Las sin fin de historias hermosas que solía contar mi madre, detallando cada mínima parte de los viajes que solía hacer con mi padre, Venecia, Reino Unido, Francia entre otros; Curiosa del porqué ya no hacían esos viajes y años después entendí que era por mí.
Tanto amor han de tenerme, con tal de romper las reglas, arriesgar sus vidas y sus sueños al tenerme, tuve quejas y diferentes comportamientos no aptos, sin embargo era feliz, fui feliz a su lado cada segundo de mi vida, cumpliendo hasta el mínimo capricho.
Los extraño tanto.
¿Por qué, por qué yo ha de tener algo que sería mejor estar muerta? Matías, el padre y la iglesia, ya no sé en quién confiar y no estar al tanto de eso me agobia, todo el mundo parece saber y yo al vivir sumergida en una burbuja, al explotar, fue como nacer ayer mismo.
Toso fuerte.
Abro mis ojos abruptamente y me enderezo al instante, viendo a mi alrededor con temor, latiendo mi corazón con frenesí y posando mi mano en mi pecho, ¿Estoy viva? Lo último que recuerdo fue cuando caí al suelo y ahora, al despertar me desconcierta encontrarme en una cama blanca inmensa con cojines debajo de mi cabeza.
Paso mi palma sobre la funda fina de la sábana y me deleito con la textura, es cómo la cama de mamá, tan suave y blanda, cómoda, por un momento al pasar dormida en los árboles y la dura cama del apartamento, he olvidado que era estar así.
Suspiro melancólica.
Me percato de la inmensa habitación, llena de preciosos muebles tallados a detalle, gigantes ventanas con cortinas rojas cayendo hasta el suelo, al igual que la cama, cortinas transparentes y amarradas a cada esquina de la cama desde arriba, las paredes doradas como el oro y el piso brillante sin una mancha sobre su suelo como las nubes.
Se parece mucho a cómo solía vivir Matías.
Formo mis manos en puños y niego con mi cabeza, no debería estar aquí, será mejor encontrar una buena salida, antes que el sujeto de cabellos dorados me encuentre y se asegure de matarme. Me levanto y sin rechinar corro para salir, sin embargo me sobresalto al ver dos guardias en las puertas al abrirlas.
-¡Oh!-Ambos se sobre exaltan y apuntan sus armas hacia mí.-No tiene permitido salir, mi Lord no ha dado otras indicaciones más que esta.
-Tonterías.-Me niego a quedarme un segundos más aquí, claro, si ha dicho eso para matarme.
-¿Qué ha dicho niño insolente?-Tira de su espada para amenazarme, sin embargo esquivo de esta y me giro habilidosamente, sin esperarme al segundo para apuntar a mi espalda y me agacho al mismo tiempo que impacta accidentalmente la espada contra el estomago de su compañero, cayendo de espaldas sin daño alguno por su armadura.-¡Agh idiota!
Aprovecho su pequeña distracción para echar a correr, porque enfrentarme a ellos sería la derrota definitiva, muchas veces hay que ser sabio para aceptar y rechazar una batalla, esas decisiones pueden salvarnos la vida muchas veces.
-¡Oye no corras, alto!
Sus pasos estruendosos por sus zapatos de metal chocan contra el fino suelo, tragando duro sin saber a dónde diablos dirigirme, quiero decir, son pasillos tras pasillos y cuando logro tener tiempo para abrir algunas puertas de madera son sólo cuartos. Maldiciendo en los bajo por mi mala suerte que supera a otras situaciones, ¡Esto es de vida o muerte!
Mi respiración se torna pesada y rítmica, faltándome mucho aire y al parecer descanso, abriendo y cerrando mis ojos lentamente al ponerse todo por segundos borroso, cerrando mis ojos fuertemente y abriendo de estos rogando fuerzas, sin embargo no he comido en días bien, sólo pan y agua, sin noticias del único puesto de trabajo para darme sustento.
No estoy acostumbrada a aguantar hambre, pero las circunstancias lo obligan a uno y mi cuerpo refleja esa falta.
Toso fuertemente y me apoyo de la pared al moverse todo de pronto al frente mío, jadeando asustada. Temblando mis piernas y la confusión de los guardias me apoya por segundos, tratando de recuperar las fuerzas si me detengo un momento, tan sólo un momento que tanto necesito.
No obstante ni me percato en el momento que caigo cerrando mis ojos sumida en el cansancio y el hambre, incapaz de apoyarme en la pared, atraída al suelo y el estruendo jamás llega, espero y espero, pero no sucede, mi cuerpo ni siquiera toca el suelo y abro mis ojos levemente al sentir unas manos fuertes tomando mi cintura y mi cabeza.
Mi corazón late con frenesí al mirar sus iris doradas como el oro y sus cabellos rozando apenas mi frente, sintiendo su aliento sobre mis labios y su perfilada nariz elevarse al mirar bien mi rostro y quita sus ojos de mí al escuchar los guardias finalmente venir aquí, admirando su mandíbula marcada y sus labios finos al abrirlos.
-¿Debería hacer las cosas por mí mismo de ahora en adelante?-Escupe cada palabra con furia y me empuja, cayendo al suelo abruptamente, gimiendo por su fuerte movimiento, cambiando totalmente mi aspecto de él.-Más de mil guardias y ninguno con la mínima capacidad de capturarlo.
-¡Lo lamentamos mi Lord! ¡Perdónenos!-Se inclinan todos avergonzados y dos no se esperan a tomarme de los hombros, sacudiendo mi cuerpo forcejeando, sin embargo, a como están mis condiciones, lo más probable para huir sería lanzarme de esa ventana hacia mi muerte segura.
-¡Suéltenme idiotas!-Maldigo, tratando de liberarme, mientras estos presionan más sus palmas a las orillas, gimiendo por las punzadas de su abrupto movimiento.-¡No moriré aquí!
-Cámbienlo.-Ordena y abro mis ojos sin color en mi rostro.-Bájenlo al comedor y en quince minutos, ni un minuto más.-Se gira, caminando al parecer donde era la salida, a dos pasillos de donde me encontraba, metiendo sus palmas en el saco negro y su cuerpo desaparece mientras el mío es arrastrado de regreso al cuarto.
Esta casa es más que una mansión, parece el castillo mismo y su aire de superioridad ahora la comprendo, tiene de qué lucirse y demandar, los guardias le llaman Lord y su traje completo es la de un completo caballero, creó saber donde estoy y con quién, sin embargo de su objetivo de tenerme aquí.
No exactamente y eso es a lo que más le temo.
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El Vil Origen del Vínculo ©
FantasyLa sociedad le imponía ser dama, ama de casa y sus padres la obligaron a ser diferente, estudiosa, que se pueda defender, sin embargo ella detestaba ser diferente, quería ser normal, sin conocer el verdadero fin que arrastra sus generaciones por el...