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-Que se les quede quién soy.-Me atrevo a decir, quitando de mí el saco que oculta mi rostro, para atrás, fijando mi mirada en sus latentes miradas quitando su color natural por unas caras pálidas.-Qué dejaré a uno vivo, para un mensaje especial, a su gran Lord y al idiota de Blake.

-¿Qué hacen?-Suelta de pronto el que parece sacerdote.-Ha ultrajado el santo lugar, el peor pecado de todos y sólo tu insólita existencia es una blasfemia a la vida.-Las duras palabras del sacerdote que desconozco de nombre, parece conocerme mejor que lo que me conozco.-¡Arrestenlo!

Los hombres a su alrededor se sobresaltan, reaccionando y sacan sus espadas, yo sin llevar una conmigo, sin siquiera hacerme falta, me quito los guantes con una sonrisa elevándose en mi rostro con suma diversión, riendo cabizbaja y con gran pesar, acariciando la largura de mi uñas blancas.

-¡Es la viva imagen de la maldad!

Esas simples palabras hacen que reviente de rabia, ¡Otra vez! ¿Qué conoce de mí, quién diablos se cree para comentar lo que soy, lo que seré? Le demostraré a callar cuando debe callar. 

El primer sujeto corre directo a mí y arremata su espada, sin embargo doy un salto y antes de caer su espada a mi cuello, estrello mi pie en su rostro, girando su cuerpo de improviso, sintiendo el aliento del segundo sujeto atrás de mí, aproximando el metal a mi espada, cayendo de cuclillas y elevo mi pierna, saltando para estrellar mi pie en su nuca.

El tercero ya sabía donde se encontraba desde un principio, saliendo de pronto a espalda mía, sin embargo ni le doy tiempo de reaccionar cuando de un segundo a otro me encuentro atrás suya, desgarrando su garganta, cayendo de cara al suelo muerto.

-¡Oh dios!

Lamo la sangre de este y veo cómo escurre mi mano, sintiendo el metal en mi lengua, asqueada de pronto y pavoneo mi mano, tomo de su espada, viendo como el guardia retrocedo temeroso, saltándose las lágrimas en sus ojos lleno de pavor, sin siquiera titubear, impacto mi pierna en su garganta y elevo la espada, apuntando a su pecho.

-¡Por favor, piedad, piedad de mí!-Solloza, pálido.-¡No me arrebate la vida!

Bufo, atravesando la espada en su pecho y veo cómo este se sacude y la sangre sobresale de su boca, manchando mis ropas por completo, sobresaltando su cuerpo hasta el momento que deja de respirar y su mirada se le va el brillo, parando de llorar.

El otro guardia al mirar todo el caos, retrocede, tragando duro.

-Seré justa esta vez.-Elevo la espada.-Te enseñaré lo buena que soy con la espada.

-¡No dude guardia, puede matarlo! Espere, ¿Se ha dicho a sí mismo mujer?

El guardia delante de mí baja la mirada consternado por el baño de sangre, cómo sus suelas se han empapado de ella y en sus iris se aproximan las lágrimas, pálido ante la masacre, temblando sus manos, inseguro si podrá o no, pero fija su mirada en mí de pronto, borrando todo rastro de duda.

-¡Todo por evitar una guerra sacerdote!

Corre en frente de mí y he impacta su espada, retrocediendo un poco cuando nuestra espadas están cruzadas, sonriendo de pronto y lamo mi labio inferior manchada de sangre.

-Lastima que no te he escogido para vivir...

Elevo mi pierna y pateo de su estomago, elevando mi espada y chocando contra la suya al momento de protegerse, aguantando el dolor y retrocede, volviendo a tirar contra mía, sin embargo pongo en cuclillas, al momento de querer insertar su filo en mi cabeza, tiro de sangre a su rostro y cierra los ojos, fallando en el intento, tomando de su espalda y si titubear, inserto la largura de esta, atravesando su cuerpo.

-¡Cof, cof, cof!-Tose con furor, escupiendo sangre de pronto, temblando de impotencia pura, admirando la misma muerte ante él. Temblando lo suficiente de pavor puro que consume sus entrañas y se sacude, escupiendo más líquido carmesí.-¡AGHH, COF, COF!

Saco la espada de él y pateo su cuerpo, cayendo de cara al poso de sangre, todavía retorciéndose en su desgracia, sin abandonar este mundo.

-Siéntete a gusto de que te escoja cómo el mensajero.-Argumento, tomando de su cuello, acercando su rostro lo suficientemente cerca a mi cara, temblando de temor puro y murmura cosas que ni entiendo, seguramente a su dios y le impacto contra la pared para que calle, eso hace.

-Jamás le serviré, ¡Maldición del mundo!

-¿Aprecias la vida de esta gente, de tu familia?-Mi tono de pronto sale frívolo de mí, desconociendo este comportamiento de mi, sin embargo parece hacer efecto en el sacerdote, que se retuerce de terror.-Porque a mí no y créeme si te digo que fue muy fácil matarlos a ellos, también a la mitad de esa gente de afuera. Bueno, tu mismo lo has visto.

Asiente, resbalando lágrimas de sus párpados.

-Primero al Lord Philippe, que mande a quién mande, arrasaré y que esos hombre muertos, yo los he matado y si quiere ser un verdadero caballero, que se encargue él mismo del trabajo sucio.-No tiene ni idea como se siente de bien tener el control de todo, suspirando a gusta.-Con Matías Blake,-Lamo mi labio inferior, recordando su rostro, sus ojos frívolos como el hielo pero ardientes como el fuego, sus facciones perfiladas y su sonrisa macabra, no tan diferente como la que poseo ahora. Suspirando de pronto por su ardiente aspecto que me encargaría personalmente de destruir y despedazar.-Matías Blake...-Tenso mi mandíbula, enterrando mi puño de pronto en la pared, haciendo añicos las rocas con mis uñas.-...

Bajo mi mirada sabiendo que tengo contados los segundos, los minutos, sin embargo jamás llegue a pensar en las palabras correctas hacia Matías, porque tengo tanto odio, sufrimiento, dolor consumidos en mí que lo único que deseo es arrematar contra él, matarlo ahí mismo y que se arrepienta de destruir mi familia, de convertirme en lo que soy ahora, cómo él.

Demostrarle al mundo la clase de escorias que son.

Sin embargo un sentimiento, un maldito sentimiento que he querido suprimir hasta en lo más profundo de mí, florece cómo una hermosa rosa, sin agua, sin luz del sol, logra sobresalir dentro de mí, anhelando verle otra vez.

Queriendo besarle, verle y luego arrebatarle la vida.

-Que le mataré.

El Vil Origen del Vínculo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora