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-¿Qué podría ofrecerme, más?-Ya ha visto que no cederé a entregarle a un hombre desconocido la herencia de mis padres y jamás cedí ante eso, vino para una respuesta y esta le tengo, es imposible que quiera ceder con más.

Me cuesta creer.

-Veo que su aflicción por el momento es a quién corresponde el nombre de su herencia y la obligación de contraer matrimonio con respecto al negocio.-Asiento, dando a su razón.-Pero me es imposible cambiar la ley,-Lo sé perfectamente, me cuesta aceptarlo aún. Que las mujeres no tengamos derechos y aún con títulos nobles, no podamos sobresalir.-sin embargo, en caso de su prometido.

No sé cuando comencé a plantearme estas ideas, desde que discutí con Carlo me ha dado una forma de pensar más abierta al igual que el conocimiento y la ciencia, me he dado cuenta que los activos de mis padres, el patrimonio y todo el esfuerzo por mantener lo que han mantenido por generaciones, no es algo para tomárselo a la ligera.

Si quiero ser dama, quiero casarme y tener una familia, cómo alguien normal, vivir un romance muy hermoso que jamás olvidaré. Sin embargo todo el peso recae sobre mí al ser la hija única y mis padres no están en planes de tener otro hijo, se conformaron conmigo y ya pusieron a mi nombre absolutamente todo.

-Me abstengo.-Le interrumpo, bajando mi mirada avergonzada.-Quiero casarme por amor y no por negocio, creó que en eso no nos parecemos caballero Blake.

Golpeo con más furor la espada contra la madera y chillo por el dolor agudo en mi muñeca, fue abrupto y torpe, no medí bien mi fuerza y reboto sobre mi muñeca, cierro mis ojos con fuerza y de pronto siento las manos de Matías verificando mi muñeca, con su mirada serena y sin pena de nuestra cercanía.

A eso me refiero, seguro debe ser experto en mujeres, no tiene ni el mínimo pudor.

Logro oír su suspiro recargado y me palpita el corazón con euforia cuando su vista conecta a centímetros muy escasos de mi cara, logrando ver leves pecas en su nariz, cayendo en suaves cascadas en sus mejillas, de lejos es difícil de notar. 

No puedo evitar pensar en lo apuesto que es.

-Es singular señorita Stein.-Toma de mi espada sin mi consentimiento y toma de mi mano, forzando a su cuerpo en rodearme y el rubor no tarda en aparecer en mis mejillas con prisa.-Necesita fijar su objetivo.-Me enseña sin vacilar y miro directo al árbol, meditando que hacer luego de esto, pero por el momento, el calor de nuestros cuerpos se acopla, me percato de su pecho pegado a mi espalda y sus brazos sobre los míos, sintiendo el latir apresurado de mi corazón.-Piense en lo que más odie o a su peor enemigo.

¿Peor enemigo? No tengo a quién odiar, por más que el pueblo haya hecho de las suyas para devorarme entre murmuraciones, me es imposible, no los conozco y pueden caerme mal, pero jamás he llegado a odiar a alguien en especial.

-No tengo a quien odiar...

¿Es malo no tener?

Me suelta abruptamente y repentinamente su calor que estaba pegado a mí, se vuelve frío por la brisa de la noche, frunciendo el ceño sin poder creer mi respuesta.

-Por eso mismo no has llegado lejos al pelear.-Sin dificultad fija su objetivo y apunta a otro árbol más grueso y fuerte, de una cortada lo parte a la mitad y un escalofrío me recorre el cuerpo por su mirada fría y siniestra.-Necesitas un motivo, una meta.

Inserta la espada en el suelo y se acerca levemente hacia mí, fijando sus ojos sin disimulo en mi mirada, sintiendo mi cuerpo estremecerse, un poco nerviosa pero extraña, especialmente extraña esta noche, deseando que no vuelva a sentir estas emociones nuevamente.

Mi maldito corazón se acelera con cada acción suya y es la primera vez que me pasa con un chico.

-Si quieres que finja amor, lo haré.-¿Qué?-Puedo cumplir tus metas si aceptas mi propuesta de matrimonio y unes tus herencia a mi apellido. Si quieres hacerlo del lado justo y correcto, te apoyaré, con mi única condición.-Se nota seguro, demasiado confiado, dando todo por mí.

¿Acaso él quiere casarse conmigo? Tiene sentido, pues es el único que entiende mis necesidades y deseos, aparte que le conozco un poco, sin embargo parece ser la única mejor opción y no se niega a que quiera liderar el negocio, poniendo una opción ante la propuesta.

Me es difícil de procesar.

No aceptaré tan pronto, eso quisiera decir pero suena cómo la mejor propuesta que me han hecho en mi vida, ¿Negarme o jugar a la rogada? No, no, claro que no. Sólo debo fingir desinterés, sin embargo ya demostré mi entusiasmo al sonreír sin descaro en frente suyo.

-Veo que...-Tapo con un dedo sus labios, sintiendo mis mejillas empañarse de rubor, no cedo así de fácil ante nadie y la idea de hacerlo, me abochorna. 

-No diga nada por favor.-Tapo mis labios todavía con la gran sonrisa que contagia la suya y reímos ambos, mirándonos a los ojos, se muy bien que ha querido molestarme, pero no le he permitido.-¿Cuál es la condición?

-Practicar sus lecciones en mi hogar, cómo ya verá, tengo bastante experiencia en esa zona y la carroza vendrá por usted, con apoyo su meta se cumplirá.-Asiento, accediendo, me parece bien.-¿En cuánto tiempo debe dominar la espada?

Trago duro, desviando su mirada.

Al principio, soné muy segura con mi propuesta, pero hoy al empezar a practicar, he visto que debería cerrar mejor mi boca por mi propio bien.

-Debo dominar a la perfección la espada, las flechas y la defensa propia en...-Cierro mis ojos y los abro rendida.-dos semanas.

Retrocede, poniendo su palma sobre su cabeza sin poder creer mis palabras y suspira, viendo cómo su expresión se vuelve preocupada, tensando su mandíbula.

-¿Cómo se le ocurre a tu padre? Con todo el respeto, ponerte esa cantidad de semanas. Ni un experto a logrado en ese tiempo tan corto.

-¿Mi padre?-Río a la fuerza, queriendo huir ahí mismo.-Yo he sido la que ha puesto el tiempo.

-¡Sasha Stein!-Me riñe apretando sus puños elevados y los baja, conteniendo su furor. Suspirando, quien ve, también a Matías le saco de sus casillas.-Tenemos mucho trabajo por hacer.

El Vil Origen del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora