Eurus y Enis volvieron a la fábrica más rápido que nunca gracias a la moto. Sin ella, puede que hubieran tardado todo el día en ir y volver.
Dejaron la moto y los cascos en la planta baja de la fábrica y después subieron a la primera, donde a diferencia de aquella mañana, ahora había bastante más gente.
Enis y Eurus saludaron a un par de amigos y después de sentaron en uno de los sofás que había e hicieron el reparto de las cosas.
–¿Qué vas a hacer con lo de las manzanas?– Le preguntó Eurus.
–Me buscaré la vida.– Dijo ella sería.
–Las manzanas son caras. ¿Tienes dinero para comprarlas?
–¿Quién ha dicho que vaya a comprar?
–Enis, si te pillan...
–Pero nunca me pillan, ¿recuerdas?– Dijo con una sonrisa.– ¿Cuántas veces te he salvado el culo?
–Con esa arrogancia, la suerte no te durará mucho.
–Confía en mí. Sé lo que hago.– Eurus suspiró negando con la cabeza y luego se rió un poco.
–Bueno, como veo que no hay forma de convencerte de que no lo hagas, por lo menos ahora confía en mi.– Dijo sacando los burritos que habían cogido en La Brecha.
–¿A que sabe eso?– Preguntó Enis intentando disimular su cara de asco. Era muy tiquismiquis a la hora de comer.
–Pues no sabría decirte.– Dijo dándole unos de los burritos.
–Pero es enorme.
–Pues come lo que quieras y guardas el resto para otro momento.– Dijo Eurus con la boca llena.– Dios, hacía muchísimo que no llevaban burritos.
Enis vió como Eurus devoraba su burrito mientras ella seguía mirando el suyo. No quería hacerle un feo a Eurus por haberle conseguido la comida, pero tenía miedo de que no le gustase. Tras varios segundos pensándoselo, decidió cerrar los ojos, pegar un bocado y que fuera lo que Dios quisiera. Enis abrió los ojos lentamente de uno en uno y se encontró a Eurus mirándola con una sonrisa.
–¿Qué?– Le preguntó.– ¿Te gustan?
–No están mal...– Dijo con la boca llena. La verdad era que le gustaban más de lo que esperaba, pero no se pondría a dar saltos y darle toda la razón a Eurus.
–Que no está mal...– Se rió.
–¿De que te ríes?
–De que no sabes diferenciar lo que es realmente bueno aunque esté delante de tus narices.– Dijo y Enis le tiró unos de los almohadones que había mientras Eurus seguía riendo.
Cuando terminaron de comer, Eurus siguió con sus clases autodidactas de guitarra. La verdad es que los instrumentos le daban algo de vida a aquella vieja fabrica. Había varios chicos más que tocaban instrumentos y que de vez en cuando se pasaban por allí para pasar la tarde. Otros, como Enis, se dedicaban a intentar aprender. Habían conseguido varios libros, aunque ella no sabía muy bien de donde venían. Con ellos, Enis había empezado a aprender a leer y escribir hace un par de años, pero aun le costaba un poco. Y a otros tantos, simplemente les gustaba ir a la fabrica a pasar su día y no hacer nada productivo con sus vidas.
La mayoría de la gente que se juntaba en la fabrica eran menores de edad ya que al cumplir los dieciocho, se empezaba a trabajar a no ser que se tuviera una enfermedad que lo impidiera o se tuviera que cuidar de alguien que no podía hacerlo por si mismo. Así que la mayoría de los niños de La Cantera solían salir bastante independientes y bastante rápido.
Cuando ya se acercaba la hora en la que se volvía de las minas, Enis y Eurus decidieron abandonar la fabrica e irse a casa. Esta vez no fueron en motos, decidieron dar un paseo hasta casa, hasta que algo interrumpió la paz de su paseo. En la sección en la que estaban, todos los trabajadores ya habían vuelto a casa, pero un matrimonio salió pegando gritos a la calle. Mejor dicho, ella gritaba y empujaba a su marido acusándole de que le había puesto los cuernos.
Enis y Eurus retrocedieron un poco pero se quedaron mirando con mucha gente como ella perdía los papeles hasta que sacó un pequeño frasco no mas grande que su mano y roció Gas a la cara de su marido. Al ver el Gas, todos los que estaban allí, retrocedieron y se taparon la boca y la nariz para no olerlo.
–¡Olvidame!– Le gritó ella.– ¡Olvida que me has querido, que estamos casados y que vives aquí!– Dijo antes de volver dentro dejando a su marido en la calle.
El Gas era propiedad del gobierno, pero algunas veces, pequeñas dosis aparecían en manos de quien no debería y se producían escenas como la que Enis y Eurus acababan de presenciar.
–Joder...– Suspiró Eurus.
–¿De donde lo ha sacado?– Preguntó Enis mirando al marido desorientado.
–Ni idea. En La Brecha no pasan Gas, y si tuviera precio, nadie de La Cantera podría comprarlo.
–Y aún así, hay gente que tiene pequeñas dosis... Asusta un poco, ¿eh?– Enis le miró.
–Asusta bastante.– Dijo él antes de que volvieran a ponerse en marcha de camino a sus respectivas casas.– ¿Nos vemos mañana? Tenemos que resolver lo de tus manzanas.
–Si, vale. Pero no volveré a La Brecha, ya te lo aviso.
–Está bien...– Dijo Eurus cuando llegaron a su casa.– Hasta mañana.– Dijo abriendo la puerta.
–Hasta mañana.– Enis siguió su camino hasta la suya.

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Blue
Fiksi IlmiahUna sociedad dividida por una valla de muros enormes. Una distopia donde a un lado la gente vive la vida plenamente, disfruta y tiene dinero suficiente como para malgastarlo. Al otro lado la gente se conforma con sobrevivir. El gobiernos controla a...