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¿No...podré ser normal?

Observo con sumo detalle los pétalos de la rosa entre mis manos, acariciando cada pétalo suyo, viendo lo suave que es y feroz por sus espinas, pero con un movimiento brusco o fuerte, se desmorona. Tan fácil cómo los seres humanos, cómo yo, confusa al despertar, queriendo engañarme con que toda era mentira.

Viéndome al espejo con urgencia, tratando de encontrar la rareza en mí, la maldición en algún rasgo, pero nada, ¿Acaso esta en mi sangre, en mis tripas? Escondida en mi piel, ¿Entonces la causa de tanto alboroto es que mis padres han enloquecido?

No lo sé, yo...ya no sé en quién creer o en qué.

Veo la vendas en mis dedos pálidos y también la de mi tobillo, los sirvientes se han encargado de mí como si fuera una bebé, notando que mis heridas se están curando con velocidad, quiero decir, deben ser las cremas o la medicina, ya que ayer vi la carne de mi piel de mi mano y ahora tiene costra.

No tengo espacio para sentimientos negativos, ni tristes, sino confusa, notando que las posibilidades de hacer lo que tanto he querido, de olvidarme de las espadas y todo lo que no es común, unirme a Matías en matrimonio, cómo mi única opción, se ha esfumado de mí.

Tengo la mirada pérdida, baja con la vista nublada y lo caliente que se sienten las lágrimas al descender de mi rostro con lentitud, sintiendo decepción, rencor y traición. Un peso en mi garganta y creando teorías en mi propia mente de sus verdaderas intenciones.

Jadeo comprimiendo mi pecho.

Insertando mis uñas entre mi piel al formar los puños y una rabia terrible colarse dentro de mí, ¿Pasarme por muerta, alejarme, tener otra identidad? Más lágrimas descienden de mis ojos y la agonía me comprime, frustrada intentando encontrar una buena razón del porqué.

Mis padres siempre han velado por mi seguridad, han sido sobre protectores, lo sé, jamás permitirían que me dañarían, quizás antes jamás me dejaron salir por miedo a lastimarme, diciendo que soy muy débil y me recupero con lentitud, pero todas las veces que escape y regresaba con heridas, sanaban con rapidez. 

Ni siquiera lo notaban.

¿Mentiras, eran mentiras? Mis labios tiemblan en impotencia en gritar y me pongo sobre mis pies, un tanto tosca, chillando por la punzada de mi tobillo, tratando de posar todo mi peso en mi pierna sana, caminando sobre el pasto frondoso hacia la mansión.

-Hija,-Sonríe mi madre al verme cuando entro por fin, viendo cómo me sonríe con suma alegría, adornada de hermosas joyas en su cuello y manos, miro sin disimulo su vestido rojo elegante que suele usar en pocas ocasiones, luciendo su cabello y tono de piel más llamativo.-¿Me veo bien? Hoy vienen de visita los...-Se corta de pronto, dudando un tanto en hacer mención de la familia.-Blake.

Mi pecho se oprime más con la mención, bajando mi mirada triste.

-Pensé que no querían ninguna relación con ellos madre.

-Tú padre se ha enterado.-Me sobresalto al oírla, abriendo mis parpados con asombro y miles de punzadas recorren mi pecho, jadeando al salir todo el aliento de mi interior.-Ha cedido para tener un mejor acuerdo en negociar lo que los Blake han querido, sin la opción de casarte.

¿Cómo ella ha, cómo si quiera?

La lágrima recorre mi mejilla sin poder contenerme y eso sólo puede significar una cosa, que se han enterado los Blake, que seguramente Matías quedará en ridículo y que todo esto parece un plan para arruinar lo único que me ha salido bien. Ignorando la única súplica que le hice a mi madre de no contarle nada a mi padre.

-No debías, cómo pudiste.-Mi voz sale rota, conteniendo todo mi furor que estalla por mis poros.

Frunce su ceño, al notar mi lágrima y su expresión se torna triste.

-Por sus decisiones sin consultas, por poco se rompen nuestros lazos por malentendidos hija, los negocios son de adultos, no de niños.-Me riñe con tal de aceptar que todo ha sido mi culpa por caprichos míos, formando puños con mis manos.-Por eso mismo no participarás de la cena, en tu nombre me disculparé.

¿Qué?

-No puedes hacer eso.-Respondo asombrada por su decisión sin consulta.

-Puedo, ya que esta es mi casa y eres mi hija.-Mi respiración se torna pesada y el furor perfora mis poros, sintiendo al aire asfixiarme por segundos al sacarlo y meterlo de una, con suma impotencia de arremeter a lo que sea.

Me giro sobre mis pies y corro directo a mi habitación, no sin antes escabullirme en la pared del segundo nivel, escuchando la voz de mi madre al detener un sirviente.

-No dejes que salga de su habitación por nada y, ¿Ya se aseguraron de cerrar bien su ventana?

Abro mis labios impactada, así que a toda costa, realmente me encerrarán...

Han enloquecido.

Mis manos tiemblan y mis sentidos se nublan, borrando toda carencia, corriendo como puedo sin cerrar la puerta y tomando las prendas de entrenamiento, quitando mi vestido con suma urgencia y colocando esas ropas sudadas todavía, llevando conmigo la espada y unas monedas, saliendo de la habitación, indignada a la idea de seguir aquí.

No puedo seguir viviendo con unos padres enloquecidos, antes podía seguir con la idea de escapar de vez en cuando, pero al ver la ventana sellada y la idea de no poder abrir la puerta, me asusto de tal manera, que dormir en la calle no me sonó tan descabellado.

Parando en seco al mirar a la sirvienta observando mis ropas y mi rostro, alertada.

-Señorita, ¿Usted acaso...?-Saco mi espada sin titubear a su cuello, a pocos centímetros de su cuello y ella traga su grito, bajando su mirada aterrada.-Oh dios mío, no, por favor no...

-Dile esto a mis padres al bajar.-Demando con autoridad, fijando mi fría mirada en sus ojos consternados llenos de pánico.-Me he enterado de su sucio juego al hacerme practicar sin descanso por una promesa camuflada de fines egoístas y agobiándome de encierros por anhelar libertad, arrebatándome la única opción de casarme y ser feliz.

Las palabras que salen de mí, son como navajas, decir cada una despedaza mi garganta, nublando mi vista de lágrimas, incapaz de creer todo lo que me han arrebatado. Hundiendo sin reparo sobre su piel la espada, sollozando ella cuando la cortada se hace profunda y la sangre carmesí decora su fina piel.

Manchando con exageración sus ropas blancas, ladeando una sonrisa al admirar la linda decoración de bienvenida para los invitados.

-Así que decido huir, teniendo una mejor vida en las calles que esta mansión, llena de mentirosos. 

Quito la espada de su garganta y la empujo, ella abriendo sus parpados asombrada, aún consternada por lo que he hecho sin titubear.

-¿Qué esperas?-Se sobresalta y sale corriendo, tomando como puede su herida mientras la sangre fluye por sus dedos, escapando de su garganta.

El Vil Origen del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora