cuestiona con gracia y me sacude la espada en mi cara, girando de ella para mirarla él con detalle, tocando desde la base y al final, maravillado con la funda. Tensando mi mandíbula, sin sentido de la felicidad o la gracia, en mis peores momentos.-Diablos, ¿De dónde la robaste? Esta preciosa.

-Es mía.-Le aclaro con la voz rota por otra punzada castroza desde el centro de mi tobillo. 

-¿Tuya?-Ríe divertido, sin creer ni una palabra mía, negando con su cabeza.-Ajá, tuya y yo soy el dueño de todo Reino Unido, por favor niño, sé más creativo.

Elevo la mirada cansada, desgastada hasta no más poder, espera, ¿Niño, me ha dicho niño? Subo mis manos y toco mi cabeza con la gorra puesta, mi cabello corto, bajo mi mirada hacia mis ropas desgastadas de hombre y finalizo en mis palmas apenas con vendas, manchadas un poco de sangre y muy sucias.

Regresando de golpe a la verdad.

Jadeando cuando realmente lloro de la miseria, al ver que mi sueño fue un sólo sueño y que esta es la verdad, que mis padres están muertos y que debo fingir que soy un niño, sin poder demostrar que esa espada realmente es mía, sollozando, recordando el rostro de Matías en mi mente, repleta de rabia, de una rabia que no se sacia de justicia.

-¿Qué te sucede?-Pregunta en tono serio.-Realmente eres raro.

Mi mirada se pierde por segundos en la nada, en ese pasto frondoso en frente mío y lo mucho que tuve que correr para estar aquí, todavía con la difícil tarea de aceptar y adaptarme a todo lo que sucedió en tan poco tiempo, enfrentando a este mundo cruel yo sola.

Por mis padres, no permitiré que su vida haya sido en vano, Matías pagará por lo que ha hecho.

¡Lo hará, mientras siga viva me aseguraré que eso pase!

Dejo posar mi mano en el árbol mientras me arrastro por él y apoyada a sus escamas de viejo, logro ponerme en pie, cojeando de un pie, fijando mi mirada en el niño un poco más alto que yo con un aspecto demacrado, sucio y con ropas más viejas que las mías, muy delgado y sus cabellos tiesos rojizos despeinados.

-Nadie te comprará eso.-Le digo, pasando mi tono más grave para que no sospeche de mí, lo he hecho por años y al principio fue difícil, pero en el camino fui mejorando.-Se lo robe a un guardia real.

-¡¿Qué?!-Exclama él impactado, tragando por completo mi mentira, por unos segundos logro ver en él un brillo inusual en sus ojos por escucharme decir eso, emocionado.

-Mandaron a quién venda esa espada, será ejecutado por robarle al general.

Mira mi espada con gran espanto y me la tira de vuelta, tomando de ella sonriendo de lado divertida, apretando sin querer de ella contra mi pecho, segura de vuelta con el objeto más preciado para mí. El niño intenta limpiarse los dedos en su tela y me ve el tobillo, curioso.

-¿Por eso tienes la herida?

-Digamos que la pelea no fue sencilla.-Añado, recordando sin querer cómo me la provoque, los sacrificios que tuve que hacer para que Matías me llevará de vuelta a casa, decirme que soy especial y única, que él me...cierro mis ojos duramente, aún afectada.

-¿Por qué lo hiciste? Ahora no te servirá.

Poso de ella en el suelo y camino de mejor manera, sin que me duela tanto el tobillo, aunque las punzadas siguen ahí.

-Ese es asunto mío.-Le corto a la conversación, no queriendo extenderla a mi vida personal, aunque sean mentiras, algunas siempre salen a la luz. Sólo diré cuando sea totalmente necesario.-¿Sabes dónde queda el pueblo?

-Esta a unos metros de aquí.-Apunta hacia el norte y todavía veo mucha naturaleza, creó que esto me tomará otras horas más, peor, con esta pierna no puedo hacer mucho. Suspirando profundamente frustrada y le sonrío agradecida.

-Entonces nos vemos.

-¿Cómo te llamas?-Me sorprende de pronto, en frente mío, esquivando su mirada atenta, sin saber qué nombre darle, un tanto lenta al respecto. Quiero decir, debe ser uno muy diferente a Sasha o Ash...¡Oh!

-Asher.-Respondo segura, gustándome ese nombre.-Me gusta que me digan Ash.

-Yo soy Anthony,-Se apunta a sí mismo orgulloso y se sobresalta al ver su sombra, alzando una ceja aturdida por lo que acaba de hacer, ¿Así sabe la hora qué es?-¡Adiós Ash!-Agita su mano en despedida y sale corriendo al lado contrario del pueblo.

Suspiro, preguntándome si he decidido el nombre adecuado o no.








En el camino he tenido la dicha de encontrarme con la tela lo suficientemente larga para cubrir mi espada y así nadie sospeche que la he robado, me vean cara de rara o desconfíen de mí, comprendiendo muy bien que gracias a estas ropas, jamás volveré a ser Sasha Stein.

No sólo estas ropas, Sasha Stein esta muerta.

Ahora soy Asher Jones, un simple niño que vive de lo que trabaja, pobre e insignificante, sin embargo no lo será por mucho tiempo para buscar la forma de derrocar a Matías Blake, quien asesino a sangre fría a mis padres, lo que sea que tenga que le interese, jamás lo tendrá.

Mirando de asombro el pequeño pueblo con casas desgastadas, negocios, niños corriendo de un lado a otro y por primera vez ser libre, exponerme a las personas y a los lejos, muy lejos logro ver unas casas modernas, apartadas de estas, siendo tal vez una cuarta parte de lo que era mi mansión.

Lamo mis labios y aprieto de la bolsa de monedas en mis manos.

De primero debo crecer.


El Vil Origen del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora