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-Te quedas ahí y no mires por nada del mundo.-Le demando, poniendo mi mejor cara pero para mi desgracia no ve nada y se escabulle debajo de mi cama, lo más que puede. Sin quejarse de milagro ante mi orden, siento un leve aire de satisfacción ante ello.

Escuchando el chirrido de la cama.

-No es que quiera ver el cuerpo de mi futura esposa.-Le resta importancia con sarcasmo en su tono, inflando mis mejillas calientes por su atrevimiento.

Retiro lo dicho, él jamás va a cambiar.

Me quito las ropas, sabiendo de sobra donde guardo todo y lo escondo, corriendo a un lado a otro mientras logro estar lista en segundos y saltar a la cama para cubrirme, mis oídos logran oír con detalle los pasos de la sirvienta y otros más llegar a mi cuarto, abriendo sin deparo mi puerta con brutalidad.

Me levanto de mi cama, fingiendo indignación y sorpresa, al ver la sirvienta correr de un lado a otro revisando cada esquina de mi cuarto, menos debajo de la cama.

Notando la presencia de mi madre también en la puerta parada.

De pronto la sirvienta se inclina, posando sus piernas en el suelo, con el objetivo de revisar bajo mi cama y mi rostro pierde color, sacando lo primero que sale de mi mente.

-¿Qué es todo este alboroto? Y tú.-Apunto hacia la sirvienta furiosa, destellando enojo por su revisión sin consultar de primero conmigo y se detiene de pronto, nerviosa.-No te permití usurpar en mis cosas cómo una fisgona.

-Lo lamento señorita Stein, pero el guardia vio a dos personas subir por su ventana.

Bufo sin medir mi enojo fingido. 

-¿A mi cuarto?-Cuestiono riendo sin gracia.-Debí de haberlo notado, pero me temo que el guardia no tiene muy buena vista que digamos, debieron subir encima del techo y escapar.

-Yo...no sé, supongo que ti, tiene razón.

El silencio se sucumbe por segundos incómodos en mi habitación. Pasando su mirada hacia mi madre sin saber qué hacer exactamente, seguramente le aviso y mi madre consintió. 

-Déjanos solas Stella.-Manda a la señorita mientras ella sale corriendo, cerrando la puerta para nuestra privacidad. Notando la mirada inspeccionadora de mi madre en mí mientras deja reposar su cuerpo a un costado de la cama, ocultando lo mejor que pueda mi tobillo.

-Madre, ¿Qué está...-La irritación se extiende por todo mi rostro al sentir la cachetada que estallo en mi mejilla, girando por completo mi rostro. Abriendo mis labios asombrada por su acción, es más, jamás me ha levantado la mano. Sintiendo unas terribles punzadas en mis parpados.

¿Qué, por qué?

-¿Desde cuándo has salido así?-Su tono es severo, intimidante que miro a todos lados intentando buscar una respuesta.

Mi cuerpo se tensa por completo, girando mi cabeza hacia ella y me petrifico al ver su rostro contraído en tristeza y decepción, acariciando mi mejilla herida.

-No entiendo de qué hablas.-Mis voz sale rota, un tanto triste por su filosa mirada penetrante que destella enojo puro, se pone sobre sus pies y camina hacia el lugar donde escondo mi ropa de hombre, lo saca sin dudarlo y tira la ropa que estaba adentro.

Jadeo sin aliento, sintiendo la primer lágrima recorrer mi rostro, un sabor amargo se instala en mi paladar, tragando duramente, viendo mi mundo caer delante de mí.

-¡¿Desde cuándo haz salido así, cuánto más debes deshonrar a la familia?!-Un terrible nudo se forma en mi garganta y retrocedo de mi lugar, topando mi espalda con el respaldo de la madera, sacando más lágrimas cuando el peso sucumbe mi pecho, tornándose mi respiración pesada e irregular. Filtrando el temblor de mis manos por ser descubierta, es más, de mi mayor pecado.

El Vil Origen del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora