Enis estaba empezando a agobiarse respecto a que todo el mundo tomase decisiones acerca de ella sin ni siquiera preguntar. Quería salir de allí y dejar de ser inmune. Sabía que mucha gente mataría por ser inmune al Gas, pero ella solo quería ser como todos los demás, volver a casa y que todo volviera a ser como antes.
Caminó por los pasillos largos sin tener ni idea de a donde iba. Había poca gente, ya que todo el mundo, o casi todo el mundo estaba desayunando, así que no había nadie a quien pudiera preguntar como se salía de allí. Aquello era un laberinto.
–¡Enis!– Escuchó al rato.
Ella se detuvo y se dio media vuelta para ver quien la llamaba, pero al ver que Aro era quien se acercaba, suspiró y volvió a darse la vuelta.
–No quiero hablar contigo.– Dijo sin mirarle.
–Bueno, pues te jodes, que es lo que hay.– Dijo él al alcanzarla y se puso delante de ella.
–Déjame en paz.– Dijo intentando apartarle, pero Aro era más fuerte que ella y no pudo ni moverle.
–Oye, para un segundo y escúchame.
–¡He dicho que me dejes en paz!– Gritó ella intentando librarse de él, pero Aro no le dejó.
–¡Y yo te he dicho que me escuches!
Enis siguió forcejeando para marcharse, pero cuando Aro se cansó de aquello, la cogió de los hombros y la tiró al suelo haciéndola tropezar con su pierna. Enis cayó al suelo algo aturdida por lo que acababa de pasar, así que no le dio tiempo a reaccionar antes de que Aro se pusiera encima de ella para inmovilizarla. Desde aquel angulo, con la luz iluminándole desde atrás, el pelo cayendo hacia ella y aquella expresión tan seria, Aro parecía un demonio.
–Ahora me vas a escuchar.– Le amenazó él.– Tienes suerte de estar viva. MUCHA suerte. Podrían haberte matado, pero no lo han hecho, y yo no te voy a matar. Todos te necesitamos viva.– Enis tragó saliva.– He visto morir a gente delante de mis ojos, muchos de ellos amigos míos, y por causas menos importantes que tú, así que no voy a permitir que nadie de mi gente, y eso te incluye a ti, muera esta vez, ¿me oyes?– Enis no dijo nada.– No era una pregunta retórica.
–Si.
–Muy bien. Espero que esto no tenga que volver a repetirse. Si aprecias a tu madre y tus amigos, te quedarás y no harás más el tonto, porque ellos también pueden correr peligro.– El pecho de Enis se encogió.– Si no lo haces por ti, hazlo por ellos.– Aro se levantó dejándola libre, pero Enis no se levantó.– Podemos ayudarte, pero tienes que confiar un poco más.– Dijo Aro ofreciéndole la mano para ayudarse a levantarse.
Enis le cogió de la mano y Aro tiró de ella para lenvantarla. Una vez de pie, Enis se quedó mirando como la expresión de Aro se relajaba y volvía a ser el de siempre. O eso quería creer.
–¿Sin rencores? ¿Todo bien?– Le preguntó él como si hace un minuto no la hubiera inmovilizado en el suelo, y ella asintió.– Vale.– Dijo y se dio media vuelta para volver al comedor.
–¿Cómo lo has hecho?– Preguntó Enis mirándole antes de que se fuera demasiado lejos.
–¿Hacer el qué?– Preguntó mirándola.
–Lo de... tirarme al suelo y eso.
–Porqué sé pelear.
–Enséñame.– Le pidió acercándose un par de pasos.
–No.
–¿Por qué no?
–Te lo dije ayer: yo no enseño a los nuevos.
–Pero yo no soy como los demás.– Enis terminó de acercarse a él.– ¿Seguro que quieres estar todo el día asegurándote de que esté bien?
–Sé que estarás bien.
–Enséñame a defenderme. Por favor.
–¿Por qué yo?
–¿Hay alguien mejor?– Aro se rió.
–No creo. No a este lado de la ciudad.
–Pues enséñame.– Enis le sonrió.
–Hacemos una cosa: aprende lo demás, a leer, a escribir, a coger un arma, a comer bien, y te enseñaré.– Le dijo con media sonrisa antes de irse.
Enis se quedó en medio del pasillo viendo como Aro se marchaba y decidió que se esforzaría más que nunca en aprender para que Aro pudiera enseñarle.

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Blue
Science FictionUna sociedad dividida por una valla de muros enormes. Una distopia donde a un lado la gente vive la vida plenamente, disfruta y tiene dinero suficiente como para malgastarlo. Al otro lado la gente se conforma con sobrevivir. El gobiernos controla a...