Mis piernas no han descansado en todo el recorrido, no he parado de correr y correr, llorando, dejando salir todo este dolor que aprisiona mi corazón y la decepción de mi misma, de no confiar en mis padres que todo este tiempo me han intentado ocultar, que disfrute de lo normal en ese poco tiempo y librarme de la maldad que es este mundo.
Muerdo mi labio con furor.
Mi pecho se hunde ante cada recuerdo y apesar de todo me dijo que me ama.
Empujando toda rama que estorbe mi vista y el crujir de las ramas bajo mis pies, han pasado horas desde que he escapado en el vació del inmenso bosque, la luna siendo mi única compañía de esta rotunda oscuridad, odiando con todo mi ser a Matías, deseando el peor mal para él.
Sintiendo ese fuego fluir por mi cabeza y mis ojos, una picazón desde la mansión que me esta torturando, no me he detenido a ver que sucede conmigo por la urgencia de correr y no parar, porque presiento que en cualquier momento me atraparán y jamás me lo perdonaría, sosteniendo como si se tratase de mi vida la bolsa de mi padre.
De repente sin mirar bien mi andar, me tropiezo con algo duro de mi pie y caigo se frente contra el suelo, jadeando el dolor punzante de todo mi cuerpo por el golpe fuerte y dejando caer la bolsa, saliendo de ella bastantes cosas que no he parado a ver por la desesperación que carcome mi pecho, curiosa al ver ropa de hombre, solo ropa de hombre desgastada, tijeras y otras cosas, gateando hacia ella y una carta, una carta de mi padre...
Hija, debes saber que hacemos esto por tu bien y es muy importante que después de leer esta nota, la destruyas y la dejes lo más lejos de ti.
Me cubro la boca impactada, notando que es letra de mi padre, apretando la hoja entre mis dedos contraída de la tristeza.
Quítate tu ropa y si es posible, entiérrala en diferentes puntos muy lejos a donde vayas a vivir, ponte la ropa de hombre que he dejado, he cambiado tu identidad, tienes los papales y debes cortarte el pelo.
Hago cada cosa que mi padre dice, me despojo de las ropas que tengo puestas y me pongo las desgastadas de mi padre, puede funcionar,-antes me confundían con un chico-y tomo de las tijeras, mirando mi cabello con total aprecio por lo que estoy apunto de hacer y dolor, negando con mi cabeza este detalle, debo hacerlo, cortando el largo de mi cabello negro de una.
Sin embargo al oír el crujir de la tijera con mi cabello, trago duro, partiendo de él todo lo que pueda, suspirando profundo.
Meto las cosas que debería enterrar y me fijo que en la bolsa hay una pequeña bolsa de monedas y tinte, ¿Tinte?
El tinte te servirá de mucho hija, tu cabello cambiará de color y ese será tu peor defecto, debes pintártelo, pero eso sí, jamás dejes que se moje, porque su color cae junto al agua. Tus ojos, no creó que puedas hacer nada por eso, inventa que tienes una enfermedad extraña de perder la vista, pero jamás le digas a nadie la verdad, no confíes en nadie.
Guardo el tinte y el dinero en mis bolsillos, con los papeles de identificación, noto que hay un gorro y me lo pongo también, enterrando a diferentes puntos lejanos las cosas de las cuales no puedo llevar conmigo, mirando por último mi espada que es el único recuerdo de mi padre.
Y es lo único que me niego a tirar. Por más que debería hacerlo, por mi propio bien, es el objeto más preciado que me pudieron obsequiar y lo que me mantiene en pie.
Mi padre la escogió especialmente para mí...
No puedo, lo siento.
Te quiero hija, te amamos y nos duele que esto tenga que suceder, por favor vive, sé feliz.
Con eso último rompo la carta en miles de pedazos, tirando de ella en el bosque y mis labios tiemblan, no paran de temblar, deseando que nada de esto sea real y que mañana despierte viendo que todo se ha tratado de un sueño malo, que correré a los brazos de mi madre y de mi padre, aceptando estudiar todo lo que no he querido estudiar, practicar espadas, quedarme a su lado aunque sea un minuto más, para decirles lo mucho que los amo.
Jamás casarme si tan sólo los volviera a ver una vez más.
Me tapo el rostro sintiendo el terrible calor de mis ojos y las punzadas, sollozando al caer de piernas al suelo y apretar mi pecho adolorido, gritando en medio de toda la oscuridad y llorar, sin parar de maldecir a Matías, al padre hipócrita, a todas estas desgracias por mi culpa.
Enterrando mis dedos en el suelo y formar puños debajo de él.
Pasando así las horas, bajo la luna y el cansancio sucumbirme, abrazando entre mis brazos la espada de mi padre, como mi guardián y mi compañía, sintiendo el pesor en mis parpados y las gotas de mis iris bajar sin detenerse, sin borrar sus caras bañadas en sangre y la sonrisa macabra de Matías, bañada de su sangre y sus mentiras, sus engaños, deseando haberlo matado cuando tuve la oportunidad.
De jamás confiar en él, después de todo lo que hizo, tuve la pero idea de confiar una vez más en él.
"No confíes en nadie."
Dejando descansar mi cabeza en el árbol y dejarme guiar por la oscuridad de la noche, al cerrar mis ojos rendida.
-Mamá dice que sería una gran esposa.-Digo con orgullo cuando sirvo los platos de comida que hoy he hecho con sumo orgullo, pasando a las manos de mi padre su saco que he cocido con mi aguja e hilo, sonriendo tratando de recibir algún halago de su parte.
Mientras juego con mi cabello.
-Tiene razón, siento que he perdido a la niña que solía jugar con juguetes.-Mete el primer bocado a sus labios y abre sus parpados con asombro, lamiendo sus labios.-Dios...esta delicioso,-Abre sus labios de sorpresa, provocando una risa en mí.-mejor te contrato cómo mi cocinera de ahora en adelante.
Río aun más por sus ocurrencias y niego con mi cabeza repetidas veces.
-Lo lamento papá, pero mi esposo estará en contra de tal oferta.
-No seas mala con tu padre amor.-Me besa la mejilla mi madre y me limpio como puedo mi mejilla riñendo con puchero.
-¡No me beses, ya no soy una niña!
Los dos se ríen y me miran con amor, mientras comen del plato que mi madre me ha enseñado, sumando una receta a mi lista de recetas.
-¿Estará muerto?-Entre abro los ojos aturdida por segundos por el sol y los cierro al instante, irritada por la luz brillante, moviendo mi cuerpo tieso como la roca, por la mala posición, adolorida.-¿Estas llorando?
Con eso me altero, buscando como puedo mi espada pero no la tengo conmigo, alzando la mirada al chico en frente de mí con ella en sus manos, tocando mi espada.
-Devuélveme eso.-Demando seria.
-¿Esto?-La ve con curiosidad y sonríe con malicia.-Yo la vi primero.
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El Vil Origen del Vínculo ©
FantasyLa sociedad le imponía ser dama, ama de casa y sus padres la obligaron a ser diferente, estudiosa, que se pueda defender, sin embargo ella detestaba ser diferente, quería ser normal, sin conocer el verdadero fin que arrastra sus generaciones por el...