Los chicos siguieron si moverse por lo menos durante quince minutos. El tren viajaba rápido, pero no sabían cuanto de rápido como para poder estar tranquilos.
Cuando empezaban a darles calambres de quedarse tan inmóviles, Noon decidió subirse a un par de cajas de mercancía y se asomó por la escotilla que taba al tejado del tren. El viento le revolvió el pelo y le mostró como Kownen se hacía cada vez más pequeña, como cada vez la dejaban más lejos y se adentraba en la noche de un desierto donde sólo había páramo desolado allá donde mirases. Su corazón se partió un poco al dejarlo todo atrás, pero era lo mejor que podía hacer.
–No nos sigue nadie.– Dijo aún subida a la escotilla.
Al oír a Noon decir aquello, todos se desplomaron muertos de cansancio en el suelo. Airyn encendió una pequeña bengala mientras Noon bajaba y se reunía con ellos.
–Estaremos viajando casi toda la noche.– Dijo ella.– Holiria no está cerca.
–Por lo menos podremos dormir sin miedo a que nos acribillen a balazos.– Dijo Athlas con una pequeña sonrisa cansada.
–¿Quién dice que no lo harán cuando lleguemos?– Preguntó Bri.
–No te preocupes.– Le dijo Seven y le pasó el brazo por los hombros para acercarla a ella.– En Holiria reciben a la gente como nosotros como refugiados. No nos harán nada.
–Ojalá tengas razón.– Bri se acurrucó más junto a ella.
–Por cierto, Seven, te debo veinte Reales.– Le dijo Keyer y Noon se puso roja.
–¿A mi? ¿De qué?
–Un apuesta que teníamos. Pero si no te acuerdas, lo olvidamos.
–No, hermano. Primero pagas y luego me lo explicas.– Los demás se rieron.
–Deudas a parte, ¿no creéis que deberíamos dormir?– Dijo Airyn.
–Yo ahora no tengo sueño.– Confesó Aro.
Todo el mundo seguía con la adrenalina bastante subida, pero en cuanto se relajaros un poco, todos se quedaron profundamente dormidos.
A penas se dieron cuenta de el trayecto tan largo que hicieron hasta que se despertaron al sentir que el tren iba más lento. Se despertaron, y prepararon para lo que fuera que les esperase en Holiria.
Al cabo de cinco minutos despiertos y listos, un hombre pequeño y rechoncho abrió la puerta. La luz del día brillaba más de lo que se esperaban, lo cual les dificultó enfocar la vista al principio.
–Vaya, vaya.– Dijo el hombre con una risita.– Parece que tenemos polizones.
–Solo buscamos refugio seguro.– Dijo Enis por todos.
–Pues claro, preciosa. Como todos los que venís. Vamos, bajad.
El hombre se apartó un poco y dejó bajar a los chicos.
–Me llamo Otto.– Se presentó.
–Nosotros somo Athlas, Airyn, Bri, Seven, Keyer, Noon, mi hermano Ícaro y yo Enis.
–Recordaréis mi nombre más fácil que yo todos los vuestros.– Sé río un poco.– Bienvenidos a Holiria, ¿tenéis hambre?
–Un poco si.– Admitió Keyer.
–Venid conmigo. En la cafetería os darán algo.
Otto les guió hasta la estación hecha de mármol blanco y bigas de acero. Era mucho más bonita que la de Kownen. Otto les llevó hasta la cafetería de la estación le dijo a la camarera que sirviera a los chicos lo que quisieran. Así que cuando les pusieron la comida delante, todos comieron mejor que en los últimos días.
–¿Y que os trae por Holiria?– Les preguntó Otto.
–Es una historia muy larga.– Dijo Enis cuando terminó de comer.
–No os preocupéis. Todos los que llegan aquí tienen una historia, y no muchos quieren contarla.
–Pero buscamos a alguien.– Dijo Aro de repente.– ¿Conoce a Yonah Harding?
–Yonah... Si, llegó hace unos años. Un buen hombre.
–¿Sabe donde vive?
–¿Por qué le buscáis?– Otto frunció el ceño y Aro y Enis se miraron.
–Somos sus hijos.– Dijo Enis al final.
–¿Sus hijos?– Otto volvió a reír.– Entonces no perdamos tiempo.
Otto salió de la estación y guió a los chicos por las calles de Holiria. Aquel sitio parecía un auténtico paraíso. Los edificios blancos, llenos de plantas como los parques, llenos de árboles y flores que daban color. La gente parecía muy amable y agradable. Muchos se daban cuenta de que los chicos venían de Kownen y les felicitaba por haber escapado.
Otto les llevó hasta una calle donde todas las casas eran individuales y les señaló una de ellas.
–Ahí vive Yonah.– Les dijo.– No sé si estará en casa, pero siempre podéis esperarle. Cuando me contó su historia, pensé que nunca volvería a ver a su familia. Pero ahora que vosotros dos estáis aquí, se llevará una gran alegría.– Dijo mirando a Enis y Aro.
–Muchas gracias por traernos.– Le dijo Airyn.
–De nada, guapa. Yo ya me voy. Bienvenidos a Holiria de nuevo.
Cuando Otto se marchó, todos se quedaron mirando la casa sin saber muy bien qué hacer a continuación. Aro miró a Enis y la vio nerviosa. Después de todo lo que había pasado, ahora por fin estaban en un lugar seguro, delante de la puerta de la casa de su padre.
–¿A que esperamos?– Preguntó Bri.
–No es... Tan fácil.– Dijo Enis con el corazón acelerado.
–Es tan fácil como tocar el timbre.– Dijo Bri tocándolo a pesar de que Aro y Enis intentaron detenerla.
Escucharon el timbre sonar y después vino el silencio, pero nadie abrió la puerta, lo cual puso nerviosos a Aro y Enis.
–No hay nadie.– Observó Seven.
–¿Cómo que no hay nadie?– Dijo Aro y volvió a tocar el timbre repetidas veces.– Tiene que haber.
–Eh.– Escucharon y Aro se alejó del timbre.– ¿Qué hacéis delante de mi casa?

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Blue
Science FictionUna sociedad dividida por una valla de muros enormes. Una distopia donde a un lado la gente vive la vida plenamente, disfruta y tiene dinero suficiente como para malgastarlo. Al otro lado la gente se conforma con sobrevivir. El gobiernos controla a...