Capítulo 2

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Eurus corrió por los pasillos vacíos de la fábrica hasta llegar a un enorme agujero por el que saltó. Enis aceleró un poco y le siguió. En la planta baja, justo debajo del agujero, habían instalado una red enorme que frenaba a quien saltarse de una caída bastante dolorosa y que convertía el suicidio en algo bastante divertido.

Enis salió de la red mientras se reía un poco y después vio A Eurus parado junto a la sorpresa de la que le había hablado.

–No.– Dijo Enis sin poder creerse lo que veía mientras bajaba de la red de un salto.– ¿De dónde la has sacado?

–Conseguimos robársela a un agente hace unos días, y con la ayuda de unos amigos, ahora está irreconocible.

–Una moto con doble motor, reactores de fusión nuevecitos y elevadores nucleares.– Describió la moto observándola bien.– ¿Qué clase de amigos tienes tú y por qué no me los has presentado?

–Hay que saber tener buenas amistades.– Dijo pasándole un casco.

Enis miró emocionada el casco que le había pasado: negro con pintadas de neón y un par de orejas de gato rosa fosforito. El de Eurus era parecido, solo que en vez de orejas, tenía una cresta amarilla. Eurus se puso el casco mientras Enis aún seguía mirando la moto, así que cuando volvió a la realidad, se dio bastante prisa en montarse en ella y ponerse el casco.

–¿Preparada?– Le preguntó él mirándola por encima del hombro.

–¿Tienes permiso para conducir esto?

–Es una moto robada. 

–Entonces intenta que no nos detengan.

Eurus arrancó la moto y ambos sintieron como las ruedas se giraban elevandoles del suelo. Enis se agarró fuerte a Eurus y después de hacer un par de trompos, salieron disparados de la fabrica.

Las calles de La Cantera apenas se distinguían con la carretera, así que la mayoría de los peatones tenían que ir evitando los vehículos, pero esta vez, era Eurus quien esquivaba a la gente como si se tratara de un videojuego. Enis miró hacia atrás y vió como varias de las personas que habían tenido que apartarse de ellos les miraban por la velocidad a la que iban.

Tuvieron que recorrer casi toda La Cantera para poder llegar a La Brecha. Aún faltaban un par de minutos para que los Fortunos llegasen, pero allí ya había suficiente gente como para acabar con todo lo que trajeran hoy

–Creo que nunca he visto La Brecha vacía.– Dijo Enis mientras las ruedas de la moto volvían a su posición original y ambos se quitaban los cascos.

–Dirás que nunca la has visto.– Eurus se bajó de la moto y después ayudó a Enis.– Nunca vienes por aquí.

–Porque no me gusta. Tanta gente me pone nerviosa. 

–¿Y no será por qué no te gustan los Fortunos?– Le picó él mientras se acercaban.

–¿A quién le gustan los Fortunos?– Dijo y ambos se rieron.

Tuvieron que esperar casi un cuarto de hora hasta que llegaron los Fortunos. Al verlos, muchos de los que estaban allí, se pusieron bastante nerviosos por ser atendidos, pero Enis y Eurus consiguieron mantener la calma. Pasaron otros diez minutos hasta que ambos consiguieron acercarse a los barrotes que separaban a Fortunos e Inferios y que les permitía coger lo que les traían. Había dos chicas, una con el pelo negro como el carbón recogido en una coleta que le llegaba hasta la cintura y la otra con el pelo corto, en forma de cresta.

–¿Os queda algo de ropa?– Preguntó Eurus.

–Algo si.– Dijo la chica de la coleta.

–Pues mira a ver si tienes unas botas del 40 y una chaqueta para ella.– Dijo señalando a Enis.

–Te he dicho que no quiero ninguna chaqueta.– Miró a la chica.– Dale solo las botas.

–Está bien. ¿Algo más?

–Dos barras de pan, un par de bombillas, verdura, lo que tengas de carne y manzanas.– Eurus enumeró el pedido.

–Solo queda una barra de pan.

–¿Vamos a medias?– Le preguntó Enis.

–Bah, quedatela. Podemos pasar un día sin pan.

–Gracias.

–Ahí lo tenéis.– Dijo la chica dándoles lo que habían pedido.– Lo siento, no nos quedan manzanas.

–Oh, bueno. Da igual.

–¿Os queda algo de comida preparada?– Preguntó Eurus.

–Unos burritos.

–Oh, pues dámelos también.– Miró a Enis.– ¿Alguna vez los has probado?

–No.

–Pues te van a encantar.

–Que aproveche.– Dijo la chica dándoselos a Enis.– Bonito tatuaje.– Dijo señalando el cuello de Enis.

–Gracias.– Dijo ella tocándose el cuello y saliendo de allí.

Enis se había tatuado un sol, una luna y el símbolo del yin y el yang en la parte derecha del cuello hace unos años por algo que siempre le contaba su padre. Representaban las tres cosas que no se podían ocultar para siempre: El sol, la luna y la verdad.

Después de conseguir salir del grupo de gente que seguía en La Brecha, Enis y Eurus guardaron las cosa como pudieron en las mochilas y salieron de vuelta a la fabrica.

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